Cultura

«Ha habido una dictadura de la visión en las artes plásticas»

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18
junio
2024

La artista Delcy Morelos (Tierralta, Colombia, 1967) ha sido reconocida internacionalmente por su obra plástica, marcada por la memoria, la identidad y el territorio. En ella usa materiales orgánicos tan diversos como la arcilla, la canela, la fibra de coco y las semillas de maíz, entre otros. Sus instalaciones han sido exhibidas en galerías y museos como la Dia Art Foundation de Chelsea, Nueva York, y la Bienal de Venecia. Recientemente inauguró ‘Profundis’ en la Zona Monumental del Monasterio de la Cartuja, sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) de Sevilla, un proyecto en el que representa la conexión entre América y España.


Acabas de inaugurar Profundis en Sevilla y ahora estás realizando una nueva obra en Gante, Bélgica…

Estoy contenta, ¿sabes? Para mí hacer obra es como una misión, como que uno tiene que dar un mensaje. En este caso sobre la tierra y a través del arte, que es una práctica desde lugares no tan racionales como leer un artículo sobre ecología, sino experimentando de otra manera… oliendo, mirando.

Y es que utilizas en tu obra elementos muy diversos, como tierra, arcilla, paja, semillas… ¿Cómo representan estos materiales orgánicos la conexión entre América y España, ese lazo que creas en el CAAC entre el Viejo Continente y el Nuevo Mundo?

Para mí fue un lugar muy importante para desvelar muchas cosas que yo había estado pensando y mostrarlas de otra manera, que las personas pensaran el encuentro de dos mundos, como fue el encuentro del mundo español con el mundo de América. Se ha hablado mucho del dolor que se produjo, de las muertes, pero yo lo quería mirar desde otro lugar, desde esas semillas que llegaron desde América y que han colonizado las mesas en Europa. El maíz, la papa, el tomate, el pimentón… y en este momento el mundo está descubriendo otra vez la chía, que tiene muchos nutrientes en su semilla y es muy beneficiosa para la salud. Esta era una planta que se usaba en el imperio Inca. Hay cosas que no te estás dando cuenta que vienen de América y que, sin el encuentro de estos dos mundos, muchos platos de Europa no se hubieran desarrollado. Sin el tomate, imagínate los italianos qué harían, o los ingleses y los irlandeses sin la papa, la tortilla española no existiría. Entonces, como Cristóbal Colón estuvo enterrado ahí en la capilla del Monasterio de la Cartuja, para mí era un lugar importante. Y también había estado pensando en que la muerte alimenta la vida. O sea, estas plantas, trituradas, las puse como nutrientes, semillas de chía y de maíz.

«La muerte alimenta la vida»

Justo te quería preguntar por las semillas: algunas irán brotando con los meses; de alguna manera, la obra está viva. ¿Son el símbolo de que esa conexión entre los dos mundos va creciendo y mutando con el tiempo?

Sí, y las plantas van a crecer, van a a morir y otras semillas van a surgir y germinar y se van a alimentar de las que murieron antes. Esto está ocurriendo sobre todo en la Capilla de Colón, donde él estuvo enterrado, y está ahí, simbólicamente. Encima de esta obra hay semillas de maíz que están creciendo rápidamente, con esa tierra andaluza; nunca había visto una tierra tan fértil, ese microclima que hay ahí. Andalucía es de una generosidad que todas estas semillas están creciendo muy rápidamente, como no había ocurrido en otras partes del mundo donde también había puesto semillas.

La idea de esta obra también es conectar con la tierra a través del olfato. Es cierto que estamos más acostumbrados a que el arte plástico esté reinado por la vista, ¿consideras que debería interpelar otros sentidos como el olfato, el tacto o el oído?

Ha habido una dictadura de la visión en las artes plásticas. Yo he trabajado con el olor porque en el cerebro está muy cerca de la memoria. Cuando tú hueles algo, te lleva a lugares de tu pasado en los que oliste esa sustancia. Si huele a humedad, te lleva a cuando ibas al bosque de pequeña con tu abuela, o así. Lo que hace el olor es que te activa tus memorias y emociones del pasado. En varios lugares que he trabajado con el olor, poniéndole sustancias odoríficas a la obra, es una respuesta totalmente diferente, dependiendo del lugar donde lo estoy haciendo. En la Bienal de Venecia de 2022, por ejemplo, mezclé el cacao, el café, la canela y los clavos de olor con la tierra. En Dia, en Nueva York usé olores creados por una empresa especializada en perfumes porque la obra iba a estar montada muchos meses y las sustancias pierden su olor, y quería que oliera a bosque. En el CAAC, como era un antiguo monasterio cartujo, donde había una iglesia, usé inciensos, porque es el encuentro de las dos culturas a través de los olores. Usé mirra, que se usaba mucho en las iglesias en Europa, y copal, que es una resina de un árbol que viene de Mesoamérica.

«‘Profundis’ es el encuentro de las dos culturas a través de los olores»

En ese lazo entre continentes en Santa María de las Cuevas, ¿la palabra o el concepto que lo engloba sería dualidad, diálogo, puente, umbral, reconciliación…? ¿Un tejido de la luz y la sombra de la colonización?

Todos los que has nombrado. Es como una síntesis de todo. De los encuentros, de los puentes, de los diálogos, y de los desencuentros también. Pero en un lugar sagrado, donde todo lo que llega ahí se sacraliza. Y también estoy hablando de lo femenino, porque era un monasterio de monjes, donde lo femenino no tenía un lugar, solo tenía el nombre de Santa María de las Cuevas. La cueva como un símbolo del útero, del lugar donde se genera la vida. Entonces, simbólicamente, creé una caverna en el claustro de la iglesia. Tú entras a la caverna, la pasas como si estuvieras por el ducto vaginal, llegas y ves la luz del altar y el albero se ilumina. Esa tierra que está en las plazas de toros, que no es completamente tierra ni completamente arena. Es muy particular, tiene como fragmentos de conchas marinas y es de un amarillo intenso.

La obra entonces hace presente esas cosas que se habían quedado relegadas y colonizadas y que ahora se traen a ese Viejo Continente, el lugar de poder que ahora alberga las manifestaciones de lo femenino, lo indígena e incluso los animales en un gesto reivindicativo, ¿no?

Sí, sí. El albero en el altar, no en el lugar del sacrificio.

Además, la instalación comparte nombre no solo con una de las capillas del Monasterio de la Cartuja sino también con el libro epistolar de Oscar Wilde, De profundis (1897).

Esa es una obra sobre el amor. Pero aquí en Profundis el amor está expandido hacia los animales, hacia lo sagrado, hacia las otras formas de pensamiento y otras formas de vida.

«El silencio es donde te puedes comunicar con la profundidad de tu ser»

En un mundo de ruido y aceleración, ¿qué rol juega en tu obra el silencio?

El silencio es donde te puedes comunicar con la profundidad de tu ser; no desde las emociones y los deseos, sino desde lo más sagrado que hay en cada uno de nosotros.

Has dicho en el pasado que como artista y como mujer te gusta detenerte a escuchar la sabiduría ancestral de los Andes, de la selva. En esta época de la dominación de las pantallas, ¿ese saber profundo, atávico, debería ser recuperado a través del arte?

Sí, a través del arte análogo, de los materiales ancestrales, donde se origina la vida, porque tú te alimentas de las plantas, incluso si eres carnívoro comes herbívoros que se alimentan de ellas.

Delcy Morelos

Delcy Morelos en el CAAC. Fotografía: Pepe Morón.

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