Internacional

Breve historia de los kamikazes

Los kamikazes fueron el reflejo de una nación arraigada en tradiciones de honor y sacrificio y fuertemente presionada por la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la propaganda bélica influyó en la percepción de estos pilotos suicidas como héroes nacionales.

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22
febrero
2024

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Japón es una tierra de contrastes y tradiciones milenarias que ha sido testigo de fenómenos únicos a lo largo de su historia. Entre ellos, la figura de los kamikazes destaca como un capítulo peculiar y controvertido. ¿Qué es lo que lleva a individuos a tomar decisiones tan extremas? Para entender esta compleja realidad, es esencial explorar el contexto histórico y cultural que moldeó a estos pilotos suicidas, en una tierra donde el harakiri ya formaba parte de su idiosincrasia milenaria.

Comencemos por la parte crónica. La historia de los kamikazes tiene sus raíces en la Segunda Guerra Mundial, un periodo tumultuoso que transformó la realidad de muchas naciones. A medida que la batalla avanzaba, los japoneses se encontraban en una situación cada vez más desesperada. La presión del conflicto y las derrotas militares llevaron a la nación a una encrucijada. En este contexto, surgió la figura de estos suicidas.

Etimológicamente, la palabra «kamikaze» se traduce como «viento divino». Pero el término cobró un nuevo significado durante esta guerra, cuando los pilotos japoneses se lanzaban en misiones suicidas contra barcos enemigos. Aunque sea conocida por aquellos actos de inmolación, en realidad la creencia en el viento divino como protector de Japón estaba arraigada en la historia del país, especialmente en la fallida invasión mongola en el siglo XIII, donde los tifones, también conocidos como «kamikaze», fueron atribuidos como los salvadores de Japón.

Honor y desesperación

La historia de los kamikazes revela la dualidad de Japón, una nación arraigada en tradiciones de honor y sacrificio, pero también presionada por una guerra que amenazaba su existencia.

Por un lado, entre 1944 y 1945, la influencia del sintoísmo estatal en Japón era profunda, destacando su énfasis en la reverencia hacia el emperador, una práctica que se arraigó cuando el sintoísmo se estableció como la religión oficial durante la restauración Meiji. A medida que pasaban los años, los sentimientos nacionalistas eran fuertemente promovidos.

Aunque significa «viento divino», la palabra «kamikaze» cobró un nuevo significado en la Segunda Guerra Mundial

En este sentido, debemos retroceder un poco en el tiempo, a 1890 cuando se instauró la «reestructuración imperial en la educación», que requería que los estudiantes hicieran el juramento de dedicarse «con coraje» al Estado y a «proteger a la familia imperial». Este compromiso final implicaba estar dispuestos a dar la propia vida, considerando la muerte por el país o el emperador como un honor supremo.

A ello hay que sumarle que la propaganda bélica y el control del gobierno japonés influyeron en la percepción de los pilotos suicidas como héroes nacionales, sin embargo, muchos de ellos eran jóvenes apenas adultos, atrapados en una espiral de circunstancias que los empujaban al sacrificio.

El peso cultural y la presión social jugaron un papel crucial en la aceptación de los kamikazes. La lealtad al emperador y la creencia en la causa japonesa se convirtieron en fuerzas impulsoras, incluso cuando la realidad militar sugería lo contrario. Es crucial reconocer que, si bien algunos abrazaron este destino, otros se vieron obligados o coaccionados a aceptar las misiones suicidas.

No debemos olvidar que, antes de la era de los kamikazes, Japón ya estaba familiarizado con el concepto de la muerte ritualizada a través del harakiri o seppuku. Esta práctica tenía sus raíces en el código samurái y se consideraba una forma honorable de expiar faltas graves o preservar el honor. El harakiri consistía en un acto de inmolación mediante la apertura del abdomen con un cuchillo ritual, el tantō. A menudo, este acto se llevaba a cabo frente a testigos, reflejando la importancia de la vergüenza pública y la preservación del honor personal y familiar. Si bien el harakiri era una práctica individual, los pilotos suicidas llevaron esta idea de sacrificio al ámbito colectivo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón experimentó una transformación radical: la ocupación estadounidense, la reconstrucción y el cambio cultural alteraron la fisonomía del país. La figura del kamikaze se desvaneció, dejando un legado complicado y controversial. Hoy en día, el país se enfrenta a la tarea de reconciliar su pasado y mirar hacia el futuro. La memoria de los pilotos suicidas persiste como un recordatorio de los extremos a los que una nación puede llevar a sus ciudadanos en tiempos de guerra.

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