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La aviación y el transporte marítimo serán verdes o no serán

La ruta de la transición energética parte de un compromiso real hacia la neutralidad climática y teniendo como destino la descarbonización de sectores estratégicos y fundamentales para el desarrollo económico mundial.

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El transporte forma parte de nuestro día a día. Sin darnos cuenta, lo que comemos, llevamos puesto o utilizamos es muy probable que haya tenido que pasar una aduana y recorrer miles de kilómetros. En muchos casos, no solo por carretera, sino que ha sobrevolado el planeta o navegado por mares y océanos. Un camino que ya viene marcado por el contexto de globalización y que continúa al alza por los cambios en los hábitos de consumo, las tendencias en la exportación de bienes y el desarrollo de la industria. 

Este escenario ya se ha convertido en un punto de reflexión e inflexión en materia climática. Cabe recordar que los buques marítimos suponen el 90% del comercio internacional. Según la Comisión Europea, si las emisiones del transporte marítimo o la aviación no se mitigan, podrían pasar de representar el 6% del total de gases de efecto invernadero a ser responsables de más del 35% en 2050. Esto estaría lejos de la estrategia climática del viejo continente, cuyos pasos son decididos hacia la descarbonización.

Más aún cuando en el último pleno del Europarlamento se dio luz verde al endurecimiento de las exigencias climáticas en las ciudades. A partir de 2030, la Unión Europea será el doble de exigente con las urbes para que reduzcan a la mitad el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre. Por primera vez, la salud pública también se ha puesto en el centro de las políticas, ya que la contaminación supone la primera causa medioambiental de muertes prematuras, con alrededor de 300.000 fallecimientos vinculados a la calidad del aire.

Si las emisiones del transporte marítimo o la aviación no se mitigan, podrían pasar a ser responsables de más del 35% de los gases invernaderos en 2050

Los límites y objetivos son más estrictos para hacer frente a las enfermedades cardiorrespiratorias y diferentes tipos de cáncer, así como cuadros de alergia y asma, cada vez más frecuentes. Ante esta situación, las instituciones juegan un papel fundamental; tanto públicas como privadas. Más allá de las cifras y baremos de contaminación, las acciones medioambientales ya se han convertido en una filosofía que trasciende la teoría y marca la práctica con el transporte en primer plano. 

La descarbonización del transporte, en el punto de mira

Con todo, no es fácil la descarbonización del sector marítimo y aéreo. Se trata de eslabones muy bien engrasados donde la implicación de muchos agentes es clave para mantener la viabilidad de la cadena de valor. En el tablero están los armadores, los operadores de puertos y aeropuertos, las compañías propietarias de los aviones y barcos, las empresas energéticas y una normativa muy volátil dependiendo de cada país. Por eso, ya se está intentando implantar un mecanismo de ajuste en frontera por emisiones de carbono que sea homogéneo para todos los continentes.

«Rodríguez Soler: Para lograr su descarbonización resultará clave el avance y el desarrollo de nuevas tecnologías»

No hay que perder de vista que la renovación de las flotas no es fácil debido al encarecimiento en la compra. Para ello, entran en el juego los incentivos fiscales y subvenciones de las entidades públicas, así como el impulso de la financiación a empresas por parte de entidades privadas y el sector bancario. Aterrizando este concepto, BBVA ha ampliado sus objetivos intermedios de reducción de emisiones en el sector de la aviación y el transporte marítimo para 2030. «Son dos sectores críticos para el desarrollo económico y el comercio mundial, son intensivos en emisiones y queremos acompañarlos en su transición energética. Para lograr su descarbonización resultará clave el avance y el desarrollo de nuevas tecnologías», ha manifestado Javier Rodríguez Soler, director de Sostenibilidad y CIB (Corporate & Investment Banking) de BBVA.

Pero el recorrido de la entidad en pos de un futuro más verde no es novedad, BBVA ya había anunciado que dejaría de financiar a empresas del carbón a través de la actualización de su marco Medioambiental y Social, con el propósito de conseguir la tan ansiada neutralidad climática en la economía para 2050, así como contribuir a la desaceleración del calentamiento global, cuyas cifras marcan un límite de ascenso de 1,5 grados centígrados.

El sector financiero, una palanca estratégica hacia la transición energética

Desde el punto de vista financiero, la banca ya ejerce una influencia real y puede contribuir a un comportamiento más sostenible de la aviación y el transporte marítimo. Financiando los sectores productivos que aporten un saldo positivo cuantitativo y cualitativo hacia la descarbonización se pueden dar pasos gigantes. Un impulso que con la colaboración público-privada marcará la ruta hacia la transición energética. Precisamente, el Parlamento Europeo ya ha marcado unas medidas que contribuyen a que estos sectores estratégicos sean más limpios y eficientes como la innovación y nuevos sistemas de propulsión. Es ahí donde la financiación puede marcar un antes y un después para ayudar a las empresas a invertir en nuevas flotas y nuevas energías, apostando por la innovación y el desarrollo de cara a buscar un planeta neutro. 

Al igual que en el transporte por carretera, la electrificación o el hidrógeno como sistemas de propulsión bajo el paraguas de la estrategia de financiación de BBVA, a través de un esfuerzo coordinado, pueden acelerar la descarbonización de sus clientes. En el último informe de BBVA quedó reflejado que todos los sectores con indicadores de descarbonización anunciados habían reducido sus emisiones. Todo ello, alineado con su estrategia comercial, con un claro compromiso con la responsabilidad social corporativa de la entidad bancaria, con importantes oportunidades de negocio en su cartera de clientes que guían hacia la ejecución de sus objetivos fijados.

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