Desafíos ambientales: ¿Es hora de cuestionar el modelo actual y apostar por un nuevo concepto de desarrollo sostenible?

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23
enero
2024
Cristina Monge

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Cristina Monge es politóloga, socióloga y profesora especialista en movimientos sociales y transición ecológica. Es doctora por la Universidad de Zaragoza y asidua invitada en calidad de analista política en El País, Cadena SER, TVE, Infolibre y Green European Journal. Además, Monge es miembro del consejo editorial de la revista Ethic. También trabaja como asesora en organizaciones como la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES) o la Fundación Renovables. Desde el año 2020 es la presidenta de la plataforma +Democracia. Cristina Monge intervino el pasado 21 de noviembre en el encuentro Conversaciones Humanitarias: hacia un mundo sostenible organizado por la Fundación Cruz Roja Española.


En su artículo acerca del cambio climático y la democracia, hace referencia al informe Climate Change and Poverty: «La mitad más pobre de la población mundial, 3.500 millones de personas, es responsable de solo el 10% de las emisiones de carbono, mientras que el 10% más rico es responsable de la mitad de esas emisiones». Sin embargo, siguen sin implantarse medidas concretas, como poner el foco en lo que deben hacer –o dejar de hacer– las personas más ricas. ¿Es hora de abrir este debate? ¿Sería un debate lleno de políticas impopulares, pero necesarias?

La diferencia de rentas de ingresos a nivel global es un debate que hay que abrir para mostrar cómo las desigualdades se manifiestan, no solamente en cuanto a rentas, sino también en la responsabilidad que cada uno de los estados tiene en relación con su producción y el consumo y, por lo tanto, en las emisiones de gases de efecto invernadero. Es un debate complejo, que nos lleva a reconocer las desigualdades, las asimetrías que hay en el modelo de desarrollo, pero que al mismo tiempo tiene que ayudarnos para evidenciar la necesidad de disponer de otras métricas que nos permitan medir el bienestar, de una forma acorde a los criterios de sostenibilidad. Eso tiene que ayudarnos a avanzar por la senda del debate sobre el PIB como uno de los instrumentos de medida que imposibilita que las cuestiones ambientales sean bien planteadas desde un punto de vista ambiental.

«Hace falta inteligencia colectiva para generar cambios profundos, rápidos y sistémicos», escribió usted una vez. ¿Cómo evaluaría la inteligencia colectiva de España en estos momentos?
Todo lo que tiene que ver con la transición ecológica pasa inexcusablemente por aspectos de carácter colectivo. No se trata solamente de decisiones individuales, de inversiones privadas, de políticas concretas, sino también de toda una reflexión colectiva acerca de cómo podemos repensar, reinventar, modelos de producción y consumo que hoy en día se sabe que son insostenibles. Para eso es necesario poner en marcha inteligencia en cada uno de los actores. Esa inteligencia colectiva se caracteriza porque es más que la suma de las partes y un desafío de esta magnitud necesita forzosamente de esa inteligencia colectiva.

Es muy importante que todo lo que tiene que ver con la crisis ambiental, no solamente el clima, sino también cuestiones como la pérdida de biodiversidad, vengan avaladas por conocimiento científico.

La Fundación Cruz Roja Española ha llevado a cabo una investigación dirigida a la ciudadanía y a entidades colaboradoras sobre «Cambio Climático y Vulnerabilidad» en la que ha detectado algunos indicadores alarmantes que revelan una mirada «vulnerable» de la sociedad española en relación con el futuro: preocupación, temor, fragilidad o inseguridad e incluso desentendimiento ante la situación del cambio climático, cruzados también con otros factores. Además, la ciudadanía muestra poca confianza en el poder político, la empresa y los grandes medios de comunicación, en cuanto a su papel de propulsores de respuestas ante el cambio climático, y deposita más su confianza en el conocimiento científico, las organizaciones ecologistas, los emprendimientos innovadores, los educadores y las organizaciones humanitarias. En este contexto, ¿cómo evaluaría la comunicación por parte de la comunidad científica al gran público? ¿Qué otros actores pueden resultar claves a la hora de generar confianza y compromiso?
Los temas de divulgación científica relacionada con el cambio climático son fundamentales porque la ciencia todavía dispone de cierta confianza por parte de la ciudadanía, que deposita en ella un valor importante de confianza, de responsabilidad. Es muy importante que todo lo que tiene que ver con la crisis ambiental, no solamente el clima, sino también cuestiones como la pérdida de biodiversidad, vengan avaladas por conocimiento científico. Es clave que cada uno de los fenómenos en los que detrás hay un tema ambiental se explicite como tal, cuando se habla de sequías, cuando se habla de migraciones o, incluso, del estallido de conflictos bélicos. Siempre que haya un elemento de carácter ambiental detrás hay que hacerlo constar, hay que ponerlo de manifiesto para explicar cuáles son las causas de estos fenómenos y también creo que la ciencia debe ayudarnos a ir midiendo cómo se va evolucionando en el buen sentido. Por ejemplo, acaba de salir un informe del Basque Centre For Climate Change (BC3), que indica que en España en el año 2023 se han podido reducir en torno a un 7,5% de emisiones de efecto invernadero. Eso es importante que la ciencia lo diga porque de confirmarse estaríamos ante la constatación de que, efectivamente, el incremento de renovables y la apuesta por el autoconsumo nos ayuda a reducir los gases de efecto invernadero. Pero esto lo sabremos cuando tengamos constancia y esa constancia nos la va a dar la ciencia. Por lo tanto, es muy importante disponer de esa información y de ese conocimiento para seguir ganando confianza en la ciudadanía.

Entre los distintos hallazgos de la investigación de la Fundación Cruz Roja aparece que entre la población de 16 a 24 años encuestada, el porcentaje de jóvenes que consideran que podrían explicar qué es el cambio climático es superior al de quienes podrían explicar qué es la democracia. ¿Qué opinión le merece esto?
El cambio climático para ellos es un desafío actual que les interpela directamente y les está diciendo que van a tener más difícil vivir en el planeta. Por otro lado, la democracia –por lo menos en Occidente– es algo que estos jóvenes dan por hecho, ya que todos han nacido en democracia y no consideran que sea algo que tengan que defender o hacer suyo en la medida que de ellos depende su cumplimiento, a diferencia del desafío ambiental.

«Mi propuesta es cuestionar la noción actual de crecimiento y decrecimiento para desarrollar un nuevo concepto de desarrollo»

¿Puede haber sostenibilidad sin decrecimiento económico: límites a la producción, frenar el consumismo, etc.?
Claro que puede haberla si se confirma que es posible reducir las emisiones sin tener que reducir la economía. En este sentido, el estudio del BC3 es muy relevante, no solamente porque diga que las previsiones plantean una reducción del 7,5%, sino porque eso se ha hecho en un año de recuperación industrial. Hablamos de un año de crecimiento económico en torno al 2% del PIB, por lo tanto, si eso se confirmara, estaríamos ante la constatación de que es posible. Ahora bien, ¿es posible en todo el mundo? No de la misma manera, porque eso pasa por repensar muchas de las claves económicas. Entonces, más que hablar de crecimiento o decrecimiento, yo iría a cuestionar estas dos ideas para empezar a hablar de un concepto mucho más inclusivo, que incorpore las nociones de crecimiento o decrecimiento. En definitiva, todo lo que tiene que ver con capital natural o cuestiones ambientales. El decrecimiento además puede ser insostenible, ya que las crisis son momentos de crecimiento insostenible donde se incrementan las desigualdades. Por lo tanto, tampoco sería algo que diera respuesta a los desafíos que ahora mismo están planteados. Por eso insisto: mi propuesta es cuestionar la noción actual de crecimiento y decrecimiento para desarrollar un nuevo concepto de desarrollo.

Cuando observamos datos, tanto de los países más afectados como de los más vulnerables por el cambio climático, observamos que los peor posicionados son los que a su vez tienen democracias inestables o inexistentes. ¿Cree que hay una relación directa entre estos factores?

No me atrevo a decir que haya una relación directa tal cual, pero sí que es cierto que muchos de estos países no han querido optar por democracias y, además, la gran mayoría forman parte del mundo pobre. Hay que ponerlo en la balanza, ¿no? ¿Qué pesa más cuando uno está más afectado por el cambio climático, la ausencia de democracia o la ausencia de riqueza? Tiendo a pensar que es lo segundo, aunque podría plantearse algún tipo de relación. Habitualmente hablamos de la doble injusticia del cambio climático para referirnos al fenómeno por el que aquellos países que menos responsabilidad tienen en la aparición de la crisis climática son los menos industrializados. Son también aquellos países que menos posibilidades tienen de hacerle frente por ausencia de economía, de medios o de tecnología, y que más sufren sus consecuencias, y son muchos de ellos efectivamente países en los que las democracias o no están o son muy endebles. Por lo tanto, ahí sí que podríamos establecer esa relación.

Personalmente, ¿se siente optimista o pesimista en relación con todos los desafíos, así como respecto a lo que ya hemos conseguido?

Cada vez que volvemos de una COP existe ese mismo debate, sobre si la botella está medio llena o medio vacía. A mí me gusta pensar más bien si la botella se está llenando o se está vaciando y lo cierto es que es lo segundo. Estamos viéndolo año tras año, de forma insuficiente, lenta y sin la ambición necesaria, pero se van dando pasos. El hecho de que la resolución de la COP28 haya hecho constar de forma explícita el abandono progresivo de los combustibles fósiles es algo que no se había conseguido en 30 años. ¿Son suficientes esos pasos? No. Hace falta mucha mayor ambición, a mayor velocidad y hace falta mayor compromiso de todos los sectores, pero el camino está marcado. Creo que pesimismo u optimismo no son categorías que nos ayudan a pensar en esta problemática, pero hay una frase que me gusta: «El pesimismo es mejor para los buenos tiempos», porque no nos ayuda a actuar y lo que necesitamos ahora es poner en marcha estas acciones.


Las opiniones expresadas en este artículo son de la persona entrevistada y no reflejan la opinión de la Fundación Cruz Roja Española. 

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