Que lo diga la etiqueta: sobre la responsabilidad de la sostenibilidad

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Ariadna Romans

@AriadnaRmans

El ya famoso greenwashing ha hecho que los discursos que apoyan el cuidado del medio ambiente pierdan credibilidad. Ante un mundo donde la palabra «verde» se ha convertido en un símbolo de reputación y las cosas bien hechas, son muchas las asociaciones mentales que se han hecho con este color y la confusión en la ciudadanía sobre lo que es realmente verde y lo que solo pretende serlo. Los datos sobre sostenibilidad se presentan, a menudo, de forma muy compleja para la población y consumidores, hecho que hace que, incluso cuando existe una voluntad de consumir de forma sostenible, no se tenga certeza de si lo que se está comprando es o no realmente sostenible. Ante este escenario, se han desarrollado herramientas para distinguir las acciones consecuentes comprometidas con el planeta de aquellas que solo buscan aumentar su rentabilidad. 

La «ecoetiqueta» garantiza que un porcentaje de la tarifa contratada se destina a la financiación de proyectos verdes.

Una de las más populares es la que ha recibido el nombre de «ecoetiqueta». Las ecoetiquetas o etiquetas ambientales son marcas que se colocan en los productos, pero también materiales o incluso servicios para certificar su cumplimiento de requisitos ambientales. Así, cuando se compra o contrata un servicio, la persona consumidora final no debe verificar por su cuenta el cumplimiento de parámetros ambientales evaluados y certificados previamente. EKOenergia es una iniciativa sin ánimo de lucro que se alió con Gesternova en el año 2014 para fomentar el uso de las energías renovables y ofrecer a los usuarios la posibilidad de cumplir con criterios de sostenibilidad adicionales y financiar proyectos verdes con cada tarifa contratada. Un ejemplo de iniciativa empresarial con vocación sostenible que, lejos de tratarse de una forma de enverdecer su mensaje con palabras vacías, busca tener un impacto en el mercado e incentivar a todas las personas que quieran mantener su buen funcionamiento y reputación a mejorar y emprender formas sostenibles de producción. Así, el uso de menor energía o agua, la reducción de los residuos en el ciclo de vida, la protección de la biodiversidad o la mejora de las condiciones laborales de la plantilla tienen su recompensa para las empresas, tanto en su reputación como en su posicionamiento en el mercado.

Pero hay otra gran lección que nos brindan las ecoetiquetas que no siempre recibe la atención necesaria del gran público. En muchas ocasiones la sostenibilidad se presenta como una carga añadida a la responsabilidad del consumidor final que, sin poder intervenir en ningún paso de la cadena de producción del producto, se le exige que tome la mejor decisión para su bolsillo y su planeta. Muchas veces, sin embargo, esto puede ser una tarea ardua para muchos, con renuncias económicas significativas y una presión personal de estar haciendo las cosas mal si no se elige la sostenibilidad por encima de otros factores como el coste o la practicidad. La sostenibilidad, lejos de significar una renuncia, debe presentarse como la elección fácil y cómoda, que ayude y no suponga un peso añadido en un consumidor a quien ya le exigimos demasiado en todas sus decisiones vitales.

En los últimos años, la «ecoetiqueta» ha financiado más de 90 proyectos con un total de más de 3.000.000 euros.

EKOenergía es una iniciativa impulsada hace 10 años por una red de 27 ONG ambientalistas de 21 países diferentes. Su objetivo es promover la electricidad renovable en Europa e introducir la ecoetiqueta en el sector energético. Esta etiqueta, avalada por estándares internacionales, pretende justamente, de la misma forma que se elige un producto en el supermercado, ayudar a las personas a tomar una decisión informada. Además de valorar la capacidad renovable de la energía, también tiene en cuenta los impactos en la naturaleza y biodiversidad de las instalaciones y el ciclo de vida del producto, revisando los criterios anualmente para adaptarse a las necesidades del mercado, pero también a nuevos condicionantes a contemplar en la transición energética. En los últimos años se han financiado gracias a ella más de 90 proyectos con un total de más de 3.000.000 euros. 

La etiqueta, además, también tiene una ambición de redistribución planetaria, y parte de la herramienta de recaudación de fondos se centra en promover proyectos solares en países en desarrollo o pueblos desconectados de la red eléctrica. Esto contribuye, a su vez, a lograr los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) establecidos por Naciones Unidas. Finalmente, otra de las ventajas de este sello verde de EKOenergía es que es reconocido internacionalmente. Esto facilita uno de los grandes retos de las ecoetiquetas: poder establecer criterios comparables para diferentes empresas y proyectos en el mundo.

Una etiqueta vale más que mil palabras, y es imprescindible seguir apoyando proyectos que, como EKOenergía, buscan conciliar la comodidad con la sostenibilidad, haciendo las cosas fáciles para que escoger la opción verde no represente un sobreesfuerzo para nadie. Que ya nos lo cuente la etiqueta.