Cultura

«Salvaguardar la privacidad y la interioridad es fundamental para el ser humano»

Fotografía

Clayton Cubbit
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29
junio
2023

Fotografía

Clayton Cubbit

En su libro ‘Intimidades‘ (Sexto Piso), la escritora estadounidense Katie Kitamura (1979) plantea las distintas caras de lo íntimo, el desasosiego que genera una realidad desconocida, su vértigo. Su novela quedó de finalista en los premios National Book Award, PEN/Faulkner Award y Joyce Carol Oates Prize y fue elegida libro del año en las principales listas estadounidenses de 2021. Hablamos con ella en Barcelona sobre la incertidumbre, el desarraigo, el lenguaje, la neutralidad y, como es obvio, la intimidad, en plural.


La protagonista de tu novela es una mujer sin nombre que siente incertidumbre en múltiples áreas de su vida, acaba de mudarse a otra ciudad, a un país donde no habla el idioma, está comenzando una nueva relación y un nuevo trabajo. ¿Es su falta de nombre un símbolo de la nebulosa vital en la que vive?

Los nombres son muy interesantes, porque dan mucha información sobre la nacionalidad, la clase social, te dan material para hacer una serie de suposiciones, pueden ser descodificados de muchas maneras, y esa es la información que está embebida en el libro. Porque, a la larga, lo que quería era retener información: ella no tiene nombre, no sabes exactamente cuántos años tiene, se sabe muy poco de su historia de fondo. Hay una convención en la escritura de ficción de dar mucha información de trasfondo que permite entender el comportamiento del personaje en el momento en que se desarrolla la novela. Pero a mí me interesa más retener información y tratar de sumergir al lector en el punto de vista del personaje. Entonces, ocultar el nombre es parte de crear esa incertidumbre: ella no sabe a dónde pertenece y el lector tampoco.

Como inmigrante, uno de los aspectos que más me llamó la atención fue la perpetua sensación de extranjeridad de la protagonista, su desarraigo. Se siente extranjera en Estados Unidos, en Singapur, en Países Bajos. ¿Es este sentimiento la base principal de la incertidumbre, tanto en el caso del personaje como en la sensación generalizada actual?

Sí, lo es. La novela se desarrolla en 2016 antes del voto del Brexit, pero fue escrita entre 2016 y 2020, durante la administración de Donald Trump. Entonces, toda esa ansiedad que yo sentía fue absorbida. Siempre he pensado que los escritores son como esponjas, absorben la atmósfera a su alrededor. Incluso si yo hubiera estado escribiendo una novela histórica desarrollada en 1920, o una del espacio, de alguna forma, seguiría siendo una novela sobre ese periodo de la historia estadounidense. Porque es inevitable respirar la atmósfera en la que estás y eso aparece de alguna forma en la acción. Algunos autores dicen que, a partir de ahora, todas las novelas serán sobre el cambio climático y es verdad. No en el sentido de que todo el mundo va a escribir sobre medio ambiente, sino que la contingencia, la incertidumbre, la ansiedad profunda o el sentimiento de emergencia del cambio climático van a aparecen en la ficción de diversas maneras. Entonces, sí, creo que esta ansiedad está relacionada con el ciclo de noticias, con los cambios políticos que se están profundizando en Estados Unidos y, de hecho, en el mundo.

«Algunos autores dicen que, a partir de ahora, todas las novelas serán sobre el cambio climático y es verdad»

También creo que los lectores que no son originarios del lugar donde viven han respondido especialmente fuerte al libro, o la gente que se ha movido mucho. Creo que esa sensación de desarraigo se siente de una forma especial si eres una persona a la que suelen preguntarle «¿de dónde eres realmente?», como yo, cuando crecía en California, a pesar de que es un estado muy diverso en EE.UU. La gente te pregunta «¿de dónde-dónde eres?». Mi amiga Monica Youn, que es coreana-estadounidense, acaba de publicar un poemario llamado From from [que podría traducirse como Dónde-dónde]. Es esa sensación de que te están diciendo que no eres del lugar donde vives o donde naciste. Y no hay otro lugar de «donde-donde» seas [risas]. Es algo con lo que estoy muy familiarizada. Yo no escribo de forma autobiográfica, pero creo que, como escritora, muchos aspectos acaban apareciendo en la ficción, que querías que estuvieran o no.

Justamente, el sentimiento de pertenencia es una de las grandes cuestiones de nuestros tiempos, de cara al individualismo, la sensación de soledad, la ubicuidad de las redes sociales, donde te expones y al mismo tiempo no lo muestras todo…

Totalmente. La experiencia está siendo mediada de muchas formas, incluso lo he notado en mí misma, como estar en un sitio y pensar tengo que tomar fotos y subirlas a las redes sociales, ¿sabes? ¿Por qué mi experiencia de este lugar tiene que estar mediada por una pantalla? Pero creo que la forma más profunda en la que se está mediando la experiencia es la experiencia del ser. Te experimentas a ti misma como siendo presentada a otros y eso es difícil y perjudicial y hace que tu experiencia sea muy inestable.

En tu libro muestras las distintas caras de la intimidad; las intimidades, en plural. Dentro de una relación, una amistad, un trabajo… Pero hay algo muy interesante que pasa en la escena de la galería de arte: hablas del «anacronismo» de la mirada sostenida en los cuadros antiguos, lo anacrónico que sería hablar en esa época de «invadir el espacio personal». ¿Es este tipo de intimidad, sostener la mirada, el espacio personal, algo contemporáneo?

Algo que me parece muy interesante de la pintura es que lleva tiempo, es muy diferente a la fotografía, implica que alguien esté sentado durante largos periodos de tiempo. Y la idea de las pinturas de una galería de arte clásico, que alguien haya mirado a otra persona durante tanto tiempo y con tanta atención, me parece fascinante. Hubo una performance de Marina Abramović en Nueva York en la que ella se sentaba en una silla y gente de la audiencia se sentaba al frente y ella se quedaba viéndolos fijamente por cinco o diez minutos. Fue una experiencia que hizo que la gente reaccionara de manera extrema, algunos lloraban, otros se ponían agresivos, porque mostraba que la mirada sostenida no es algo que experimentemos de forma cotidiana y que tiene la capacidad de ser transformador.

Uno de los aspectos más bellos de la novela es la concepción del lenguaje y sus distancias. La protagonista es una intérprete que quiere cerrar la brecha entre los idiomas, que le habla al oído a un exjefe de Estado que enfrenta un juicio en La Haya. ¿Compartir un idioma es nuestra manera de acercarnos a los demás, una forma de intimidad?

Sí, es interesante porque yo crecí con padres que hablaban japonés y, si estábamos en público y querían decirme algo que no querían que nadie entendiera, se pasaban repentinamente al japonés. Entonces, yo realmente asocio el compartir un idioma que otras personas pueden no hablar en el momento de la comunicación como algo privado, así estés en público. Así que estoy segura de que esa es una de las razones de por qué hablar con alguien en un idioma que solo tú y la otra persona entienden se siente increíblemente íntimo. En el tiempo en que he estado aquí en España he trabajado con intérpretes y es algo muy interesante depender tanto de otra persona para entender lo que está pasando a tu alrededor; es algo muy íntimo, te sientes extremadamente agradecida con esas personas porque están haciendo que el mundo sea legible para ti.

¿Pero no tienes también la sensación de que el lenguaje siempre está abierto a la interpretación? El intérprete está interpretando algo y diciéndotelo a ti, lo cual en el fondo es una perspectiva subjetiva del mundo…

Totalmente, sí, gracias por decir esto, porque es justamente el corazón de la novela en muchos sentidos. Al comienzo del libro, la protagonista cree de sí misma que tiene una personalidad neutral, que el lenguaje entra y sale de ella. Y, al final, ella ve que es un acto constante de interpretación y una proyección de su propia subjetividad, que las palabras viajan a través de ella, que ella carga toda su experiencia pasada, pero también sus propios sesgos y presuposiciones.

Porque el lenguaje tiene abismos: puedes cerrar la brecha, pero esta nunca se llena totalmente.

Exactamente. Existen varias teorías de la traducción: hay gente que cree que es total y completa y que todo puede ser traducido, pero hay otros que dicen que la traducción que puede conservar ese sentido de grieta o de abismo es realmente el tipo más honesto de traducción, pues reconoce que hay muchas cosas que no pueden ser traducidas, que hay brechas que son irreconciliables.

«Si vives con esta idea de transparencia radical, no es verdad para nadie y también es una actuación, pero también está negando tu interioridad de alguna manera»

Hay un paralelismo entre el juicio público del exjefe de Estado y el mundo íntimo del la protagonista, un paralelo entre la teatralidad, la farsa y los juegos de poder versus la vulnerabilidad. ¿Es esta paradoja entre la esfera pública y el mundo personal lo que engloba las diferentes capas de lo íntimo?

Es una pregunta muy interesante, porque definitivamente estaba interesada en pensar la actuación en la novela. Y sí pensé mientras la estaba escribiendo que el tribunal es una suerte de teatro donde la gente va a intentar ejercer la fuerza de su carisma; y también la estructura del tribunal hace que, como en un teatro, el foco, el centro de atención, y la narrativa alrededor del juicio te digan hacia dónde mirar. Creo que el personaje de la intérprete es interesante  porque de alguna manera está desarraigada, no sabe qué parte está actuando ella, y eso significa que está menos segura en el mundo porque no sabe cuál es la versión de sí misma que está presentando al público. Y en muchos sentidos eso la hace vulnerable porque creo que, cuando estás actuando y sabes quién eres, cuál es tu identidad, entonces estás protegida. Ella no tiene nada de eso, pero creo que eso también es poder: está libre de las restricciones de un rol social, por ejemplo. El final de la novela ha sido interesante porque algunas personas lo han leído como optimista e incluso lo describen como un final feliz. Hasta cierto punto, creo que una de las cosas a las que renuncia al final es que ahora va a desempeñar un rol. Ella va a ser la pareja de Adriaan, y ahí hay una pérdida de libertad también. De ahora en adelante seguirá un rol claramente definido, tendrá un nombre. Antes, a lo largo de la novela, ella está flotando y eso le da mucha ansiedad. En última instancia, creo que es un personaje que no puede soportar esa incertidumbre. Pero, creo, hay una sensación de renunciar a algo al final.

Al comienzo del libro, la protagonista es bastante neutral, piensa que solo está traduciendo. Pero luego toma posición incluso frente al exjefe de Estado. La novela pone entonces sobre la mesa la dificultad y el peligro de ser ecuánimes frente a lo violento, como si ser neutral ante la barbarie fuera también una forma de violencia.

Esto es absolutamente cierto. En última instancia, ella no soporta más; no actuar también es una elección. Es como si supieras que hay injusticia en el mundo, y tal vez no hay nada que puedas hacer al respecto o que quieras decir, pero lo mínimo que puedes hacer es mantener tu sentido de indignación. Creo que ella está rodeada de gente que necesariamente tiene otro tipo de autoprotección. Y debido a que están sirviendo a una institución que tiene un propósito mayor, han tenido que disminuir su sentido de indignación. Pienso que al final ella siente que eso no es posible para ella.

También hay varias referencias al estado de vigilancia, las cámaras de seguridad, las puertas con cerrojo, y es muy simbólica la referencia a la cultura holandesa, que no usen cortinas para demostrar que no tienen nada que ocultar; mostrar el interior de su hogar, lo más íntimo.

La vigilancia es interesante porque lo más poderoso es ver y no ser visto. En el apartamento de Adriaan ella mira calle abajo y puede ver gente que no puede verla a ella, entra en la seguridad de esa riqueza y ese punto de vista. Creo que si vives con esta idea de que no tienes nada que esconder, de transparencia radical, primero, no es verdad para nadie, también es una actuación, te estás mintiendo a ti mismo, pero creo que también está negando tu interioridad de alguna manera. Una de las cosas en las que pienso a menudo es que existe una presión real en las relaciones sobre la transparencia perfecta, como que entre dos personas no debe haber secretos y todo debe ser revelado y su vida interna debe ser completamente transparente para ti y viceversa. Pero en realidad creo que la privacidad es bastante importante. Es algo que respeto en mi pareja. Nosotros tenemos suerte porque escribimos y el espacio de nuestra escritura es profunda e intensamente privado. Encuentro muy poderosa la posibilidad de respetar a alguien que ama la privacidad. Y lo siento con mis hijos, quiero respetar sus secretos y llamar antes de entrar en su habitación. La lectura fue muy poderosa para mí cuando mis hijos empezaron a leer. Porque de repente tenían un mundo que yo no conocía: estaban leyendo libros que yo no había leído, estaban viviendo profundamente a través de esas narrativas y esos mundos y ocupando lugares que yo no conocía. Y eso para mí fue profundamente conmovedor. Creo que salvaguardar el espacio de la privacidad y de la interioridad es realmente fundamental para el ser humano.

También porque tenemos secretos que ni siquiera nosotros mismos conocemos.

Hay muchas partes de nosotros mismos que no entendemos, cosas que son privadas incluso dentro de nosotros mismos.

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