Pensamiento

La duda que Pirrón trajo a Europa desde la India

El escepticismo filosófico le debe su origen en occidente a Pirrón de Elis, quien acompañó a Alejandro Magno en su expedición de conquista hasta la India. En el subcontinente, el filósofo griego tuvo contacto con ascetas y pensadores de las disciplinas locales, quienes influyeron en su posterior mirada sobre la epistemología.

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24
julio
2024

La contundente victoria de Alejandro Magno en la batalla de Gaugamela (331 a.C.) cambió para siempre la historia de occidente. La cultura griega, que aún conservaba una visión tribal y beligerante entre sus ciudades-estado, evolucionó hacia una noción de unidad a través de los rasgos comunes que les diferenciaban como griegos frente a los otros pueblos que, de la mano del rey macedonio, iban incorporando a su extenso imperio. También permitió un creciente sincretismo de ideas. La llegada de las fuerzas macedonias a las grandes y esplendorosas urbes de Egipto, Babilonia y los confines de Bactria permitieron que numerosos pensadores quisieran conocer los saberes de aquellas tierras que diferían bastante de la imagen tradicional que tenían de los pueblos bárbaros. Uno de aquellos filósofos que acompañó la expedición alejandrina fue Pirrón de Elis (s. IV-III a.C.).

Del pensador escribió Antígono de Caristos en su obra Vida de los filósofos que era una persona profundamente despistada y despreocupada por las cosas mundanas, llegando a tropezar «hasta con las paredes» y entregado a las tareas domésticas junto con su hermana Filista (gesto no muy bien visto en un hombre para los griegos de aquella época). Cicerón, en cambio, en sus Cuestiones Académicas, dibujó un retrato de Pirrón centrado en su profunda preocupación por la virtud y la felicidad, su indiferencia hacia cuestiones relevantes como la posesión de riqueza o de salud y su determinación a la hora de mantener un carácter imperturbable ante las cambiantes circunstancias de la vida.

De la doctrina socrática tomó el joven pensador la idea de la virtud, entendida en un sentido ético, como principio rector de la vida

En efecto, Pirrón estuvo influido por Fedón, filósofo socrático que se asentó en la polis, y por Anaxarco de Abdera, de quien presumiblemente fue discípulo. De la doctrina socrática tomó el joven pensador la idea de la virtud, entendida en un sentido ético, como principio rector de la vida de todo ser humano. Pero fue Anaxarco quien sembró en Pirrón los rudimentos del escepticismo. Como atomista práctico, Anaxarco defendió que el reflejo de la realidad que producen nuestros sentidos es profundamente engañoso, ya que la realidad no tiene la forma ni la naturaleza que aparentan las imágenes que producen nuestros ojos, sino que está compuesta por unidades de materia indivisibles e invisibles llamadas átomos, que hoy sabemos que sí son divisibles en partículas. La felicidad para los atomistas prácticos consistía en liberarse del juego de las apariencias a las que nos someten nuestros engañosos sentidos.

El viaje que transformó a Pirrón

Quienes viajan al subcontinente indio se encuentran con la doble cara de la realidad: pobreza y subdesarrollo, por un lado, pero por el otro una diamantina riqueza espiritual, metafísica y filosófica acerca de la realidad, de su percepción y de la naturaleza del ser.

Algo semejante le sucedió a Pirrón, quien se unió a la expedición conquistadora de Alejandro Magno. El imparable avance del rey macedonio llevó a sus hombres, agotados tras años sin regresar al hogar, hasta el reino indio de Taxilia, en el Punjab, y más tarde a la dificultosa victoria en la batalla del río Hidaspes (326 a.C.), donde el maltrecho ejército invasor apenas consiguió convertir el reino del soberano Poros en una satrapía. Luego, los griegos siguieron el cauce del río Indo, donde fundaron un par más de ciudades llamadas «Alejandría», quizá la primera franquicia urbanística del mundo.

En el seno de la India, Pirrón conoció a gimnosofistas (literalmente, «sabios desnudos»), yoguis y ascetas de la época brahmánica. Al interesarse por las muy diversas ideas de aquellos pensadores probablemente conoció los Upanishad y el sustrato del vedismo. También pudo conocer el budismo y sus ideas sobre el mundo como ilusión, el concepto de «iluminación» y la primacía de la vida interior –austera, en busca de la felicidad verdadera, despojada de pasiones banales– frente al mundo de las apariencias.

Sea como fuere, el encuentro entre Pirrón y los sabios indios asentó las ideas del filósofo griego a su regreso a su Elis natal, donde fundó su escuela. Fiel a sus ideas, Pirrón se esforzó por llevar una vida sencilla y muy austera. No legó obra escrita de su puño y letra, aunque su pensamiento dejó huella. Tanto, que su escuela, la escéptica, ha sido motivo de desprecio y de estudio durante los siguientes dos mil años.

Las ideas de Pirrón

El pensamiento de Pirrón representa el ala más hermética del posterior escepticismo, que refundó Enesidemo de Cnosos. En su doctrina tan solo importa el cultivo de la paz interior mediante la serenidad del alma y del pensamiento para alcanzar la felicidad plena, la ataraxia. Por supuesto, la práctica de la virtud representa el ejercicio más elevado en la vida humana para el pensador de Elis. Sin embargo, como los sentidos se demuestran engañosos, el juicio, incluso mediante el esfuerzo continuo de la racionalidad, también lo es para el griego. Por tanto, el conocimiento queda negado. La duda ocupa el lugar permanente de la certeza. Todo cuanto creemos conocer lo es en apariencia. Solo el estado interior importa, pues no puede estar turbado por ninguna representación sensorial. Es decir, la única verdad reside en el estado interno del ser.

El primer escéptico de occidente estuvo fuertemente influido por las ideas del subcontinente indio

Pero para alcanzar la ataraxia hace falta algo más que desconfiar de toda información exterior. La turbación, bajo la mirada de Pirrón, surge cuando realizamos juicios absolutos sobre la naturaleza de las cosas y su signo moral, quienes a su vez generan deseo y temor, enemigos del deseado estado de paz interior. De esta manera, Pirrón defiende suspender por completo todo juicio mental (epoché): sin pensamiento, nada es bueno ni malo, falso ni verdadero, ni existe asentimiento ni mucho menos un pronunciamiento volitivo hacia unas cosas u otras (afasia).

Curiosamente, el pensamiento de Pirrón y de los continuadores de su doctrina tuvo un movimiento de ida y vuelta entre el mundo grecolatino e India. Si bien el primer escéptico de occidente estuvo fuertemente influido por las ideas del subcontinente, el pirronismo ejerció una destacada impronta en el filósofo y monje budista Nāgārjuna cuatrocientos años después, quien fundó la escuela budista de la Vía Media o Madhyamaka.

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