Sociedad
Diez cosas del Imperio Romano que nos acompañan hasta hoy
La civilización romana ha sido la más duradera de la Historia, pervivió quince siglos y se extendió a tres continentes. Tanto si es verdad que siempre está presente en la cabeza de los hombres como si no, la pregunta que causa furor redes sociales demuestran que aún queda mucho de la antigua Roma en nosotros.
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Carlos Goñi, en el prólogo de su libro Una de romanos (Ariel) recuerda cómo en la inolvidable película «La vida de Brian», durante una reunión del Frente Popular de Judea, uno de los presentes pregunta: «¿Y a cambio los romanos qué nos han dado?». Tras un corto silencio alguien contesta: el acueducto. Otro dice el alcantarillado. El diálogo continúa: «Y las carreteras, la irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino, los baños públicos, el orden público». Y luego: «Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?».
Nuestro día a día está lleno de herencias romanas que han permanecido en nuestras costumbres y en nuestra identidad, empezando por nuestra lengua. Los romanos hablaban latín y este idioma se extendió a las regiones que conquistaron, siendo la base del castellano, el francés, el italiano, el portugués y el rumano. Las letras que forman nuestro lenguaje, el alfabeto romano (compuesto por 26 letras), se usan hoy incluso en idiomas que no son de origen latino, como el alemán.
Asimismo, el calendario que organiza nuestro tiempo es un legado suyo. En un principio, el calendario romano tenía 10 meses lunares y comenzaba con la primavera en el mes dedicado a Marte; esto suponía un desfase respecto al año solar. El rey Numa hizo una reforma, añadiendo los meses de Ianuarius y Februarius. Posteriormente se adelantó el comienzo del año y más tarde Julio César fijó la duración de los meses en 30 y 31 días, salvo febrero con 28, pues cada cuatro años se debía repetir un día de este mes formando el año bisiesto.
Los antiguos romanos ayudaron a sentar las bases de muchos de los Estados modernos, por ejemplo, con su sistema legal. Como explica Joshua J. Mark, el principio de que todos los ciudadanos están sujetos a la ley por igual sin importar su clase social es una innovación romana, como lo son la presunción de inocencia, el juicio por jurado, los derechos civiles, los testamentos personales y las corporaciones comerciales.
Íntimamente relacionado con la Ley, los romanos desarrollaron su sistema de Gobierno; la idea de la República y sus instituciones, entre las que se incluyen el Senado y las Asambleas, son la base de la organización política de la mayoría de los estados actuales. Términos como república, dictadura, senado, plebiscito, cónsul y magistrado, por ejemplo, son de origen romano. Pero sin duda una de sus contribuciones más impresionantes es la separación de poderes –ejecutivo, legislativo y judicial– de modo que cada uno proporcione control y equilibrio a los demás.
Las letras del alfabeto romano se usan hoy incluso en idiomas que no son de origen latino, como el alemán
Además, los espacios en los que vivimos deben mucho a nuestros antepasados romanos. Suyas son las ciudades organizadas a partir de un trazado de calles rectas que se cruzan perpendicularmente a través del diseño geométrico, con calles anchas que dan acceso al centro de la ciudad y con sistemas de suministro de agua y saneamiento. Fruto de su arquitectura son también los templos, anfiteatros, puentes, arcos de triunfo y acueductos, muchos de los cuales se conservan en la actualidad, al igual que las calzadas, el origen de nuestras actuales carreteras. Menos conocida es su invención del cemento, que se secaba rápidamente y era mucho más resistente que el utilizado en la actualidad.
Del exterior pasamos al interior. En nuestras casas, como detalla Paco Álvarez en su libro Somos romanos (Edaf), seguro que tendremos un vestíbulo (vestibulum), un comedor (triclinium), uno o más dormitorios (cubiculum), cuarto de baño (latrina) y calefacción, incluso puede que de suelo radiante (hipocaustus), igual que en la antigua Roma.
Aparte de la familia, en las casas romanas vivían también las mascotas, especialmente gatos y perros criados para proteger los hogares o los negocios. El escritor romano Columela ya sugería dar al perro un nombre de una o dos sílabas para que lo aprendiera fácilmente y obedeciera las órdenes. Y, en las puertas de algunas casas, como se ha comprobado en las ruinas de Pompeya, había un mosaico con la inscripción: «Cuidado con el perro» (Cave canem).
Todavía en el entorno doméstico, en nuestras mesas puede seguirse la huella de los romanos en los platos de pasta, pizza (en una forma temprana), platos de queso, pescado y, especialmente, cualquier comida acompañada de una salsa. También desarrollaron el concepto de comida rápida a través de los thermopolia, un restaurante con un mostrador con frascos de comida caliente preparada para servir y llevar.
Aún sin salir de casa, los romanos se parecían mucho a nosotros en el cuidado personal. A las mujeres romanas les preocupaba mucho su aspecto físico: una esclava (ornatrix) las ayudaba a peinarse, a ponerse cremas para aclarar la piel o eliminar arrugas y a maquillarse. También los hombres cuidaban su imagen, seguían modas estéticas y algunos se maquillaban y depilaban. En Roma se daba mucha importancia al cabello, pues la calvicie se consideraba deshonrosa y, para evitarla, los hombres usaban todo tipo de ungüentos.
Esta es solo una pequeña parte de su legado. ¿Piensan los hombres todo el tiempo en el Imperio Romano? Lo hagan o no, en palabras de la especialista Mary Beard, no nos hacemos ningún favor si no los tomamos en serio y no mantenemos abierta nuestra larga y complicada conversación con ellos.
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