Siglo XXI

¿Vivimos en un mundo anárquico?

A pesar de las teorías geopolíticas que señalan lo contrario, el sistema internacional no es inherentemente caótico: los Estados siempre terminan por crear su entramado institucional y tratan de mantenerlo para evitar confrontaciones.

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14
julio
2023
Tropas norteamericanas junto a un bombardeo en Afganistán.

En el ámbito de las relaciones internacionales, se considera que una característica fundamental del sistema global ha sido la anarquía, en tanto que se asume como factor esencial para explicar su funcionamiento y la influencia que puede tener en el comportamiento de los Estados que la componen. El origen de esa importancia se deriva de la idea del filosofó inglés, Thomas Hobbes, quien planteó que «el hombre es un lobo para el hombre», en tanto que, al ser egoísta, avaricioso y soberbio, está en una constante guerra de «todos contra todos». 

Esa postura pesimista la podemos encontrar en el enfoque realista, que considera que la anarquía justifica la necesidad de sobrevivir como un objetivo fundamental para los Estados en el sistema internacional. Se asume que al no existir ningún tipo de autoridad central que pueda protegerlos, estos deben proveerse de los recursos y los medios para asegurar su supervivencia en ese sistema. De hecho, el concepto anarquía adquiere una importancia fundamental en el campo de las relaciones internacionales gracias a las ideas formuladas por Kenneth Waltz, fundador del enfoque neorrealista, ya que considera que el sistema internacional se define como un estado permanente de tensión e inseguridad, por lo que la posibilidad de un conflicto siempre está presente.

En cambio, la visión liberal es más optimista, ya que asume la importancia de establecer relaciones mutuas entre los Estados para lograr preservarlas y utilizar recursos políticos como la diplomacia para evitar las guerras entre ellos. En ese sentido, los liberales consideran que la participación de los Estados puede contribuir a relativizar el papel de la anarquía como elemento justificativo para incrementar su capacidad militar y su poder. Por otro lado, el enfoque idealista toma la postura antropológicamente optimista del filósofo inglés John Locke y aclara que, si bien la anarquía es el punto de partida, la cooperación es posible y los valores morales deben influir en las decisiones políticas, no solo los imperativos del poder o la seguridad militar.

El enfoque constructivista considera que la anarquía del sistema internacional es consustancial a dicho sistema

Por el contrario, el enfoque constructivista considera que la anarquía del sistema internacional es consustancial a dicho sistema, pero adopta la forma específica que le dan los Estados que interactúan en él. Según el politólogo estadounidense Alexander Wendt, «la anarquía es lo que los Estados hacen de ella», lo cual es un axioma derivado directamente de una de las bases del constructivismo social que indica que la estructura es resultado de la acción de sus actores. 

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos asumir que la anarquía adquiere diferentes significados en los enfoques teóricos, que intentan explicar y entender el funcionamiento del sistema internacional. Sin embargo, al mismo tiempo, estos enfoques asumen de manera acrítica que la anarquía es una característica obvia e inherente a ese sistema. Esto me lleva a la siguiente pregunta, ¿por qué la anarquía se considera una característica relevante de ese sistema para dichos enfoques teóricos? Mi respuesta es que, en el fondo, lo que justifica la relevancia de la anarquía es la inexistencia de un gobierno central que regule los conflictos entre los Estados y el hecho de que no existen unos poderes que puedan ejercer su influencia para tomar decisiones que sean vinculantes para estos últimos.

Eso implica aceptar que no existe un poder coercitivo como el existente en el ámbito de cualquier Estado-nación y que, en consecuencia, la sociedad internacional no funciona de la misma forma. A un ciudadano, el Estado-nación lo puede enjuiciar y meter a prisión, ya que existe un orden jurídico que ha sido legitimado por la ciudadanía que lo permite. Cosa que no pasaría en el caso de los Estados que conforman el sistema internacional.

Por eso, planteo la siguiente pregunta, si no se puede establecer un orden jurídico similar al de un Estado-nación en el sistema internacional, ¿la anarquía debe asumirse como una característica inherente a ese sistema? Mi respuesta es que no. El hecho de que los Estados sean soberanos e independientes unos de los otros no impide que pueda surgir un orden entre ellos. Es más, la pluralidad entre estos puede facilitar el surgimiento de modos emergentes de cooperación que no necesariamente deben ser formales, como señalan el politólogo estadounidense Robert Keohane y la politóloga estadounidense Elinor Ostrom. Incluso debemos tener en cuenta lo que señala el filósofo político australiano Bull Hedley, que considera que existe una sociedad internacional que funciona en un contexto de descentralización y distribución del poder más que de centralización, como sería el caso de un Estado-nación. Por eso, el orden no es impuesto por una institución central, sino por el interés de los Estados en su conformación y la búsqueda de su estabilidad. 

Si no se puede establecer un orden jurídico similar al de un Estado en el sistema internacional, ¿la anarquía debe asumirse como una característica inherente?

No debemos olvidar que puede existir un orden cuando existe una distinción o diversidad, como señalaba el teólogo y filósofo italiano Tomas de Aquino. Él consideraba que al existir una pluralidad de entes, acciones o sucesos era posible establecer entre ellos una relación que lleva a su ordenación. En ese sentido, es factible asumir que, entre los Estados, al ser diversos, se pueden establecer –y, de hecho, se establecen– relaciones que facilitan un cierto orden para el funcionamiento del sistema internacional. Además, no podríamos hablar de sistema si habláramos de anarquía o desorden, en tanto que un sistema se define como un conjunto ordenado de componentes relacionados entre sí.  

Lo anterior sugiere la siguiente pregunta. ¿Podemos asumir que el mundo actual se rige por un sistema internacional caracterizado por la anarquía y el desorden? Mi respuesta es que no. Podemos ver que los Estados han ido creando un entramado institucional con la finalidad de regular su interacción y comportamiento en el sistema internacional. Incluso los países considerados hegemónicos aceptan la importancia de contar con un orden internacional constituido por normas y principios que sirvan como sus fundamentos esenciales, independientemente de que esos países quieran que dichos elementos reflejen sus intereses. Además, pienso que si bien no existe un poder central, las potencias hegemónicas se ven obligadas a crear ese entramado institucional para mantener la estabilidad del sistema. No debemos olvidar que ser considerado un país líder o una potencia hegemónica implica asumir la responsabilidad en cuanto a esa estabilidad, de ahí la importancia de establecer un orden y evitar la anarquía o el desorden. Pero ese orden debe ser aceptado por todos los Estados porque eso le da una mayor legitimidad al sistema internacional.

Por otra parte, es importante tener presente el papel que los regímenes internacionales –como serían los regímenes económicos o el de no proliferación de armas nucleares– en la constitución de ese entramada institucional. Esos regímenes promueven un sistema con un conjunto de reglas y obligaciones formales e informales que deben ser aceptadas como un medio o instrumento que regule la conducta de los Estados. Esto implica que exista un cierto nivel de obligatoriedad y de sujeción a las mismas para permitir el buen funcionamiento del sistema. Por eso, aquellos Estados que no las respeten provocan una anomalía que afecta al orden y la estabilidad del sistema.

Sin un orden, la sociedad internacional se caracterizaría por la presencia de conflictos como una de sus características esenciales

Lo anterior me lleva a realizar la última pregunta. ¿El establecimiento de un entramado institucional, las normas y reglas inherentes al mismo, puede reducir la importancia de la anarquía en el funcionamiento del sistema de la sociedad internacional? Mi respuesta no solo es que sí. Creo que debemos tener en consideración que los Estados se ven en la necesidad de crear ese entramado institucional y tratar de mantenerlo para evitar confrontaciones que puedan afectar la estabilidad de la sociedad internacional. No hay duda de que situaciones como la invasión de Rusia a Ucrania hacen énfasis en esa idea. Sin un orden, la sociedad internacional se caracterizaría por la presencia de conflictos como una de sus características esenciales. Esto último me parece que no debe ser una característica sino, por el contrario, una anomalía. Eso supone que existe y debe existir un orden internacional.

Creo que es importante que los Estados ejerzan su voluntad política y mantengan o creen los mecanismos de cooperación necesarios para que ese orden sea lo más estable posible, pero también para reducir las diferencias entre los Estados –en términos de los recursos materiales y simbólicos– con el objeto de evitar desigualdades que generen conflictos entre ellos. 

Por último, pienso que deben desarrollarse nuevas interpretaciones teóricas que expliquen la nueva realidad internacional y las características del funcionamiento de la sociedad internacional actual. Eso implica reformular la importancia de la anarquía y dar mayor relevancia a la importancia de la cooperación, ya que esta última se ha convertido en una característica esencial del sistema internacional. Por eso, la anarquía debe ser considerada una anomalía y, en cambio, debe promoverse la cooperación, la solidaridad y la coordinación como elementos esenciales de la sociedad internacional.


Alejandro Santana Mariscal es colaborador académico del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade.

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