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La edad de oro de la edad de plata

Nunca es tarde para volver a empezar, para reinventarse. En 2030, una tercera parte de la población española tendrá más de 60 años, pero nunca ha sido tan buen momento para revalorar el talento sénior en una sociedad que lo exige cada vez más.

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Yvonne Redín
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Yvonne Redín

¿Se imagina ser campeón de tenis a los 90 años, o convertirse en una gamer exitosa a los 60? ¿Es realmente una utopía verse como un autor de best sellers de no ficción, o como una exitosa emprendedora, cuando se está por cumplir los 80? Deje de imaginar, porque todo lo anterior es posible, ya que lo de «nunca es demasiado tarde» es hoy una innegable realidad. Quienes atraviesan actualmente la edad de plata aún tienen mucho que aportar a la sociedad, porque su experiencia es uno de sus más grandes valores. La mayoría de quienes ya pasan de los 60 saben que para alcanzar el éxito solo hace falta voluntad. En pocas palabras, los referentes séniores, hoy más que nunca, tienen mucho para ofrecer a las generaciones venideras.

Es cierto que vivimos en un mundo acelerado y que, en especial durante las últimas décadas, las generaciones (cada vez) más jóvenes han ido ganando terreno en el mercado laboral, pero ¿hasta cuándo una persona puede desarrollar sus capacidades? La respuesta es que no hay límites en cuanto a edad se refiere. De acuerdo con el informe Proyecciones de población 2022-2072, del Instituto Nacional de Estadística (INE), prácticamente una tercera parte de la población española será mayor de 60 años en 2030. No obstante, eso no significa que estemos frente a una sociedad envejecida, pues casi el 50% de quienes hoy están en ese rango de edad se consideran personas activas. Y, por si fuera poco, al 72% de ellos le gustaría serlo aún más, como sostiene el Estudio sobre envejecimiento activo impulsado por CaixaBank. Es decir, nuestros mayores están en un momento en el que apuestan fuerte por sacarle el mayor provecho posible a sus capacidades más desarrolladas.

Un país que valora la experiencia

Prácticamente todos los encuestados en el informe respondieron que el talento y la experiencia sénior deberían valorarse más. Y no es para menos, pues una persona que lleva tres o cuatro décadas desarrollándose profesionalmente, sin duda puede ser un guía en su sector, o puede aprovechar todo ese conocimiento para emprender o incursionar en otras áreas. Es decir, los referentes séniores deberían tener más presencia y reconocimiento, en especial aquellos que se encuentran en un rango de edad entre los 70 y los 74 años (que tienen ingresos entre medio-altos y altos, y son muy activos).

Casi el 50% de los mayores de 60 en España se consideran personas activas

Otros dos datos publicados en ese estudio confirman lo anterior: el 64% de los encuestados afirma que en España existen prejuicios hacia las personas mayores; y el 61% sostiene que, actualmente, no hay suficientes referentes séniores que inspiren a gente más joven. Ante ese panorama, la solución radica, esencialmente, en visibilizar el valor de la experiencia y el talento sénior dentro de las empresas. Es la vía para luchar contra esos prejuicios que impiden la consolidación de quienes más experiencia tienen.

Edad, «divino tesoro»

 «Juventud, divino tesoro» es, posiblemente, el dicho popular que más encumbra las bondades de los años mozos. Pero el mundo no solo es de los jóvenes, y por eso mismo no podemos ponderar siempre la juventud y la fuerza sobre la experiencia. Acerca de este tema, Bendita Edad es una iniciativa impulsada por CaixaBank en la que los protagonistas de grandes e inspiradoras historias de éxito (que comenzaron en la tercera edad) cuentan cómo lo lograron.

El primero de ellos es Leopoldo Abadía. Hoy tiene 89 años, pero su vida cambió a los 75 cuando escribió un artículo sobre cómo entender la crisis económica de 2008. Envió aquella pieza a un amigo suyo que la hizo circular, y poco tiempo después recibió ese mismo texto con una nota peculiar: «Quizá os interesará, no sabemos quién lo ha escrito, pero, por el estilo, ha de haber sido un joven estudiante universitario». «Ese joven era yo», cuenta este talento sénior que hoy se presenta como escritor y conferenciante. Antes fue ingeniero textil, profesor del IESE durante 31 años, luego montó una consultora. Después se jubiló, pero eso no significó el final de su carrera profesional. Todo lo contrario. Desde aquella pieza con la que su vida cambió, ha publicado 12 libros: ocho son de economía, uno sobre temas familiares y tres sobre la tercera edad.

Bendita Edad es una iniciativa de CaixaBank en la que se pone en valor la experiencia de los talentos sénior que han conseguido el éxito en la tercera edad

Yo de mayor quiero ser joven. Reflexiones de un chaval de 82 años (Espasa, 2016) es, precisamente, uno de sus libros en los que, como él mismo lo dice, «el objetivo es que los mayores no quieran ser viejos». Leopoldo Abadía, sin duda, es un ejemplo de que, cuando alguien tiene talento, la edad no es un obstáculo ni una excusa para alcanzar el éxito.

Esta iniciativa recoge otros ejemplos, como el de María Teresa Saperas. Hoy, a sus 91 años, se presenta como empresaria. Su historia se podría comprender con dos fechas: aprendió a coser a los siete años y no fue hasta los 78 que hizo su primer pañal reutilizable. Quizá aquella niña que cogía por primera vez una aguja y un hilo jamás imaginó que rayando los 80 años cambiaría la vida de tantas personas. Quizá, tampoco imaginó que, después de jubilarse, y de haber sido voluntaria, presentaría su proyecto a un concurso de ideas, y que para ponerlo en marcha haría un curso de empresa. Pero los «quizá» no dicen mucho, solo los hechos y las acciones, y lo que sí es comprobable es que María Teresa, actualmente, está al frente de su empresa de pañales reutilizables, ADZ Nadons. «Creo que es importante impulsar a las personas mayores a que sigan activas», afirma. Su historia, indudablemente, es una de superación y de inspiración. Aunque tuvo el apoyo de su familia para emprender, cuenta que no fue fácil y que en más de una ocasión pensó en tirar la toalla; sin embargo, hoy cosecha el fruto de todo su esfuerzo y de siempre haber creído que hay que tener paciencia y empuje, aunque los resultados del trabajo no sean inmediatos.

La de Enrique Ayala, a quien el deporte le gustó desde siempre, es otra de las historias recogidas en Bendita Edad. Hace unos meses ganó el campeonato de tenis de España, en la categoría de veteranos mayores de 90 años, exactamente la edad que tiene. De joven jugó al fútbol y luego fue aficionado a la pesca de trucha. Después llegó al tenis. A los 80, jugando en un club con su hijo, un entrenador le sugirió que se federara y que entrara en un circuito nacional. El punto es que él quería ganar un campeonato de España y finalmente lo consiguió.

«Las personas necesitan saber que se pueden hacer cosas», afirma. Para él, lo primordial es la actividad, no solo deportiva, sino de todo tipo. Enrique sabe, y así lo comparte, que es necesario tener objetivos para después de la jubilación, luchar por ellos y, sobre todo, conseguirlos. Él es el ejemplo vivo de que una persona puede desarrollarse, crecer y conseguir lo que se propone, a cualquier edad. Y, por supuesto, Enrique sigue en las pistas demostrando que todo es posible.

Finalmente, está Anabel Ávila. «Tengo más de 60, pero juego mejor que muchos chavales», zanja. En concreto, tiene 63 y se presenta como gamer y streamer profesional. «Al principio tuve miedo de no integrarme en este mundo, pero luego me di cuenta de que ser mayor era una ventaja», cuenta esta mujer, que se reinventó (de nuevo) después de trabajar en marketing, como fotógrafa y de haber hecho uñas esculpidas. Hoy, su vida son los videojuegos online, un mundo en el que la mayoría de la gente es mucho más joven. Pero, para Anabel, eso no es un impedimento, aunque, desafortunadamente, opina, no hay referentes que impulsen la actividad después de la jubilación. «Yo, a la gente de mi edad, le diría que busque algo que le guste, que lo ponga en práctica todos los días y, de esa manera, los proyectos surgirán», recomienda una mujer que no cree en esa loca idea de que «la gente mayor tiene que parar». ¿Por qué? Pues porque, como ella misma dice, «yo he decidido volver a empezar».

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