Educar para (con)vivir
Para poder actuar, primero hay que comprender. Esa es una de las premisas de las que parte la educación ambiental, hoy considerada uno de los motores esenciales para lograr un planeta más verde, sostenible y limpio de residuos.
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La educación funciona de manera imperceptible, con el ritmo propio de la naturaleza. Como si fuera una semilla, solo es posible observar brotes con el paso del tiempo. Algo que se vuelve especialmente evidente con la educación ambiental y la sostenibilidad, ese cambio cultural que intenta implantar el respeto y la conciencia por el planeta y sus limitados recursos.
Tal como lo explica el cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, se debe «asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible». Una meta cuyo éxito, hoy, depende de la educación ambiental desarrollada en los centros educativos y las numerosas iniciativas asociadas a ella.
«La sostenibilidad es la manera que tenemos de garantizar un mundo viable, y en la educación ambiental hay que integrarla como un objetivo para ir gestando un cambio tanto de transición ecológica como de estilos de vida», sostiene Federico Velázquez de Castro, presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental. Y es que la educación es una herramienta esencial: permite concienciar a las personas acerca del valor del medio ambiente, de una vida en equilibrio y de un desarrollo justo para el planeta y la sociedad.
El 76% de los jóvenes presenta mayor sensibilidad hacia las actitudes ecológicas
Naturaliza es uno de los proyectos clave en este sentido: su red abarca, desde 2018, más de 1.750 colegios —y 2.700 profesores— a través de los cuales promueve y construye la educación ambiental en España para más de 124.000 alumnos de Educación Primaria. En el curso de este próximo año, el proyecto llegará también, además, a Educación Infantil y Educación Especial. «Es un banco de recursos muy importante para el docente. Nos da los saberes necesarios para que el profesorado sepa tratar la educación ambiental dentro del aula», explica Joaquín Marzá, director del colegio público Manuel Riquelme en Hurchillo, Alicante. Y también fuera del aula: gracias al proyecto ideado por Ecoembes, los alumnos del colegio reciben, una vez a la semana, clases de Ciencias de la Naturaleza al aire libre. Tal como asegura Marzá, se trata de algo fundamental, ya que «una de las necesidades del alumnado de la etapa primaria es la necesidad de descubrir, encontrar, investigar y crear».
María Rodríguez Turiel, profesora del CRA Alto Tiétar, en Santa María del Tiétar, en Ávila, resalta sin ambigüedad la efectividad de la educación ambiental: «Nuestros alumnos han aprendido a ser más responsables y han desarrollado empatía y un pensamiento crítico ante problemas reales y han comenzado a adoptar comportamientos sostenibles en su vida diaria y la de sus familiares». Naturaliza, sostiene, es «un valioso apoyo para integrar estos valores de manera significativa».
«La educación ambiental para la sostenibilidad es esencial para la construcción de una sociedad informada, formada y crítica que sea consciente de los retos ambientales», explica Helena Astorga, responsable de Naturaliza. El objetivo final, señala, «es que los más pequeños conozcan estas problemáticas y puedan tomar conciencia de qué pueden hacer desde su realidad, tanto a nivel individual como colectivo, para hacerles frente».
Y aunque la apuesta es a largo plazo, los resultados ya comienzan a brotar: según el último Informe Juventud en España, el 76% de los jóvenes encuestados presenta mayor sensibilidad hacia las actitudes medioambientalistas. Una conciencia que, se espera, siga germinando.
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