La emancipación de las renovables

La energía ha sido, es y será un pilar del desarrollo socioeconómico, pero un cambio de paradigma es imperativo. Necesitamos transformar el mix energético tradicional hacia uno más sostenible y descarbonizado. La escasez de combustibles fósiles, el encarecimiento de las facturas y, sobre todo, las consecuencias del cambio climático obligan a encontrar modelos alternativos. Es ahí donde entran en juego las energías renovables, protagonistas en la transición ecológica.

Por primera vez en la historia contemporánea, en 2022, la energía renovable cubrió más del 40% de la generación de electricidad en España, una cifra en el podio de generación verde de Europa. Según los datos de Ember, la clave está en la combinación de energía eólica y solar, dos recursos renovables que han permitido reducir drásticamente la dependencia de combustibles fósiles en apenas una década –hace diez años, las renovables apenas cubrían el 30% del mix energético–.

Sin embargo, existe un reto paralelo: innovar para lograr su independencia frente a los azares de la naturaleza. Pese a ser inagotables, los sistemas de energía renovable dependen de las cambiantes condiciones naturales y climatológicas. Si no sopla el viento, las turbinas eólicas no girarán y, si no sale el sol, las plantas fotovoltaicas apenas generarán electricidad. Incluso el 26% de las presas hidroeléctricas ya construidas y el 23% de las previstas no garantizan una disponibilidad de energía continua, ya que se ubican en puntos geográficos cada vez más azotados por las sequías. El informe anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el estado de los servicios climáticos es conciso al plantear que, si bien la transición hacia energías renovables es crucial, el auge de los fenómenos meteorológicos extremos puede poner en peligro el proceso.

La escasez de combustibles fósiles, el encarecimiento de las facturas y, sobre todo, el cambio climático obligan a encontrar modelos energéticos alternativos

Mejorar su eficiencia resulta prioritario. Para lograrlo se debe cumplir una premisa básica: guardar la energía renovable cuando sobra para aprovecharla cuando los recursos escasean. Un ejemplo de cómo resolver este reto es el proyecto ACT Battery de Naturgy, su primera instalación de almacenamiento de baterías a nivel mundial y con una estratégica ubicación en la capital australiana, Camberra. Para llevarlo a cabo se ha implementado un sistema de baterías de ion de litio con una potencia de 10 megavatios y una capacidad de almacenamiento de 20 megavatios por hora, cifras que se traducen en la posibilidad de abastecer a tres mil hogares durante dos horas en periodos de menor producción eléctrica.

Paralelamente, esta tecnología se verá reforzada por la construcción de Berrybank 2, el tercer parque eólico de Naturgy en el país, y por el proyecto Cunderdin, su primer plan híbrido solar a nivel mundial que combina la tecnología fotovoltaica y las baterías de almacenamiento. Ambos proyectos acercarán a la compañía a su ambicioso objetivo de alcanzar una potencia instalada de 2,2 gigavatios de tecnología eólica, fotovoltaica y de almacenamiento en Australia para 2025.

Pese a la aparente sencillez de estos proyectos, ha sido un reto desarrollar las tecnologías de almacenamiento energético y todavía quedan grandes obstáculos que derribar. El esfuerzo merece la pena: emancipar las renovables es la última –e imprescindible– pieza para completar el puzzle de la transición ecológica.