Contaminación

El césped artificial y la plastificación de la naturaleza

A primera vista, la idea del césped artificial parece sostenible: es reutilizable, no necesita ser regado y puede fabricarse con materiales reciclados. Sin embargo, por sus componentes contaminantes y su generación de microplásticos, la UE se está planteando prohibirlo.

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03
junio
2024

Cuando se introdujeron los céspedes artificiales en casas, campos de fútbol e incluso espacios públicos la iniciativa fue recibida como un gran avance para la sostenibilidad. No solamente no era necesario regar, sino que tenía muy poco coste de mantenimiento, y los materiales usados para algunos de ellos incluso podían provenir de otros productos reciclados. Durante años en España se han ido sustituyendo los campos de fútbol de césped natural por césped artificial, hasta el punto en el que hoy hay más de 10.000 campos del segundo tipo. Anualmente, en la Unión Europea se construyen de 1.200 a 1.400 campos de césped artificial.

La composición de los campos de hierba artificial es algo que hay que tener en cuenta: este tipo de cobertura está hecha con fibra de polietileno y una base de poliuretano o látex, sostenidos por una gran cantidad de granulado que actúa como arena que suele venir de neumáticos reciclados. Hasta este punto todo parece sostenible, si no fuera porque se han encontrado contaminantes en la escorrentía de aguas pluviales del césped artificial que son dañinos para la vida acuática, como el zinc. Tanto las partículas de relleno como las fibras de césped sintético rotas pueden migrar lejos de los patios o campos de juego. Así, lo que en un principio tenía que ser una mejor alternativa al césped natural ha mostrado tener una gran huella ambiental.

Uno de los errores principales que se cometen al plantear alternativas sostenibles es paliar algunos de efectos sin tener en cuenta que la solución quizá no conlleva las mismas consecuencias pero sí deriva en otros resultados colaterales negativos que no se habían contemplado. Si bien el césped artificial no necesita ser regado y consume mucha menor cantidad de agua, este contamina los recursos naturales cercanos con microplásticos y otros elementos contaminantes.

Actualmente, en España hay más de 10.000 campos de fútbol con césped artificial

Según un estudio de un grupo de investigadores de la Universitat de Barcelona, el césped artificial desprende microplásticos que llegan a ríos y mares. Publicado en la prestigiosa revista académica Environmental Pollution, el estudio analiza el estado de ríos como el Guadalquivir o algunos ríos menores de la costa catalana y propone una metodología para identificar los microplásticos presentes en céspedes artificiales para prevenir su disipación en el medio ambiente. Algunos de los factores que se señalan son la tipología de los materiales, la antigüedad de los campos deportivos y las medidas de prevención aplicadas para prevenir la contaminación. Asimismo, se abre la posibilidad de explorar otros espacios para indagar si existen variaciones dentro de España o a nivel regional.

Por su lado, el  grupo de investigación en Gestión de Organizaciones e Instalaciones Deportivas (IGOID) de la Universidad de Castilla-La Mancha está liderando un proyecto europeo que busca sustituir el caucho en las instalaciones deportivas por alternativas sostenibles y no contaminantes. El proyecto, llamado «Circular and safe solution for synthetic turf pitches» (LIFE T4C), busca explorar las mejores alternativas al césped artificial.

La discusión sobre los microplásticos y cómo combatirlos ya se ha articulado a nivel europeo a partir de la introducción de algunas medidas como la propuesta de regulación o el Folleto de la UE contra la contaminación por microplásticos. Además, iniciativas como las del IGOID son imprescindibles para avanzar en la transición verde, y tomar conciencia de que la alternativa no siempre es más sostenible que la práctica inicial. Una idea que debemos tener presente para no dar pasos en balde en la carrera de fondo hacia la sostenibilidad.

 

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