Sociedad

España, un país que pierde calidad de vida

La pobreza, la precariedad laboral, el uso excesivo de antidepresivos o el grave encarecimiento de la vivienda son algunos de los factores que dañan el progreso del grueso de la población de nuestro país.

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23
junio
2023

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Hoy, el 27% de la población española se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, y uno de cada tres menores de 16 años convive con ellas. Lo que es lo mismo: trece millones de personas. Cifras aterradoras para un país moderno y puntero en tantas cuestiones como el nuestro. De hecho, el primer Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España, elaborado por Fuhem, entidad independiente especializada en la actividad educativa y trabajo ecosocial, revela otras muchas cifras similares.

Señala, sobre todo, una pobreza que redunda en la precariedad laboral que, a su vez, reduce los derechos e imposibilita una vida digna. Un 15% de los españoles, pese a tener trabajo, está a punto de ser técnicamente pobre, algo que choca con que entre 2012 y 2019, la participación en la renta nacional del 1% más rico creció cuatro puntos, superando en casi tres los ingresos salariales de la mitad de la población con menos renta.

A través de tres grandes ejes temáticos (alimentación, movilidad y vivienda), las 252 páginas de este informe exponen una merma de la calidad de vida en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el territorio de la salud. España es uno de los países con uno de los consumos más altos de tranquilizantes (93 dosis diarias por cada 1.000 habitantes) y de antidepresivos (86 dosis por cada 1.000), con un incremento de más del 200% en las dos últimas décadas. Un 10,7% de los españoles necesita recurrir a la química para conciliar el sueño, y un 5,6% requiere estimulantes para enfrentarse a los atascos (cuatreros feroces de nuestro tiempo), los entornos contaminados, los ruidos dañinos o los ritmos vertiginosos de una jornada laboral que nos deja exhaustos. La sociedad del rendimiento nos socava.

Un 15% de los españoles, pese a tener trabajo, está a punto de ser técnicamente pobre

A ello se suma que gastamos más en alimentación, si bien no solo compramos menos alimentos, si no que cada vez compramos menos alimentos frescos y sanos. Los productos precocinados colonizan nuestras despensas y nuestros frigoríficos. La principal epidemia no infecciosa del XXI, como calificó la OMS a la obesidad, ha crecido un 7% en diez años, y de su mano la diabetes, las enfermedades cardíacas y algunos tipos de cánceres. Pese a que el gasto en alimentación supone un 18% del presupuesto de las familias, las dietas mediterráneas están siendo desplazadas por comida rápida y perjudicial. Eso sí, más barata.

Hacinamiento urbano

Si hablamos de vivienda, pese a que las tres cuartas partes del total están en régimen de propiedad, en los últimos años la demanda de alquiler ha crecido hasta niveles en los que la oferta no puede satisfacerla o lo hace con precios inaccesibles. Se necesitan siete años de renta para comprar una vivienda (hace 20 años, apenas tres), mientras que alrededor del 40% de nuestro salario (aunque no debería superar el 30%, para evitar riesgos) se destina a vivienda. Pese a la gravedad del problema, la vivienda recibe una partida mínima del gasto público, que en 2020 alcanzó tan solo el 1,1%. Así que los españoles vivimos en casas cada vez más pequeñas, alejadas de los núcleos urbanos.

A mayor tasa de pobreza, además, mayor hacinamiento. Y es general: el 80% de la población vive en áreas urbanas, y más de la mitad, en ciudades de más de 50.000 habitantes. Es una de las razones por las que el éxodo rural, ahora, también sea urbano, castigando a lugares como Orense, León, Zamora, Salamanca, Cáceres o Jaén. Casi la mitad de los municipios españoles están en peligro de despoblación. En 743 municipios, el 30% de su población tiene más de 75 años (Zamora, León, Lugo, Orense y Asturias son las regiones más damnificadas). En casi el 25% de los municipios de España, además, la población jubilada supera a los trabajadores activos.  

Alrededor del 40% de nuestro salario (aunque no debería superar el 30%, para evitar riesgos) se destina a vivienda

Este mapa de la España vaciada se traduce en zonas que dejan de ser destino de inversiones, que carecen de infraestructuras y de representación política. Es decir, cierre de negocios, comercios, pérdida de servicios básicos y un envejecimiento radical de los lugareños, por no hablar de las consecuencias ambientales. Pero hablemos de ellas: el informe de Fuhem advierte de la distribución del mapa de España en zonas especializadas en la extracción de recursos y el vertido de residuos frente a otras que acumulan y consumen. Barcelona y Madrid son ciudades insaciables energéticamente. Por el contrario, Castilla y León, Aragón o Extremadura producen y exportan electricidad. En nuestro país, además, el 77% de la potencia renovable del país se ubica en municipios rurales.

Este modelo socioeconómico provoca cambios de uso en el suelo, contaminación, sobreexplotación de recursos naturales… y favorece el impacto negativo del cambio climático. A su vez, genera pobreza material, exclusión social, precarización laboral y desigualdad económica.

¿Hay consuelo en la naturaleza?

Por lo que respecta a la movilidad y el transporte, una importante partida de gasto para los hogares, el coche privado representa el 78% de los desplazamientos, frente al 22% del transporte colectivo. Cada español gasta, en este sentido, 854 euros en combustible y mantenimiento del vehículo. Las inversiones públicas destinadas a grandes infraestructuras (ferroviarias, aeroportuarias, autopistas, etcétera) «responden más al interés privado que a las necesidades reales de la ciudadanía», tal como apunta el informe.

Cada español gasta, en este sentido, 854 euros en combustible y mantenimiento del vehículo

Y el trabajo, fuente de ingresos para sostener la desorbitada partida de gastos fijos, también se deteriora: horas extra no remuneradas, trabajo precario, aumento de la duración media de la vida laboral y salarios estancados y escasos. También aquí existe una importante brecha de género: la mujer sigue encargándose del trabajo no pagado, como las rutinas del hogar, los cuidados o las compras.

Ni siquiera la naturaleza pueda ya consolarnos: nos enfrentamos a un aumento de procesos erosivos y de desertificación, sobreexplotación de ecosistemas, contaminación del aire, del agua, del suelo y a algunos profundos efectos del cambio climático, como los desastres naturales extremos. El informe, así, nos muestra un modelo insostenible basado en la desigualdad y polarización territorial, una naturaleza cada vez menos reparadora y lleno de personas más solas, con el consiguiente deterioro de la salud física, emocional y mental.

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