Sociedad

«No cabe más influencer por metro cuadrado»

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11
diciembre
2024

El día en el que nos encontramos ante un café, la noticia viral de la jornada era que la ‘influencer’ Dulceida había publicado una foto tras dar a luz en la que salían ella, su bebé y un fuet. ¿Era publicidad? ¿Era una inocente foto orgánica? El debate en Twitter era bastante enconado. Fue lo primero sobre lo que hablé con Salseología (Adrián en el mundo no virtual, aunque su apellido y su rostro se mantienen bajo el anonimato). ¿Era o no era un anuncio? Él creía que había sido algo orgánico. Pero, en la aparente banalidad de toda esta discusión, se encapsula mucho de cómo se ve desde fuera –y cómo importa– el universo ‘influencer’, uno que mueve mucho dinero y que tiene un impacto directo en la sociedad. Salseología lo analiza desde su cuenta en redes sociales y ahora también en un ensayo, ‘Todo lo que hay detrás que no se ve’ (Ediciones B, 2024).


¿Crees que la gente entiende realmente qué son los influencers? ¿O hay un choque generacional, como cuando empecé a trabajar y mi abuela no acababa de entender qué era ser periodista «de Internet»? 

De hecho, en el libro intento discernir la idea de influencer. No sé si lo hice bien, pero lo intenté. Sé lo que es, obviamente, y todos lo sabemos, pero es como intentar explicar un fuera de juego. ¡Qué horror de símil futbolístico! [risas]. Tú crees que lo entiendes y que lo sabes, pero cuando te toca explicarlo es muy difícil. ¿Qué es ser influencer? Es que ni los propios influencers pueden decir lo que es. Para ellos, es vivir de crear contenido.

Lo de no entender qué es influencer o no ser capaz de definirlo también afecta a otras áreas, por ejemplo, cómo se legisla. Porque esto puede parecer un tema banal, pero no lo es. ¿Quizás las normativas van un poco lentas?

Una de las frases que me molesta mucho es cuando los influencers utilizan la de «es un trabajo muy nuevo y aún no sabemos cómo se legisla». No es un trabajo tan nuevo, que llevas 10 años con él. Sí que hay mucha falta de información, y de legislación hasta hace nada. El «tratado influencer» se firmó el otro día y no abarca a todos, solo a los muy grandes. Al final hubo muy pocas inscripciones.

En televisión, la norma que rige qué puedes mostrar y qué responsabilidades tienes es la misma para Antena 3 que para, digamos, Telemiño. 

Sí, exacto. Al final están los más tochos y no los de un nivel más bajo, que va a ser un «a mí no me importa, yo puedo seguir anunciando alcohol». Ese perfil nunca va a alcanzar el millón de seguidores, entonces jamás estarán legislados. Están en tierra de nadie.

«A nivel de legislación, los perfiles de nivel más bajo están en tierra de nadie»

¿Los medios tradicionales no están haciendo lobby? Al final, ¿no lo ven como competencia desleal?

Sí, cuando fue el tratado, la televisión quería bajar la cuota a 100.000 seguidores y 100.000 euros al año. Porque toda la publicidad se la están comiendo a la tele, y la tele también quiere su parte del pastel. Si puedes pagar a un influencer 15.000 euros para que te haga lo mismo que la tele hace por 100.000, ¿a quién vas a pagar?

Centrándonos en tu libro, cuentas cómo las influencers hablan muchas veces de «la familia»: su público es una familia. ¿Crees que esto crea una sensación de cercanía, aunque no sea real?

Sí. Al principio sí es ser una familia, pero cuando llegas ya a unos niveles muy estratosféricos es imposible serlo. Bueno, también hay familia con la que no hablas… El vínculo de familia se va perdiendo. Cuando llegas al medio millón de seguidores, es una audiencia muy grande. Una de las cosas que más me divierte es como María Pombo sigue intentando hacer ese vínculo con sus millones de seguidores. «Yo siempre os pido opinión sobre si me corto el pelo o no». ¿Les pediste opinión cuando te compraste una casa? ¿Le pediste opinión cuándo te compraste tu coche? Eso de «como sois mis amigas» y «a mis amigas les cuento todo». Lo cuentas en el documental por los dineros…

El que ahora tengan contenido derivado como esos documentales en plataformas de streaming, ¿está pervirtiendo esa relación de «contarlo todo»?

De hecho, justo recibí un mensaje: «no están contando nada, lo están dejando para el documental y en el documental tampoco están contando nada». Entonces, ¿qué tipo de contenido están haciendo? ¿Qué hay ahí?

¿Pero por qué seguimos viendo estos contenidos vacíos?

No lo sé. A mí me viene bien porque si ellos existen, yo existo [risas].

Supongo que te habrán hecho ya millones de veces esta pregunta, pero ¿va a explotar o no la burbuja?  

Es como preguntar si va a explotar la burbuja inmobiliaria. Siempre explota y vuelve a crecer. Va a menguar un poco y echar los rastrojos, pero no va a morir. Isabel Preysler lleva años sin hacer nada. ¿Esa burbuja reventó? Enchufó a su hija y Tamara seguirá con el ciclo. Yo creo que la burbuja influencer va a cambiar. Y necesita que cambie. No cabe más influencer por metro cuadrado.

En el libro hablas de los novios y de las familias de influencers y de cómo se hacen famosos a su vez. Esto parece muy nuevo, pero al final es lo que llevan haciendo las revistas del corazón desde hace décadas.

Sí, me parece muy divertido el tema, el campo léxico «familias». En esta galaxia, te divorcias y viene otro y también lo metemos. ¿Que la hermana está bien? Y si tiene una amiga, también. Al final estamos metiendo hasta que se reduce todo. La gente lo acepta. También es divertido que siempre haya personajes nuevos en la temporada.

¿Crees que todo este mundillo está democratizando el famoseo? ¿Que es más fácil ser famosa o es una falsa percepción? Al final alguien como María Pombo no salió de la nada.

La democratización del famoseo ya viene de antes, viene de Dónde estás corazón y Sálvame. La que realmente democratizó las redes fue Dulceida, que empezó de cero. Literalmente. Ella sembró las semillitas de lo que hoy en día son los [listados de] Forbes y todo. Al final sí creo que hoy están democratizadas. Cualquiera puede empezar y hacerse con una audiencia.

«La democratización del famoseo ya viene de antes, viene de ‘Dónde estás corazón’ y ‘Sálvame’»

Lo que ha traído las redes es sobreexposición. ¿Han logrado las influencers disminuir lo que consideramos vida privada o es echarles la culpa a ellas de algo que es culpa de Mark Zuckerberg?

Las dos son correctas. Sí que hemos normalizado demasiado el cómo ellos enseñan su vida e igual te puedes hacer famosa… Pero también creo que tenemos un gen muy de compartir cosas. Depende de las personas. Hay gente que no tiene ni un ápice de vergüenza ni de intimidad, como la típica amiga que te cuenta todo. Hay quien tiene pudor y hay a quien le da igual. Mucha gente lo hace sin saber las consecuencias que puede tener.

«Creo que tenemos un gen muy de compartir cosas»

¿Y qué pasa con la sobreexposición de los hijos de influencers? Dentro de unos años serán los pioneros en decir «oye, me has creado una personalidad pública, un historial en Internet».

Creo que hay dos vertientes: los que van a hacer eso y los que van a tirar del hilo y seguir. Están entrenados. Es muy fuerte, pero saben lo que tienen que hacer, cómo tienen que hablar y cómo tienen que expresarse. Creo que sí, que va a haber una oleada [de demandas], pero eso es muy de Estados Unidos. En España no creo que sea.

¿Y no es un poco parecido también a lo que hacían los famosos de los 90, que posaban con sus hijos en la revista de la peluquería? 

Voy a romper una lanza a favor de las revistas, porque por lo menos está medido y saben lo que dicen. Es decir, los niños están como de adorno. Me acuerdo de hace poco Laura Matamoros con su hijo en brazos criticando a su padre [en una exclusiva]. No tiene nada que ver texto e imagen. No quiero decir que sea bueno, pero es mejor que las redes porque en redes te ven cómo te comportas, el colegio al que vas… En las revistas sobreexponías una vez, dos al año, y ya estaba. Lo presentabas en sociedad, porque al final su trabajo es ser sociedad. En redes es un bombardeo, están expuestos todo el día. Si no es por la madre, es el padre, el hermano mayor. Si no, un vídeo de YouTube, o una publicidad.

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