Pensamiento
El fascismo como ficción y como realidad
Nuestras ficciones de masas han sido muy buenas ilustrando la toma y mantenimiento del poder violentamente por parte del fascismo. Sin embargo, solo recientemente la ficción ha comenzado a abordar el fenómeno de la extrema derecha.
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El miembro de Vox, Rafael Bardají, le resumió mejor que nadie a Anne Applebaum en el libro de la historiadora El ocaso de la democracia cómo veía la política la extrema derecha: «Es la guerra por otros medios». Pervertía de esta manera las palabras de Carl von Clausewitz, quien en el siglo XIX dijo que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». El militar prusiano establecía así una clara distinción entre lo uno y lo otro, ya que en la guerra están permitidas muchas cosas que en la política no. Existen bastantes diferencias entre el fascismo del siglo XX y la extrema derecha contemporánea (su heredera ideológica), pero las palabras de Bardají revelan uno de los principales parecidos entre ambos fenómenos políticos. El fascismo clásico veía en la violencia el medio definitivo para hacerse con el poder y mantenerlo. Por su parte, la extrema derecha niega la política dentro de la política al ver esta como una guerra (la máxima expresión de violencia), donde no hay método cuestionable para derrotar al oponente.
Nuestras ficciones de masas han sido muy buenas ilustrando esa toma y mantenimiento del poder violentamente por parte del fascismo. Podemos fijarnos en aquellas historias que le contamos a la juventud porque, sin darles el coñazo hablándoles explícitamente de política, inconscientemente tratamos de mostrarles aquello que deberían evitar. En Star Wars el senador Palpatine da un golpe de estado violento contra la república y se convierte en emperador de un régimen homogeneizante de estética y proceder fascistas, acaparando todo el poder. En Harry Potter, J.K. Rowling también describe de manera disfrazada el fascismo del siglo XX cuando inventa a los mortífagos, magos xenófobos obsesionados con eliminar a los no magos y a los «sangre sucia» (magos mestizos) y que también llegan a hacerse con el poder del mundo mágico violentamente.
Lamentablemente, solo recientemente la ficción ha comenzado a abordar el fenómeno de la extrema derecha. El trasfondo de un videojuego, Helldivers 2, trata de reflejar esa ansiedad de nuestra época que se pregunta si no estaremos creando progresivamente las condiciones que nos lleven a experimentar algún tipo de fascismo evolucionado en algún momento de nuestras vidas. En el videojuego de tipo shooter, que se inspira en la película de Paul Verhoeven Starship Troopers (otra parodia del fascismo clásico), los jugadores interpretan el rol de soldados que combaten por toda la galaxia contra insectos gigantes y robots que parecen sacados de las películas de Terminator. Detalle importante: la xenofobia sigue existiendo en el juego, pero trasciende más allá de la raza humana. Conceptualmente la extrema derecha funciona igual, la xenofobia no se centra tanto en la raza, sino en la nacionalidad.
El sistema político que defienden los avatares de los jugadores parece formado con los elementos más generales del fascismo y los más débiles de la democracia. La idea de los desarrolladores del juego ha sido crear una parodia en donde se han metido en una batidora la retórica y los rituales propios de la democracia junto con el proceder autoritario del fascismo para ver qué sale. El resultado es un Frankenstein político, una especie de demofascismo («democracia gestionada» es el término que se usa en el juego).
«El desafío de las sociedades democráticas actuales es el de evitar pasar sin violencia pero legal y gradualmente hacia la autocracia»
Los creadores de Helldivers 2 también se preguntan si nos daremos cuenta de vivir en un sistema neofascista independientemente de que formemos parte de él de manera entusiasta o no. Entienden que sería posible si el poder no se tomase violentamente, sino mediante una progresiva transición política que se apoyara en la tergiversación de las palabras o en su vaciado de significado. A fin de cuentas, «algo que no puede ser descrito no llega a ser un hecho de una realidad compartida», como escribe Masha Gessen en su libro Sobrevivir a la autocracia. Lo decía en alusión a la celebración de elecciones en la Unión Soviética, donde solía referirse a ellas como «la libre expresión de la voluntad ciudadana» pero no eran tal cosa. Sin embargo, comparaba esto con los cuatro traumáticos años de gobierno de la administración Trump, en los que las palabras dejaron de significar algo en la política estadounidense y se dañaron gravemente las instituciones democráticas del país.
España demostró durante la Transición que era posible pasar de la autocracia a la democracia «de la ley a la ley», como dijo Torcuato Fernández Miranda, uno de sus arquitectos. Volviendo a Star Wars, lo que pasó en España fue como si, tras décadas en el poder, el emperador y Darth Vader hubieran muerto de viejos y el senado hubiera decidido que convenía restablecer por sí misma la república democrática. Lo contrario también hubiera sido posible, que en un principio Palpatine se hubiera hecho con el poder absoluto mediante la ley y la burocracia. El desafío de la política española durante los años 70 y 80 del siglo pasado fue el de pasar de la dictadura a la democracia de manera legal y sin violencia; el de las sociedades democráticas actuales es el de evitar pasar sin violencia pero legal y gradualmente hacia la autocracia.
No podemos saber cuáles serían todos los fundamentos ideológicos de esos potenciales estados autoritarios (aunque tengamos algunas intuiciones), pero la toma y mantenimiento del poder, dentro de la política, pero despreciando la política, es lo más evidente de momento. Si apenas tenemos todavía ficciones de masas para describir esto es porque la situación es nueva para nosotros, y porque es difícil contar historias tan poco épicas.
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