Educación
Cómo combatir el calor en las aulas desde la arquitectura
La tendencia de aumento de las temperaturas máximas durante períodos prolongados es global y está afectando a estudiantes y docentes en todo el mundo. Regiones como el norte de España o el centro de Europa, que previamente no habían experimentado este problema, ahora se enfrentan a la falta de preparación en escuelas y facultades para hacer frente al incremento de las olas de calor.
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Con la llegada del verano, el aumento de las temperaturas, y lo que se está conociendo ya como el «veroño», vuelve el debate sobre la conveniencia de mejorar la gestión de la energía en los centros educativos. Aunque los cambios en las condiciones climáticas y las fluctuaciones extremas de temperatura en distintas regiones geográficas requieren enfoques de aislamiento específicos, la tendencia de aumento de las temperaturas máximas durante períodos prolongados es global y está afectando a estudiantes y docentes en todo el mundo. Regiones como el norte de España o el centro de Europa, que previamente no habían experimentado este problema, ahora se enfrentan a la falta de preparación en escuelas y facultades para hacer frente al incremento de las olas de calor.
Uno de los grupos más perjudicados por el cambio climático son los menores y el número de protestas dirigidas a las autoridades para tomar medidas crece. ¿Cómo podemos contribuir a mejorar esta situación?
Adaptar estructuras existentes
En España hay alrededor de 28.000 centros educativos que no son universidades, además de unas 86 instituciones de educación superior. La mayoría de estas construcciones tienen más de 25 años de existencia y no siempre satisfacen los estándares de aislamiento térmico, especialmente cuando las altas temperaturas del verano alcanzan niveles extremos por un período prolongado. De cara a esta situación, y a menos que haya excepciones, el objetivo principal sería encontrar respuestas al intenso calor que afecta a las aulas ya existentes. Afortunadamente, el abanico de posibles soluciones es amplio.
Un ejemplo: en construcciones o en áreas que carecen de ventilación natural, un sistema de ventilación natural y cruzada podría garantizar un flujo constante de aire. Reducir la dependencia del aire acondicionado no solo sería beneficioso para el medio ambiente, sino que también contribuiría a disminuir el consumo de energía, por lo que sería un ahorro significativo para la institución.
La mayoría de estas construcciones tienen más de 25 años de existencia y no siempre satisfacen los estándares de aislamiento térmico
La implementación de una fachada de doble envoltura podría generar un espacio de aire entre la capa exterior y la estructura interna del edificio, siempre y cuando la estructura lo permita. Actuaría como un aislante térmico, disminuyendo así la conducción de calor. Las lamas, ya sean orientables o fijas, pueden representar una solución eficiente, dependiendo de la orientación y las particularidades del edificio. Asimismo, la utilización de materiales y pinturas reflectantes o de revestimientos aislantes suele dar resultados efectivos en regiones con temperaturas elevadas.
Los techos verdes y los jardines verticales pueden ofrecer un aislamiento adicional si esta solución es factible dentro de la estructura existente. Estos elementos pueden integrarse en una estrategia global destinada a mejorar el control térmico y la eficiencia energética. La integración de la vegetación en áreas verdes en los campus universitarios contribuye a la reducción de la temperatura ambiente mediante la evapotranspiración. Los árboles aceleran el proceso: además de proporcionar sombra, absorber CO2 y crear un entorno acogedor, ofrecen áreas de recreación para el alumnado.
Materiales naturales y planificación
Además de optimizar los diseños, se pueden emplear materiales locales y naturales con alta inercia térmica para lograr la disminución de la transferencia de calor durante la temporada estival y conservar la energía térmica en el interior de la edificación durante el invierno. La implementación de otros métodos, como la refrigeración térmica nocturna o la modificación de los horarios de las clases, formarían parte de las medidas para tener un impacto positivo en la eficiencia energética.
Contrariamente a la climatización mecánica, las medidas pasivas para reducir la temperatura en las aulas no retroalimentan el calentamiento global
Es imperativo proponer soluciones para los edificios educativos actuales para adecuarlos a las nuevas circunstancias. Paralelamente, tenemos que modificar nuestro estilo de vida y ajustarnos a una nueva realidad. La planificación de nuevos campus universitarios y centros educativos, desde el nivel de educación infantil hasta la educación secundaria, debe basarse en un diseño pasivo y bioclimático, lo que requiere una cuidadosa planificación. Los centros educativos reciben a diario a una gran cantidad de personas jóvenes; por tanto, pueden ser un lugar ideal para proyectar una visión futurista/pionera, con edificios que pueden destacarse como líderes en la adaptación al cambio climático y servir de modelo para otras tipologías arquitectónicas. Las soluciones se encuentran en la utilización de elementos básicos y en la aplicación de metodologías históricas probadas, sin necesidad de recurrir a accesorios extravagantes ni máquinas sofisticadas.
Empezar la casa por los cimientos
Se trata de construir bien desde cero para evitar el calor, apoyándonos en el diseño pasivo y bioclimático. He aquí unos criterios básicos:
- Atención con la orientación. Si nos aseguramos de que las aulas estén orientadas hacia el norte, evitaremos la luz solar directa, y si las orientamos al sur, donde el solsticio es alto, resultará fácil proteger las aberturas (p. ej., las ventanas).
- Edificios con buen aislamiento, de modo que se reduzca la ganancia de calor en verano y se mantenga la energía dentro del edificio en invierno. Además, si utilizamos los tejados para crear jardines, proporcionaremos un aislamiento natural y espacios abiertos adicionales.
- Fijémonos bien en la historia: ¿por qué no crear un aire acondicionado natural con unas «torres de refrigeración» orientadas para captar el viento? Así se hacía en las antiguas construcciones de Isfahán, en Irán. Es una técnica milenaria aplicada por el arquitecto Hassan Fathy (premio Aga Khan de Arquitectura en 1980) en las famosas «neveras del desierto», en Egipto, que atrapan el calor y permiten reducir la temperatura interior sin ayuda mecánica.
- Edificios en capas flexibles, donde cada elemento ayude a su uso de forma eficiente proporcionando nuevos espacios para enseñar, compartir e innovar.
- No olvidemos las metodologías históricas locales para la construcción: veamos cómo hemos tenido éxito y dónde podemos mejorar nuestros diseños. Sabemos que un patio con plantas puede constituir un refrigerador natural que contribuye a la eficiencia energética; es el caso de los famosos patios de Córdoba. ¿Por qué no aplicar lo mismo en un campus universitario? Naturalmente, la vegetación puede combinarse con la creación de espacios sombreados al aire libre, con pérgolas, toldos o con patios cubiertos donde los estudiantes puedan descansar y realizar actividades al aire libre sin exposición directa al sol.
- Seamos honestos con la construcción. Como último punto, quizás el más importante estriba en enseñar a niños y jóvenes los entresijos de los edificios para que los valoren y entiendan cómo se construyen, los sistemas y la cantidad de esfuerzo y energía necesaria para funcionar.
Es cierto que todas las medidas aquí mencionadas requieren una inversión inicial que, a su vez, necesitará un tiempo antes de ser amortizada. Sin embargo, en el largo plazo será una inversión muy rentable en términos financieros y en sostenibilidad: la reducción de la temperatura ambiente en las aulas repercute en el bienestar de las personas en el campus de forma inmediata. Favorecería la concentración de profesores y alumnos y ayudaría a mejorar el rendimiento académico. Un detalle importante: contrariamente a la climatización mecánica, las medidas pasivas para reducir la temperatura en las aulas no retroalimentan el calentamiento global.
Pedro Peña Jurado es arquitecto y cofundador de Studiopez.
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