Cultura

«Vivimos en un momento confuso con una fuerte sensación de transición hacia algo incierto»

Fotografía

Cecilia Díaz
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29
enero
2024

Fotografía

Cecilia Díaz

Carlo Padial es escritor, director de cine y guionista. Autor de ‘Dinero gratis’ (Libros del Silencio, 2010) y ‘Doctor Portuondo’ (Blackie Books, 2017), posteriormente adaptada a película en Filmin, ahora se lanza al público con su último libro, ‘Contenido’ (Blackie Books, 2023), una sátira sobre el mundo de las ‘startups’ en España y el mito de la superación personal.


Antes de ir a dormir, ¿ves vídeos cortos en línea?

No tengo Instagram, por lo que reels no miro. No tengo por varios motivos. No tuve redes sociales hasta que un editor me dijo que tenía que estar, sobre todo en Facebook. Hasta entonces no tenía, lo veía como una cosa lejana, distante a mi realidad. De hecho, como cuento en el libro, tenía una novia que era adicta a Facebook y yo pensaba que era hacker o algo por el estilo, no tenía muy claro lo que hacía, porque hasta entonces eran una cosa que miraba desde la distancia. Pasaba mucho tiempo delante de una interfaz misteriosa de la que yo no comprendía el atractivo. Ahora tengo Twitter y Facebook, pero el segundo no se usa y el primero no es lo que era. Pero nada me ha empujado a Instagram, Snapchat, TikTok, Twitch o nada de eso. Mi novia dice que son sitios para ligar y esto también me resulta un frenazo, porque no tengo intención de ligar, por lo que las redes sociales se me presentan como espacios problemáticos. Así que no, no veo reels, pero sí que veo muchos vídeos en YouTube y otras plataformas, especialmente documentales.

¿Hasta qué punto este libro fue un ejercicio terapéutico para explicarte a ti mismo esta estrambótica experiencia? ¿De dónde surge la idea de testificar, casi como si fuera para que no cayera en el olvido?

Hacer libros cuesta mucho, por lo que siempre intento detectar un lugar, espacio o territorio que no se haya tratado hasta el momento. En el caso de la locura de las startups de medios digitales en Barcelona no existía ningún relato similar, y lo que salió fue desde una narrativa muy fácil del victimismo. Yo no quería eso, quería tirar de un filón que se pudiera explorar con creatividad. Después de más de diez años trabajando en Playground y Zeta me parecía obvio que allí había un libro. Trabajando con Blackie Books tenía la certeza de poder desarrollarlo con la libertad de no tener que rendir cuentas con nadie y poder contar todas las locuras vividas y de otra gente que me había contado de empresas parecidas. Un libro te activa desde un lugar muy diferente del que lo hace una película o una serie de televisión. Por ejemplo, Doctor Portuondo no se me hubiera ocurrido nunca como serie, aunque luego la adaptamos.

«Esta sátira no deja a nadie fuera: la transformación cultural, la opresión de las tecnologías, las relaciones de pareja, el mundo periodístico…»

Yo me tomo muy en serio el humor, y por ello creo que el libro no hubiera podido salir en un mejor momento que el 2023, un momento en el que la libertad, la censura y la autocensura, y las presiones sociales por las redes no podrían haber estado más en la agenda. Esta sátira realmente no deja nada fuera: la transformación cultural, la opresión de las tecnológicas, las relaciones de pareja y el mundo periodístico… este grado de libertad no lo hubiera tenido con una película, en la que la capacidad de pacto es más importante.

¿Qué es contenido?

Todo es contenido. El divorcio de tus padres es contenido si lo subes a Vimeo. Todo es contenido. La gente emplea su vida y vivencias como un filtro para que las redes sociales lo convierten en contenido. Todo se ha devaluado, hemos convertido a Ciudadano Kane en un contenido más. Todo ha quedado degradado. Hemos vivido una revolución tan bestial como la revolución digital que, en el fondo, nos ha devaluado como personas y en nuestra creatividad. Nos ha desquiciado y enajenado, y el libro intenta comprender esto desde el humor, en forma de sátira, un género que a mí me entusiasma. Las sátiras son formas de explicar por qué hacemos lo que hacemos. Por ejemplo, en el caso de los cargos inventados con anglicismos que nadie sabe lo que significan, o cuando decimos que los trabajadores se reunían más que el Partido Comunista Chino. Nadie sabe lo que haces, en el fondo hablas de muchas cosas pero no hablas de nada. Esto es, en realidad, lo que sucede con las redes sociales, pero el libro lo presenta de una forma no tan obvia.

¿Es posible que algo, entonces, no sea un contenido?

Bueno, no sé. Tenemos que recuperar la humanidad en lo que hacemos, por esto estoy contento del año de publicación por el cuestionamiento de las tecnológicas y la verbalización de lo que no es normal, del control del poder tecnofeudal y de la necesidad de hacer que las grandes empresas sean cuestionadas. Cuando veo en mi barrio a repartidores de Amazon y Glovo pienso que es desolador. Nunca he pedido un Glovo y nunca he comprado en Amazon y nunca lo haré. Lo que tenemos que hacer es cuestionarnos qué hemos hecho y qué ha pasado. Tenemos que volver a poner en circulación las cosas libres. Cuando vamos a ver películas, leemos libros o escuchamos podcast en medios de comunicación debe ser desde la libertad, desde intentar alejarnos de la polarización y los bandos para dejar atrás la noción de «contenido» y volver a esto. La gente está harta de los algoritmos, la gente quiere otras cosas. Quiere conectar con algo que sea humano, y por ello raro, diferente, único. Necesitamos una oleada de arte que nos ofrezca respuestas a los años que hemos vivido que han sido tenebrosos.

«La gente está harta de algoritmos. Necesitamos una oleada de arte que nos ofrezca respuestas a los años que hemos vivido»

¿Necesitamos que llegue una corriente artística como los brutalistas que describes en el libro?

¡Claro! En formato satírico, pero todo el rato pretendo hacer esto con el libro. Cuando la gente habla sobre los medios digitales lo hacen tirando de tópicos, a partir del victimismo o la chulería, a veces incluso desde un victimismo chulo de «me explotaron muchísimo» o de «cuando tuve que trabajar en una startup». De primera mano, el victimismo milenial no me gusta nada. Si bien es cierta, esta jerga de las redes sociales me parece cansina y creo que tiene poco alcance. Además, es una forma de ganancia secundaria de ponerse en el mercado. Yo quiero ir más allá a partir de una sátira de la transformación digital en España, que ha sido cutre y penosa, basada en esto que tan bien se nos da de la «cultura del pelotazo». Esto no solamente sucede en los medios digitales, también en muchos otros. La cultura del pelotazo española es digna de estudio también. Es una realidad que sucede cuando no quieres invertir, cuando no te tomas en serio la innovación. Claramente, la llegada de los medios digitales se hizo de manera rápida y muy superficial.

¿Cuál es el mayor peligro de personas como el personaje Israel de la Plata de tu novela? 

Claro, malo no es. Me gusta ver documentales de sectas y negocios digitales que quieren hacer lo contrario. Es divertido, pero sería dar una visión reduccionista del presente. Yo quería hacer un relato de sectas digitales en las que el líder de la secta no es el más cabrón. Como buena secta, es horizontal y todos se explotan a sí mismos, todos son el líder de la secta en cierto modo. Lo mismo pasa con internet, todos tenemos potencialmente el mismo poder y nos boicoteamos entre nosotros y a nosotros mismos. El líder es simplemente un desgraciado más, solo quiere ser etiquetado, no se sabe muy bien de dónde viene ni de dónde sale el dinero. Simplemente es un loco más que busca estar dentro del grupo. No es un loco unitario como Charles Manson arrastrando a ilusos a la autodestrucción, es un loco de internet que no ha encontrado su sitio en el mundo, que tiene dinero para captar a otros y tiene esa vanidad de financiar la creatividad en un sentido total. Es una idea estúpida, pero tiene algo de bonito en un sentido de imagen. Luego no está bien así, es un sueño utópico que se comprueba más adelante que no es así, es difícil ganar dinero en esto. Es un personaje miserable que ha comprado su posición y ha arrastrado a muchas personas allí, pero lo hace en un momento de crisis absoluta en la que no hay ningún sitio adonde ir. Los que nos pusimos en el mercado en 2010 tenemos la sensación de vivir en una crisis permanente. Ahora bien, la libertad absoluta que te daba este tipo de personaje no se podía encontrar afuera. Muchos de los vídeos que hice en Playground no los podría haber hecho en un medio normal. En el grupo Zeta no pude hacer ni la mitad de las cosas que hice allí. Tiene cosas malas, pero también buenas, y es conveniente ser realistas con el compromiso y ser justo en el retrato de la empresa y su dueño. Estos estaban locos perdidos, pero también durante un breve período, durante unos pocos años, fuimos libres, y es una cosa que otras personas no pudieron serlo. Es necesario que pongamos esto en su justa medida.

«Los que nos pusimos en el mercado en 2010 tenemos la sensación de vivir en una crisis permanente»

Evidentemente muchas personas habrán leído el libro, incluso algunos de tus personajes. ¿Has recibido respuestas? ¿Alguna que se pueda compartir?

Directamente no, aunque me han compartido reacciones en redes sociales, y en general, no por presumir, pero estoy muy contento, la respuesta al libro ha sido extraordinaria. Antes de sacar el libro tenía ciertos miedos, no a que ofendiera, sino que a un país al que no le gusta mucho el psicoanálisis le pudiera no interpelar. En 2017 este libro quizás no le hubiera gustado a nadie, por ello creo que 2023 era un momento idóneo y por ello creo que ha tenido muy buena acogida. Me pueden haber llegado reacciones negativas, nada directamente pero sí historias delirantes. Por ejemplo, unos amigos libreros me comentaron que habían visto a extrabajadores de Playground entrando corriendo en una librería, leyendo el libro buscándose, pero sin comprarlo al final. Este tipo de cosas me encantan, también algunos comentarios chiflados en Twitter, pero muy pocos, creo que en general el libro y sus reflexiones han despertado interés. Sobre todo muchas personas que han vivido cosas parecidas y se han mostrado abiertas a compartir su historia. Ha sido un ejercicio catártico, como un exorcismo de los años más locos que hemos vivido. Yo vivo con una periodista que es mi novia y pareja desde hace diez años y, como cualquier profesional como ella, la sensación de agotamiento, de cansancio, es algo muy real. Creo que el libro te da una excusa en parte para reírte de ello.

Después de Playground has estado en otros proyectos profesionales, ¿cómo fue esta transición? ¿Cómo te has adaptado a los ritmos «normales» de trabajo?

Siempre hay un punto de idealizar al secuestrador, que realmente es lo que hace el libro durante un tramo muy ambivalente. El libro está escrito desde la ambivalencia hacia lo vivido y el momento de internet en el que creímos posible refundar creativamente la cultura y el audiovisual. Y es que, ¿por qué no? Hacer vídeos de lo que te dé la gana, publicar directamente con la audiencia… todo esto fue posible durante dos o tres años. Luego todo se torció, pero hubo un momento de fiebre del oro en el que todo era posible. Entonces publicamos sin control, reciclando imágenes, sin control y total libertad en el tema, lenguaje e intereses publicitarios que más adelante tuvieron un rol más importante. En el libro se explica de manera cronológica cómo primero los publicistas, los encargados de marketing, los ideólogos y las redes sociales tomaron el control de todo aquello. La historia fuera del libro tiene muchos más matices y es mucho más compleja. En mis diez años en Playground, con sus idas y venidas, hay un momento en el que vuelvo con la convicción un poco naif de que puedo revertir la situación. Mi vida habría sido muy diferente de no ser por esos años.

Lo que me pasó al salir de Playground, más que un síndrome de Estocolmo, fue la necesidad de gestionar mi propia creatividad. Lo que enferma realmente de esos momentos es la exigencia constante que te impones de ser creativo, que es un poco enfermizo. Acabas siendo muy exigente contigo mismo para tener ideas ingeniosas a todas horas y sacudiendo tu capacidad creativa al máximo. Y no siempre se puede ser creativo a todas horas. Es la tiranía de las ideas. Por esto, cuando dejé Playground tuve que aprender a bajar el pistón y contrarrestar esta adicción a las ideas. Tuve que aprender a frenar y comprender que el ritmo no iba a ser tan frenético como había sido hasta el momento, claro que esto también deja atrás una parte de la diversión que comporta este momento de adrenalina. Era una especie de partida de ajedrez. Yo soy muy neurótico, y con el café y los redbull es cierto que también era exagerado. Drogas no consumí nunca, claro, porque no sé dónde las venden y me da miedo que me peguen. Pero la aducción para encontrar «la nueva mierda», esto que estábamos persiguiendo todo el rato, eso era divertido.

«No sé si tendremos herramientas para gestionar lo que viene, hay que confiar en que las cosas siempre se autorregulan de algún modo»

¿Qué harías si uno de tus hijos te dice que de mayor quiere ser creador de contenidos?

No haría nada, ¿qué vas a hacer? A mi hija más que a mi hijo le gusta dibujar, y mi primera tentación fue esconderle los lápices. Me daba pánico que fuera ilustradora. Sé lo duro que es ese camino, hay un gran excedente de ilustradores en Barcelona, y por ello le escondí los colores. Pero ella encontraba maneras de dibujar a pesar de ello y por esto me rendí. Así que seguramente será una ilustradora de Barcelona, muy a mi pesar. Mi hijo tiene un punto de youtuber y no me extrañaría nada que tanto él como sus amigos consideren esa opción, pero esto no es algo que podamos controlar. A no ser que seas un pijo absoluto o no tengas hijos, esta realidad no siempre es posible. La gente normal, aunque nos vaya un poco bien, hacemos lo que podemos. Con las pantallas pasa un poco como con la alimentación. Es una realidad, te guste o no, y es parte del momento estresante en el que vivimos ahora mismo. Me sabría fatal que fueran creadores de contenido, pero no tengo control sobre esto. Será DJ, hacker, youtuber, repartidor de Glovo, streamer, tiktoker o lo que sea que venga en veinte años. Igual se fusiona con una IA, a saber qué pasará.

¿Crees que este libro se actualizará en diez años con otro fenómeno similar a la fiebre del contenido?

Bueno, la pregunta que más me preocupa ahora es, ¿en diez años leerá alguien? El mundo que yo cuento en el libro es una pesadilla, la que hemos vivido hasta ahora, pero el mundo que viene, con problemas como el cambio climático, el auge de la ultraderecha… necesitaríamos otro libro aún más terrorífico que pinta fatal. El mundo que yo describo es una revolución absoluta. Lo que viene no nos lo podemos ni imaginar, es un mundo del siglo veinticuatro en el siglo veintiuno. ¿Cómo vamos a encajar en algo así? Lo que vendrá a continuación es inasumible, será como si alguien hubiera sacado un iPhone en la corte del Rey Arturo. ¿Qué puede hacer un caballero medieval delante de un iPhone? No sé si tendremos herramientas para gestionar lo que viene, hay que confiar en que las cosas siempre se autorregulan de algún modo, que siempre que hay un pánico incierto surge también esta sensación de apocalipsis. Espero que estos terrores se queden en una falsa alarma, como el final del mundo con el cambio de milenio o en 2012. Será, sin duda, otro libro u obra artística muy interesante. Este debate, en realidad, va más allá de las startups; se trata de un momento confuso que vivimos en una sensación constante de transición hacia algo incierto.

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