Sociedad

«Los periodistas no podemos ser activistas»

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04
octubre
2023

Para el reportero José María Olmo (Cartagena, 1981), el periodismo de investigación se resume en encontrar la información que la gente poderosa pretende esconder y contársela luego a los lectores. Bajo esta premisa ha destapado el caso del Pequeño Nicolás, los negocios del expresidente de la RFEF Luis Rubiales y Gerard Piqué, el espionaje a la presidenta madrileña Díaz Ayuso y los movimientos bancarios del emérito en Suiza, entre otros muchos escándalos. En su último libro, ‘King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I’ (Libros del K.O), relata, junto a su compañero David Fernández, la vida paralela que llevaba el padre de Felipe VI a espaldas de la sociedad española. A través de los 19 capítulos que conforman la investigación periodística, Olmo y Fernández repasan la trayectoria del monarca, las relaciones de poder que estableció y el silencio de una élite que nunca le pidió rendir cuentas.


King Corp cuenta el imperio secreto de Juan Carlos I, pero también retrata el desengaño con la institución monárquica. ¿Cuál es la génesis de la investigación?

En 2020 publiqué mucha información sobre el rey Juan Carlos I, eran datos puramente económicos en los que se demostraba todo el dinero oculto en el extranjero. En ese año descubrí cosas que durante mucho tiempo me habían llegado vagamente y resultaban ser verdad e incluso peores de lo que podría imaginar. Me encontré con una gran conspiración de gente poniéndose de acuerdo para silenciar informaciones que incomodaban, tratando a la mayoría de ciudadanos como si fueran de segunda, demasiado primitivos para conocer la verdad. Me sentí, junto con mi compañero David, en la obligación moral de abordar este asunto, pero claro que ha habido un desengaño emocional para gran parte de la población española. Yo siempre me he sentido monárquico, así que formo parte de ese desencanto.

Sin embargo, pese a la corrupción demostrada, la monarquía sigue siendo un sistema con gran reconocimiento en España.  

La institución monárquica puede ser interesante en un momento en el que todo dura seis meses, en el que somos cada vez más cortoplacistas. Creo que puede tener sentido que haya algo que dé calma, tranquilidad y sensación de permanencia en un momento en el que todo se agota muy rápido. Lo que más me sorprendió y creo que es la clave del libro fue el silencio de los medios de comunicación y la colaboración de las élites, que fomentaron la creación de un monstruo que se sentía omnipotente para hacer lo que le diera la gana y para pisotear a los ciudadanos que le habían dado su confianza. El libro no va contra la monarquía, sino a favor de la gente. Es un acto de justicia, un ejercicio para sacar a la luz la verdad.

El libro aborda también aspectos de la vida personal del emérito, como la existencia de su presunta hija secreta. ¿Había cierta preocupación por que el libro se transformase en una crónica rosa?

No buscábamos centrarnos en la crónica rosa, pero para llegar a escribir un libro como este tuvimos que hablar con gente que realmente conocía al rey. Hemos tenido que llegar a personas de su absoluta confianza, porque el emérito solo compartía cierta información con un círculo muy cerrado. Es normal que la parte amorosa suscite interés porque tiene un lado morboso, pero realmente solo es un trozo más de un puzzle que retrata la personalidad de una persona acomplejada que necesitaba coleccionar todo, desde dinero a mujeres, incluso bienes y viajes que no necesitaba. Incluso va más allá, diría que es algo que puede estudiarse desde la psiquiatría, porque resume bien la naturaleza de la mentira compulsiva. No estamos hablando de un hombre que se enamora de Corina y rompe con la reina Sofía en 2004, hablamos de una mentira que dura más de 40 años y que puede mantenerse gracias a la colaboración de mucha gente que le ha ayudado a ocultarlo.

Es curioso porque incluso después de tanto tiempo la maquinaria que intenta silenciar esta información sigue en marcha.

Claro, por eso insisto en que publicar el caso de la hija secreta era un acto de coherencia con el trabajo que estábamos haciendo. Si queríamos contarle a la gente lo que se le había ocultado, no podíamos obviar esto, pero si te fijas son solo cinco páginas de 19 capítulos. No es prensa rosa, sino una demostración de hasta qué punto llegaba al poder el rey, e incluso actualmente se ha intentado desacreditar esta información y desde muchos medios mainstream potentes han arrojado sospechas sobre lo que contamos. La Casa Real nunca lo ha negado, el único ha sido él.

«No se puede hacer periodismo de investigación con versiones oficiales»

También lo negó la implicada, Alejandra de Rojas, que amenazó con demandaros.

Una demanda que nunca ha llegado, y no creo que lo haga nunca. Y si llega, lo defenderemos con tranquilidad. Nosotros mantenemos la información porque lo hemos investigado y contrastado. El libro está lleno de información susceptible de ser llevada a tribunales, pero es un libro valiente, que no utiliza las medias verdades. Si evitamos poner su apellido no era por miedo a una demanda, sino porque lo relevante era contar que el rey había tenido una hija secreta y había ocultado su existencia, pero no señalarla a ella, ni estropearle la vida. Alejandra ha decidido no reconocer su vinculación, pero lo sabe perfectamente y de hecho se ha estado beneficiando de ello.

¿Qué otras presiones hubo para evitar la publicación del libro?

No me gusta mucho hablar de esto porque entiendo que las presiones son implícitas al verdadero periodismo de investigación y nosotros lo aceptamos como algo natural. Pero hubo personas cercanas al emérito que nos ofrecieron mucho dinero para silenciar algunos temas que salen en el libro. En un momento dado una persona que sale en el libro nos citó para ofrecernos una cantidad que multiplicaba por 100 el importe del adelanto que nos dio la editorial, con la intención de que una parte de la información no se publicase. Era una persona del entorno del rey, alguien que sale en el libro y le había ayudado con el entramado financiero.

¿Nunca intentasteis contactar con el protagonista?

No, porque creemos que no se puede hacer periodismo de investigación con versiones oficiales, y menos en este caso. Alguien que durante los años de la crisis salía un año tras otro en los discursos de Navidad a condenar los casos de corrupción, a decir que la justicia era igual para todos y a pedir ejemplaridad a la clase dirigente, y luego se iba de viaje a Los Ángeles con más de 300.000 euros en diferentes divisas que sus testaferros le habían traído en avión desde Ginebra, creo que tiene una credibilidad muy limitada.

Es curioso porque el emérito sigue gozando de respeto en muchos sectores. ¿Tenemos más tolerado en España la corrupción?

Los periodistas tenemos que ser humildes y pensar que en realidad nuestra labor consiste en contar las cosas con datos y dejar que la gente extraiga su propia opinión. No estamos para cambiar el mundo, no podemos ser activistas. Nos equivocamos si pensamos que un libro puede cambiar la sociedad, o si exigimos al periodista que remueva conciencias. De todos modos, en este caso sí ha habido consecuencias directas, como el destierro de Juan Carlos. Ha habido muchas instituciones que han intervenido para silenciar los casos de corrupción y para que no hubiera consecuencias políticas y jurídicas, y que han sufrido un desgaste evidente.

Sin embargo, es destacable que muchas exclusivas no cambien nada. ¿Dónde queda el valor de una información que pasa desapercibida, por escandalosa que resulte?

Insisto en que los periodistas no estamos para quitar y poner gobiernos, o para provocar que dimitan ciertos políticos, y los que piensen eso son muy egocéntricos. El periodista está para informar, incluso en esta era de consumo de información rápida donde parece que muchos artículos pasan sin pena ni gloria. Es verdad que hay exclusivas que han entrado en ese bucle de noticias enlatadas, pero creo que muchas siguen impactando y repercutiendo directamente en la sociedad. Pienso en el acta de Cifuentes, que se tuvo que sentar en el banquillo, o lo de las tarjetas black, que tuvo un impacto bestial, o los papeles de Panamá, que cambiaron el modo en que funcionan los territorios offshore… Y con esto del rey igual, porque no solo ponemos en evidencia a Juan Carlos I, sino sobre todo a las instituciones que el emérito ha arrastrado, empezando por su propio hijo. Si alguien piensa que esto no ha tenido consecuencias en la monarquía, o no ha tenido consecuencias en el reinado de Felipe VI, se equivoca.

¿Dirías que la información que publicáis desmitifica también la época de la Transición?

El rey tenía en su mano haber estirado el régimen de Franco, en ese sentido tuvo un importante papel como árbitro, pero creo que después del año 81 y la legalización del PCE, él entendió que su trabajo ya estaba hecho y que la democracia discurría por un cauce seguro. Ahí es cuando decide volcarse en la agenda personal, que empieza a ocuparle mucho más tiempo que la oficial. No creo que la Transición fuera una estafa, pero generó monstruos y se mitificó la figura del rey porque se convirtió en la llave que abría cualquier puerta para hacer negocios en España y fuera del país.

En la estructura que se formó a su alrededor hay una serie de personas que le defendían para proteger sus intereses particulares. ¿Ese engranaje sigue operando actualmente?

Era como una secta, ser de su círculo te permitía acceder a secretos íntimos y a la vez se retroalimentaba la lealtad, porque esos guardianes de la mentira encargados de velar por su buena imagen sabían que, si se conocía la verdad, el negocio se venía abajo. Ese sistema funcionó perfectamente durante muchísimo tiempo, muchas personas se enriquecieron y claro que sigue funcionando hoy en día, en gran medida. Ya no se trata tanto de un tema institucional, sino de algo personal, es una red muy intensa. Hablamos de relaciones públicas que siguen operando actualmente, de relaciones simbióticas de la que siguen beneficiándose muchas élites.

Llama la atención que ese sistema operase tantos años sin que la prensa destapase los escándalos. ¿Los medios de comunicación en España han colaborado en este silencio?

Ha habido periodistas valientes, pero no era fácil acceder a la información y aún menos publicarla. Los directores de grandes medios de comunicación formaron parte de esa élite, pues eran también los principales interesados en preservar la magia de Juan Carlos I y el mito fundacional de la democracia, porque ellos también formaban parte del grupo de gente que se beneficiaba de esas relaciones con el monarca. Ha habido editores que han hecho negocios con él y se han enriquecido mucho a su costa. Además, el rey era alguien muy popular y era capaz de hacer que tu periódico vendiera muchísimo, o hundirlo.

«El libro no va contra la monarquía, sino a favor de la gente; es un acto de justicia, un ejercicio para sacar a la luz la verdad»

Nadie que quisiera formar parte del sistema y no ser considerado una oveja negra se atrevía no solo ya a investigar, sino además a publicar. Durante el período de presentación del libro me encontré con un paparazzi muy reconocido que me contó que llegó a fotografiar a Juan Carlos I desnudo en el barco con Marta Gallá en los años 90, y el propio rey se reía de los siete paparazzi que le habían fotografiado porque sabía que alguien de su entorno les iba a hacer una oferta económica para comprar las fotos y meterlas en el cajón.

En el libro también mencionáis el silencio por parte de las instituciones del Estado, como el CNI.

Todos los gobiernos sabían a qué se dedicaba el rey y su obsesión por dinero, pero ningún gobierno se hubiera atrevido nunca a poner en cuestión una figura tan popular, porque además también sabían que el rey era útil, proporcionaba muchas facilidades a la clase política, desde abrir rutas comerciales hasta facilitar un contacto directo con algún líder de cualquier parte del mundo. El problema es que las fuerzas de seguridad y el CNI, con la excusa de estar protegiendo al jefe de Estado, lo que estaban haciendo era proteger sus delitos. Una cosa es que las fuerzas de seguridad, la Policía y la Guardia Civil hayan estado velando por proteger al hombre que encarna a la Corona, pero si resulta que durante los últimos años Roldán puso a los 3.000 hombres que forman parte del CNI, funcionarios honorables, al servicio de delitos graves. Ahora hay mucha gente que todavía no ha dado explicaciones, porque con la excusa de proteger al rey Juan Carlos se han cometido auténticas barbaridades.

¿Con toda esta investigación y sin ver al rey sentado en el banquillo, dirías que la justicia española es igual para todos? 

Solo hay que ver lo que sucedió con la pieza del caso Carol, cuando la Fiscalía Anticorrupción pidió que esa investigación se cerrara solo un mes después. Por suerte hubo un fiscal en Ginebra que creyó que eso era muy grave y había que investigarlo, pero la Fiscalía no solo hizo todo lo posible por cerrar esa investigación en España, sino que, cuando vio que los medios de comunicación estábamos contando el dinero que tenía el rey en Suiza, improvisó una serie de diligencias que buscaban protegerle, a pesar de la gravedad de los hechos. De hecho, le dio la oportunidad de regularizar el dinero defraudado saltándose la normativa tributaria. A cualquier otro ciudadano, político o empresario le habría costado años de cárcel. Pero yo no estoy en eso, a mí me interesa denunciar la corrupción y los abusos, no me hago cargo de las consecuencias.

Para denunciar esa corrupción has recurrido a todo tipo de fuentes, como Villarejo. ¿Crees que el trabajo periodístico se invalida con personalidades así?  

Es que los periodistas de investigación tenemos que meternos en el fango. Hay gente que no entiende que tenemos que contactar muchas veces con lo peor de la sociedad para poder saber lo que está ocurriendo y publicar luego la información. Todo buen periodista tiene fuentes, y esas fuentes tienen intereses, por eso nuestro trabajo consiste en separar el interés de la fuente del interés del lector. Yo sé perfectamente que muchas de mis fuentes buscan fama o hundir a su rival, pero si lo que cuentan es relevante, tengo que sentarme con ellas y escucharlas.

¿Todo vale con tal de conseguir una información? Villarejo se hizo rico desde la extorsión, se sabía que era un corrupto y que reflejaba una parte nociva del periodismo en España.

Insisto en que los periodistas nos tenemos que reunir con fuentes indeseables, y muchas veces esas reuniones no sirven para nada, ni son un reflejo de nada. Yo conocí a Villarejo durante unos meses muy concretos y muy acotados, fue poco tiempo. Ha habido periodistas en España que han estado viviendo de la noticia que les daba Villarejo durante años, pero el Villarejo que yo conocía era alguien que estaba muy al final de su carrera y que a mí me aportó muy poco. Se ha intentado difamar diciendo que ciertos periodistas que en algún momento entramos en contacto con Villarejo somos parte de una organización criminal, como si se pudiera dividir esta profesión en los malos por hablar con gente y los intachables que dan lecciones al resto.

¿Dirías que hay cierto cinismo con este tema?

Sin duda, porque el periodismo de investigación consiste en hablar con personas indeseables para entender cuál es su visión de las cosas y obtener información que trasladar a los lectores. Nosotros no podemos hacer periodismo con una bola de cristal. Cuando Villarejo graba a Corina en cuatro ocasiones y el CNI se entera de que él tiene esas cintas, se crea la Operación Tándem para detenerlo, meterlo en prisión, quitarle todo el material que guardaba y, como mínimo, matar civilmente a cualquier persona que haya podido tener relación con él. Eso incluía también a los periodistas, porque si esa cinta salía a la luz todos los delitos que el rey había cometido se iban a empezar a investigar y pondría en riesgo la supervivencia de la Corona. La triste realidad es que si no llega a ser por esos audios que salieron a la luz, si no llega a ser por Villarejo, y si no llega a ser por un fiscal del país del secreto bancario, nunca habríamos sabido todo esto ni existiría nuestro libro. Y el rey no estaría ahora en Abu Dabi, estaría cazando en una finca en España tan tranquilo.

 

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