Sociedad

Así se vive en clausura

En un mundo en el que existe una oferta incesante de posibilidades y estímulos, aún existen personas que deciden quedarse al margen. Alrededor de 8.000 monjas y monjes habitan en alguno de los 725 monasterios de clausura de España.

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26
julio
2023

En un mundo en el que existe una oferta incesante de posibilidades y estímulos, aún existen personas que deciden quedarse al margen. Es el caso de quienes optan por vivir en clausura, centrándose en la contemplación y anclándose en el sosiego (algo facilitado por el hecho de que, frecuentemente, los monasterios se encuentran inmersos en zonas naturales). Históricamente, estos lugares se han constituido como espacios de conservación y generación de cultura y pensamiento, así como lugares de refugio y sanación

Alrededor de 8.000 monjas y monjes viven actualmente en alguno de los 725 monasterios repartidos por toda la geografía española. La clausura está ampliamente desarrollada en el Código de Derecho Canónico y en las normas estipuladas por la Sede Apostólica. Existen dos tipos de clausura: la papal y la constitucional. La primera rige el funcionamiento en los monasterios que llevan una vida meramente contemplativa, con ausencia de tareas apostólicas externas. Se trata de un régimen donde el silencio y la identidad son señas fundamentales. Las monjas carmelitas o las clarisas serían un ejemplo de este tipo de vida. Por su parte, la clausura constitucional  se asocia a alguna obra de «caridad cristiana», tratándose de una disciplina más estricta que, además del culto, tiene vinculación con la acogida y la hospitalidad.

Precisamente esta es la temática del documental Libres, dirigido por Santos Blanco, que se adentra en una docena de monasterios para conocer la vida de distintos hombres y mujeres que dejaron todo atrás para vivir en dedicación plena a la contemplación y a la oración. En la obra, centrada principalmente en la escucha de todas estas personas, se muestran motivaciones diversas para tomar la decisión de vivir en clausura, aunque en todas ellas se vislumbra una insatisfacción profunda con el modo de existencia que llevaban hasta el momento y la necesidad de cambiar de rumbo. También hablan de la fe y de la «llamada de Dios». Una religiosa, que estuvo casada y que es madre de varios hijos e hijas; un pintor que después de viajar por todo el mundo sintió el «poder de la conversión» o un joven que siendo apenas adolescente sintió que su vida tenía que ir por otros derroteros.

Se trata de un régimen donde el silencio y la identidad son señas fundamentales

Pero más allá del componente religioso, en muchas de las personas que aparecen en el documental se refleja un hartazgo de la sociedad actual, sus ritmos y sus valores. En la cinta, de hecho, se habla directamente de la violencia en general –también de la de corte machista–, de la aceleración de las ciudades y de la soledad y el individualismo. Frente a estas dinámicas, quienes optan por este modo de vida habitan una organización colectiva; una existencia en la que lo individual se trasciende para crear un ente comunitario.

Pero no todo son alabanzas a una existencia alejada del mundanal ruido. También existen voces discordantes provenientes de personas que han vivido un prolongado régimen de clausura. La argentina Florencia Luce fue monja de clausura durante doce años, y en su libro El canto de las horas habla a través del personaje Marie para contar su propia experiencia. A los 20 años tomó la decisión de encerrarse en un monasterio y a los 32 renunció. A lo largo de 300 páginas habla de conflictos, de encierro, de manipulación psicológica, control y de muchas otras cuestiones poco visibilizadas por parte de quienes han pasado por alguno de estos centros.

Y es que tomar un camino tan  alejado del rumbo habitual de la ciudadanía no resulta sencillo, aunque suele tener motivaciones meditadas con mucho tiempo de antelación. La desilusión o el vacío existencial pueden empujar al refugio en un monasterio. La espiritualidad o el desarrollo personal suelen servir como ejes. De hecho, la oferta de monasterios en los que hacer retiros o las actividades de mindfulness crecen año tras año. Sin duda, no es algo similar a decidir un alejamiento permanente, pero la extensa demanda de este tipo de experiencias da cuenta de la necesidad de buscar nuevos caminos y de reorganizar prioridades vitales.

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