Siglo XXI

ADN, la receta de lo que somos

Estas moléculas, presentes mayormente en los núcleos de las células de nuestro cuerpo, contienen la información capaz de determinar la forma en que se desarrolla un individuo.

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06
septiembre
2023

¿Azúcar, especias y muchas cosas bonitas? Para aquellos aficionados a los dibujos animados, esta mezcla puede resultarles familiar. Sin embargo, los ingredientes necesarios para crear un individuo estándar, son mucho más complejos que lo que ofrecía Cartoon Network.

En este proceso de la vida real no hay nadie removiendo una olla, pero si esta fuera una analogía útil, el cocinero correspondiente tendría que servirse, antes que nada, de un gran libro de recetas. Este libro sería equivalente a las células, unidades básicas de la vida, que no solo la crea, sino que la mantiene desde el nacimiento hasta la muerte. Ahora bien, las células, al igual que un libro, tienen más valor por su contenido que por su continente. De este modo, cada una de las páginas del libro, con sus textos e ilustraciones, es el ADN. 

El ADN (siglas que responden a las palabras «ácido desoxirribonucleico») es una molécula que se encuentra mayormente en el núcleo de las células de todo el cuerpo humano. Tiene forma de doble hélice y parece una especie de escalera enrollada, y es ahí donde se encuentra la información genética, como el color de ojos o la susceptibilidad a determinadas enfermedades. El código genético está concretamente en los peldaños de esa escalera, llamados nucleótidos. Si se llevara a la práctica todas las páginas del recetario, el resultado es la formación de un individuo. Asimismo, el ADN está metido en unos paquetes con forma de X, los cromosomas. Cada persona tiene, en cada célula, 23 pares de cromosomas, 46 en total. Ahora bien, los espermatozoides y los óvulos, que son también células, tienen la mitad. Esta reducción es esencial para mantener el número correcto de cromosomas después de la fertilización, cuando ambos se combinan para crear un nuevo individuo. En términos culinarios, mientras que las células son el cuaderno de recetas en sí y el ADN son las páginas, los cromosomas son los capítulos o secciones, separados por ejemplo en primeros platos, segundos, postres y cócteles. 

Los genes son segmentos del ADN que llevan a cabo tareas muy concretas del organismo, como determinar cuándo producir insulina

Cuando se toma el ADN de cualquier cromosoma, se estira y se selecciona una parte, vemos un gen. Al fin y al cabo, los genes son segmentos del ADN que llevan a cabo tareas muy concretas del organismo, como por ejemplo cuándo debe el cuerpo producir o no insulina. Los genes, entonces, son recetas específicas de una página y de una sección en particular, como podría ser «pasos para hacer una tarta de queso» en la sección de postres. Así, el supuesto profesor Utonium, siguiendo las instrucciones que dictan los genes, crearía una tarta a la que llamaría proteínas. Las proteínas son moléculas grandes formadas por cadenas de aminoácidos, y son responsables de casi todas las tareas de la vida celular: guían la formación de huesos y órganos, contribuyen en el metabolismo, la digestión y otros procesos bioquímicos, defienden el cuerpo contra infecciones, regulan las hormonas…

No obstante, ¿cómo llega el ADN a convertirse en una proteína? O en términos simples, ¿cómo llega la página de un libro a ser una tarta sin que haya un cocinero real involucrado? A este proceso se le llama expresión genética, ocurre dentro de las células y tiene dos fases: transcripción y traducción. En la transcripción, una enzima –la ARN polimerasa– lee el ADN escrito en un gen específico. Entonces, la ARN polimerasa crea una copia de la secuencia de ese ADN en forma de una molécula que se llama ARN mensajero (ARNm). Esta molécula sirve como una copia temporal de las instrucciones del gen. Tras este proceso, hay una traducción: la secuencia de ARNm se convierte en (o se traduce a) una cadena de aminoácidos. Según cómo se combinen los aminoácidos y cómo se pliegue esa cadena, sale una proteína u otra. Más fácilmente explicado, la expresión genética podría ser ese cocinero que se ensucia las manos para pasar la información del libro a la vida real. 

Finalmente, hay que tener en cuenta que esta descripción de la vida está enormemente simplificada, pues la expresión genética y todos los procesos subyacentes son mucho más complejos que cualquier representación divulgativa. Aun así, lo que está claro es que la receta de lo que somos es bastante más fascinante que la de las Supernenas, aunque ellas pudieran volar.

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