Medio Ambiente
¿El sistema alimentario global está enfermo?
La agricultura industrial crece sin cesar a costa de la naturaleza y los derechos de los trabajadores, amenazando la salud global, perpetuando la pobreza y agotando los recursos que necesitamos para el desarrollo futuro. Por ello, es urgente replantear el sistema agroindustrial global hacia prácticas más saludables, éticas y equitativas.
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La comida no es solo una necesidad vital, sino también una experiencia universal, y la base común de la humanidad. La historia de los alimentos es la historia de nuestra civilización. Como escribió el historiador Felipe Fernández-Armesto en su obra Historia de la comida. Alimentos, cocina y civilización: «Es posible imaginar una economía sin dinero y reproducción sin amor, pero no puede haber vida sin comida. Por ende, resulta legítimo considerar la comida como el tema más importante del mundo: es lo que más preocupa a la mayoría de la gente la mayor parte del tiempo».
La alimentación es la clave de la vida, y también ha moldeado nuestra cultura y forma de vivir. La evolución de la sociedad se ve reflejada en la historia agrícola y en la transformación de los sistemas alimentarios. Desde los tiempos de la caza y recolección hasta la actualidad, donde dominan la agricultura industrial y la distribución global de alimentos, el comercio, las innovaciones, la tecnología, y también las políticas, han transformado los sistemas alimentarios en una red global muy productiva, pero también poco equitativa, ineficiente y contaminante.
En el modelo original de producción local de alimentos, la conexión entre producto, proceso y lugar era directa y sencilla. Los consumidores solían adquirir productos frescos de temporada y esenciales directamente de los agricultores locales o de los comercios minoristas cercanos. Sin embargo, esta dinámica cambió desde la Revolución Industrial, y más significativamente a partir de la década de 1960. Tanto agricultores como consumidores se vieron cada vez más involucrados en grandes cadenas alimentarias globales, dando origen al actual sistema alimentario mundial, caracterizado por la deslocalización y relocalización de los alimentos, las cadenas de suministro largas y complejas, la intensificación industrial y la consolidación empresarial. Un sistema cuyas prácticas comerciales, como reconoce un informe de Oxfam, contribuyen a la explotación laboral, la desigualdad y la degradación ambiental en toda la cadena de suministro.
Un sistema que contamina, esquilma y provoca enfermedades
Aunque el sistema alimentario global ha logrado alimentar a una población en crecimiento, tiene costes ambientales y de salud significativos. Un informe reciente de la FAO estimó que los llamados «costes ocultos» del sistema agroalimentario global fueron de casi 13 billones de dólares en 2020 (equivalente al 10% del PIB global ese año), una cifra superior al valor de la producción mundial del propio sistema de alimentos.
Estos costes, que no son incorporados al precio final ni descontados de los beneficios de las empresas, incluyen aquellos derivados de las emisiones de gases de efecto invernadero, el mal uso del agua y la deforestación; los costes para la salud derivados de dietas poco saludables, con alto contenido de alimentos ultraprocesados, grasas y azúcares, y también los costes económicos y sociales por la pobreza, la explotación y la vulneración de derechos.
La alimentación industrial está acelerando las tasas de obesidad a nivel global
Aunque no se contabilicen sus costes, las consecuencias de este sistema disfuncional son patentes desde hace años. La alimentación industrial está acelerando las tasas de obesidad a nivel global. De acuerdo con un estudio recién publicado por la revista médica The Lancet, en 2022 más de mil millones de personas (cerca del 13% de la población mundial) eran obesas. A nivel global, la prevalencia de la obesidad en adultos se ha duplicado desde 1990, mientras que en niños y adolescentes se ha cuadruplicado, en gran medida atribuible al consumo de alimentos altamente procesados de origen comercial. Los datos también muestran que el 43% de los adultos a nivel mundial tenían sobrepeso.
A pesar de estos impactos tan preocupantes, la alta concentración de poder y la falta de transparencia en los sistemas alimentarios impiden una reacción eficaz por parte de gobiernos y ciudadanos. Un reducido grupo de grandes corporaciones controla los mercados globales de alimentos básicos, lo que les otorga influencia sobre las políticas alimentarias en detrimento de los intereses públicos, los derechos laborales, la salud y el medio ambiente. Apenas cuatro empresas dominan el 60% del mercado mundial de semillas, entre el 70% y el 90% del comercio de cereales, y el 75% de las ventas mundiales de pesticidas.
El sistema alimentario global necesita reformas radicales
Si no se realizan cambios radicales, se prevé que en 2050 la inseguridad alimentaria afectará a 640 millones de personas, mientras que la obesidad mundial aumentará en un 70%. Los sistemas alimentarios continuarán siendo una importante fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo al calentamiento global, y aumentando la vulnerabilidad de la producción alimentaria frente a eventos climáticos extremos.
Para garantizar la seguridad alimentaria global de manera saludable, sostenible e inclusiva, el sistema agroindustrial global necesita una transformación radical. Esto implica promover la agroecología, fomentar la soberanía alimentaria, especialmente en los países del Sur Global, empoderar a los pequeños productores y regular eficazmente a las grandes corporaciones para hacer las cadenas agroalimentarias más justas, responsables y transparentes. Los retos son formidables, por lo que solo un trabajo audaz, pero a la vez concertado y consensuado entre todos los actores, permitirá reparar un sistema que da pan para hoy, pero hambre para mañana.
Jesús Quintana es colaborador de GATE Center.
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