Cultura

«No podemos imponer a las obras del pasado los valores del presente»

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26
septiembre
2024

Nadie, ni siquiera los que menos comulgan con su cine y su manera de hacerlo, puede negar a Jonás Trueba (Madrid, 1981) su singularidad como director y productor. Tampoco la libertad con la que está levantando una filmografía que cumple década y media y cuyo último exponente, ‘Volveréis’, ha llegado a las salas con premio de la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes y merecidas papeletas para ser una de las películas españolas del año. Pese a algunas constantes –las relaciones de pareja, el habitual diálogo con sus referentes, sus actores fetiche, las calles de Madrid…–, se aprecia también cierto giro a una narrativa más clásica.


Volveréis tiene su origen en una frase que te solía decir tu padre, Fernando Trueba: habría que celebrar con una fiesta las separaciones. De la pareja protagonista en crisis, ella, que es directora, cree que esa además puede ser una buena idea para una película. ¿Las ideas que funcionan en el cine pueden funcionan en la vida real?

La idea de celebrar una ruptura no la he puesto nunca en práctica pero el cine me ha permitido hacerlo. No sé si me habría atrevido en la vida real a hacer lo que hacen ellos. Hay un momento en que me di cuenta no recuerdo cuándo ni por qué de que era una premisa muy interesante para una película y concretamente para una comedia.

¿Volveréis es la historia de una crisis porque su director atraviesa una crisis?

Sí. No hay que tener miedo a poder afirmarlo. Dicho esto, lo cierto es que suelo estar siempre en crisis con todo, conmigo mismo para empezar, pero también con el cine. Súmale a eso que uno va cumpliendo años. Sufres y te vas preguntando cómo puedes mantenerte. Esta es la historia que me tocaba hacer. Habla de mi estado de ánimo en este momento.

«Lo cierto es que suelo estar siempre en crisis con todo, conmigo mismo para empezar, pero también con el cine»

¿Qué has descubierto o aprendido contando esta crisis de pareja?

Cada película te sirve para quitarte pesos de encima… Tiene que ver con poner un poco de perspectiva. Es una manera de verte a ti mismo y a las personas que están contigo en un espejo. Luego puedes aprender de ello o no. Es posible que te vuelvas a confundir pero siempre trabajo con esa idea de que las películas de alguna manera nos sirvan. Cuando la haces estás nombrando las cosas y al nombrarlas, al ponerlas encima de la mesa, estás arriesgando, estás poniendo en juego los elementos que te rondan, lo bueno y lo malo. Eso siempre es sano.

La pareja protagonista, con catorce años de relación, era para su entorno, hasta que anuncian su intención de separarse, un ejemplo de solidez. ¿Es la complicidad la clave para construir una relación a largo plazo?

Puede ser. A mí siempre me interesa la pareja como hecho, como algo que necesitamos. Incluso ahora, cuando se tira de clichés para poner en entredicho la idea de la pareja, me gusta reivindicarla por lo que tiene de asunción de que necesitas a otro para sostenerte a muchos niveles, para que te mire, para que te ponga en valor… Me he encontrado con parejas que son admirables, con sus defectos y seguramente sus altibajos, pero capaces de construir una unidad siendo dos personas. Una unidad de entendimiento, en los que aprecias que en esa suma hay algo que les hace mejores, que obtienen algo que quizá no conseguirían por separado. Lo veo como un ideal en un mundo presente muy de usar y tirar. Esto lo consiguen con valores que quizá no son los que están más de moda pero a mí me apetecía defenderlo y pensar que estábamos contando una pareja del siglo XX en el buen y mal sentido. Tiene algo casi provocador que nos gustaba.

Nos presentas a dos personas que sufren –aunque lo disimulen– pero que son, por encima de todo, seres civilizados que bromean y planean su separación mientras desayunan.

Es que la idea es mostrar eso como un ideal. Siempre habrá gente que te va a decir que no es muy creíble tanto civismo en la pareja en esas circunstancias. En mi película La reconquista el chico volvía tras una noche de juerga y le contaba a su novia lo sucedido. Recuerdo que muchos amigos, varones, se escandalizaban por la reacción de ella porque no les parecía verosímil una actitud tan paciente, sin celos ni broncas… Pueden pasar las dos cosas. En Volveréis lo llevamos más lejos porque me gusta mostrar el costado más civilizado de una pareja en crisis. En el momento más jodido mantienen una dignidad al final que me parece admirable.

«Está bien que haya un cine que te incite a ser mejor, que veamos a una pareja como la de Volveréis y que nos resulte inspiradora»

Y eso responde afirmativamente a la pregunta del libro del filósofo Stanley Cavell que sale en la película: El cine, ¿puede hacernos mejores?

Totalmente. Siempre he evitado en mis películas dar cuenta de lo peor del ser humano. Muchos cineastas tienden a enseñarnos lo malos y ruines que somos. Es una posibilidad válida, sin duda, pero muchas veces parece que no hay escape. Por eso está bien que haya un cine que te incite a ser mejor, que veamos a una pareja como la de Volveréis y que nos resulte inspiradora.

¿Hay cálculo por tu parte para que sea el espectador el que decida por sí mismo si los protagonistas deben celebrar la ruptura o más bien darse una nueva oportunidad?

Soy yo de poco cálculo en general. Tiendo a buscar finales si no felices, al menos optimistas; finales de los que salgas inspirado o con ganas de vivir. Si en este caso no es tan evidente, es porque no he sido capaz. La película está envuelta en la ambigüedad y la duda pero no tanto por estrategia sino más bien por mi propia confusión respecto a lo que estoy contando. Aunque no hablaría de un final abierto, estoy de acuerdo en que la película no es conclusiva. De hecho, me he encontrado con gente que me ha hecho interpretaciones opuestas y las dos me han parecido bien. Según el día lo veo con unos ojos o con otros.

«Recoger [de mi padre] su frase de celebrar las separaciones para una película fue casi como devolverle la pelota con humor»

Desde que empezaste te han recordado que eres hijo de tu padre. Esta vez el que lo recuerda eres tú mismo dándole un papel breve pero esencial, el del padre de la protagonista. ¿Te has sentido liberado haciéndolo?

Todo obedece a un deseo que yo tenía interno desde hace tiempo de filmar a mi padre. Sabía que era un momento que llegaría, porque lo había intuido más de una vez, pero no se daban las circunstancias. Recoger su frase de celebrar las separaciones para una película fue casi como devolverle la pelota con humor. Una invitación divertida para él que conecta con ese género de películas en los que el padre de la novia siempre tiene un papel relevante. Y al mismo tiempo era consciente de que estaba yendo al centro de mi propia problemática, de algo que siempre ha estado ahí: la cuestión de mi apellido, de mi herencia. Me lo llevan recordando prácticamente cada día desde que empecé y he intentado llevarlo lo mejor que he podido sin ocultar nunca mi condición de «hijo de». Me siento orgulloso de cómo a la gente le divierte este gesto. Mi padre le dio al personaje su humor y su personalidad, que es muy fuerte. En realidad, le da muchas cosas en pocos minutos. No se me ocurre nadie que pudiera haberlo hecho mejor.

La película dialoga con las comedias de matrimonios en crisis de los años treinta pero también pertenece a ese subgénero del cine dentro del cine.

Bromeábamos en el rodaje con la idea de si no estaba haciendo mi Ocho y medio, el gran clásico del metacine dirigido por Fellini. Por cierto, tiene algo de eso en realidad: es mi octavo largo más un mediometraje y nos hacía gracia decirlo porque se puede apreciar cierto reciclaje de nuestras propias historias, nuestras obsesiones de otras películas en esta. Me alegra que los espectadores menos cinéfilos reciban esta parte con un poco de extrañeza, de absurdidad y confusión, que es como yo más siento las cosas. No es tanto que quiera hacer un discurso del cine dentro del cine como la idea de que el cine y la vida se me confunden.

Hay un momento en que los protagonistas discuten sobre 10, la mujer perfecta (1979) de Blake Edwards, su película sobre la crisis de los cuarenta. Ella condena la cinta por lo que tiene de regodeo en un «humor sexual masculino que cosifica la mujer» y él la defiende con entusiasmo. ¿Ves justificados estos ejercicios de revisionismo?

Entiendo los argumentos de ambos. Es un tipo de discusión que yo mismo he tenido y que estamos teniendo todos últimamente porque está en el aire esto del revisionismo, que veo excesivo, casi diría que infantil. No podemos imponer a las obras de creación del pasado los valores del presente. Hay que entender el momento y no dejar de ver la belleza de Las meninas por que veamos en el cuadro cosas que ahora nos parecen reprobables.

«No sé si yo me habría atrevido a celebrar la separación con mi pareja»

Volveréis llega tras la frustración de no haber podido filmar Segundo premio, la historia sobre el momento más delicado de Los Planetas que finalmente dirigieron Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez. ¿Te ayudó el premio recibido en Cannes a superar la pena de tanto tiempo invertido en vano?

No niego que fue un proceso duro, cansado y complejo a muchos niveles profesionales y emocionales, y no solo para mí. Me ha ayudado a superarlo que la película no se malograra, que se acabara haciendo, que la hiciera Isaki, que haya encontrado su público, que sea extraordinaria y que esté gustando mucho. También es bonito que la hayamos podido estrenar prácticamente a la vez. De hecho, me da que todavía no lo hemos asimilado en el mejor sentido. Seguramente cometí el error de empeñarme de más en algo que no debía ser, y al mismo tiempo me trajo un montón de amigos y acumulé una sabiduría con toda esa experiencia que va a ser importante en mi vida. Es, por tanto, una historia con final feliz y eso que hubo un momento en que nos sentíamos casi malditos. Estoy orgulloso del esfuerzo porque no salté del barco y ayudé con otras personas a que no se hundiera y poder llevarlo a tierra.

Has dicho que no descartas rodar una película de temática política, sobre cómo la conversación sobre el tema lo invade todo para mal.

Le doy vueltas a esa idea desde hace tiempo. La cuestión es si voy a encontrar la manera de concretarlo como me gustaría, que es con humor. La idea sería hacer ver el lado un poco perverso e invasivo que tiene la política de un tiempo a esta parte; seguramente lo ha tenido siempre pero la sensación estos últimos años es que la política ha sido especialmente cansina y ha dividido mucho a la sociedad, a los amigos, a las familias… Y eso lo he vivido con preocupación. Desde que empecé a hacer cine ha ido a más de una manera realmente preocupante. La fragmentación tras los atentados del 11M, la crisis de 2008, el 15M como una efervescencia positiva de repensar la política que luego no se supo digerir bien, la situación de Cataluña… Nos ha afectado a todos y uno mismo se sorprende hablando con una vehemencia que piensas si no estaremos locos. Seguramente estamos locos, pero sobre todo lo están los políticos que han sido muy perjudiciales y no han hecho un buen trabajo.

Esa vehemencia que comentas es especialmente patente en algunas redes sociales. Aunque no participes en ellas, ¿estás al tanto de lo que allí pasa?

A veces veo o me llegan cosas que están bien pero intento mantenerme a una distancia sana. No siempre es fácil porque otros se encargan de hacerte llegar lo que te afecta, casi siempre de forma negativa.

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