Cultura

El legado pop de las bombas atómicas

Las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos a Japón en 1945 han hundido sus raíces en el imaginario cultural colectivo: ‘Twin Peaks’ o ‘Godzilla’ son solo algunas muestras de ello.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
22
agosto
2023
David Lynch en un fotograma de la tercera temporada de ‘Twin Peaks’.

El 6 y 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó, respectivamente, dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki por orden de su presidente, Harry S. Truman, provocando la muerte de miles de personas, la mayoría civiles. Este ataque supuso la rendición de Japón y el fin de la II Guerra Mundial, pero la onda expansiva de estas bombas ha proseguido durante décadas. Tanto que, de hecho, el miedo al uso de armas de destrucción masiva en otras guerras sigue latente. Lo sorprendente es que, más allá del impacto militar y estratégico, las bombas –llamadas Fat Man y Little Boy, de plutonio y uranio respectivamente– han traspasado las fronteras del tiempo y del espacio y se han instalado en la cultura popular.

Si el cine se ha hecho eco en varias ocasiones de esta catástrofe –Creadores de sombras (1989)Oppenheimer (2023) son solo algunas muestras–, otras manifestaciones artísticas no han sido menos, sobre todo en la cultura nipona. En Japón, tras los bombardeos, la animación se volcó en el estilo kawaii: la creación de personajes tiernos, cálidos y adorables a través de los que expresaban el dolor y el sufrimiento de aquel momento. Astro Boy, creado por Osamu Tezuka, fue uno de los primeros ejemplos. Al mismo tiempo, se adaptaron películas de Disney fusionándolas con el anime y el manga japonés, comenzando a representarse la ciencia y la tecnología como algo a temer. No es extraño. Las consecuencias para el país fueron devastadoras y sus creadores han seguido mostrándolas a través de sus creaciones culturales, muchas de ellas con la destrucción y las ruinas como elementos destacados. En el año 2005, la exposición Little Boy: las artes de la destructiva subcultura del Japón, del artista Takashi Murakami, exhibía en Nueva York la prolongación del trauma derivado de ese acontecimiento en películas como El séptimo samurai o El viaje de Chihiro. Y es que el artista aseguraba que la cultura popular japonesa tiene su raíz en la condición de su país ante el mundo tras su derrota bélica.

Al fin y al cabo, a partir de 1945 la cultura tradicional japonesa se sustituyó por otra basada en la producción de objetos de consumo para niños, niñas y adolescentes, lo que derivó en el otaku, algo que, en lenguaje coloquial, haría referencia a una persona sin vida social más allá del objeto de sus obsesiones. Actualmente, la definición de otaku se ha extendido, denominando al movimiento cultural que infantilizó los conceptos estéticos en Japón desde la década de los años 80. Quizá era una forma de contrarrestar las consecuencias que tuvo para toda la población destrucción que asoló su territorio.

En Japón, la animación se volcó en el estilo ‘kawaii’: personajes tiernos y adorables a través de los que expresaban el sufrimiento de aquel momento

Otro vínculo de Fat Man y Little Boy con las artes llegó con la película japonesa Godzilla (1954), que tendría una posterior adaptación estadounidense en 1956 y otras múltiples réplicas. Se trata de un monstruo nuclear que emerge del agua y representa, metafóricamente, el poder destructivo de este tipo de bombas. Tomoyuki Tanaka, el productor de Godzilla, hacía estas afirmaciones en 1984: «En aquellos días, los japoneses sentían verdadero horror por la radiación, y ese horror es lo que hizo a Godzilla tan grande. Desde el principio simbolizó la venganza de la naturaleza contra la humanidad». Su director, Ishiro Honda, añadió: «Pienso que mostrar visualmente que la bomba creó al monstruo habría sido ir demasiado lejos y no me habría sorprendido si la gente hubiera protestado por una película así».

Continuando con las referencias a estas armas, incluso las hubo en la tercera temporada de Twin Peaks, la exitosa serie de David Lynch, creada en 1990. En su tercera temporada, en 2017, la acción se trasladó hasta el estado norteamericano de Nuevo México en 1945, centro de operaciones del Proyecto Manhattan, la misión que creó la bomba atómica.

Las consecuencias psicológicas para la población de una destrucción como la de Hiroshima y Nagasaki permanecen para siempre. Parece que el legado popular de las bombas más desoladoras de la historia también continuará durante mucho tiempo, sobre todo para mostrar distopías y escenario indeseables. ¿Llegará el momento en que la calidez del mundo permita que en la cultura popular predominen las utopías?

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME