Innovación agrícola para combatir el cambio climático

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Mariana Toro Nader

@MarianaToroN

«Si la agricultura va mal, nada tiene la posibilidad de ir bien», dice el científico agrícola indio M. S. Swaminathan. La vida depende del agro y lo hará más en el futuro. Si se cumplen las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), para 2050, la demanda de productos agrícolas se incrementará más del 60%, con una población mundial de unos 9.700 millones de personas.

Esto es especialmente grave si se tiene en cuenta que la demanda de alimentos crece al mismo tiempo que las consecuencias de la crisis climática. De acuerdo con el Banco Mundial, en la agricultura se utiliza el 70% del agua que se extrae en el mundo. Por eso, el deterioro del suelo, las sequías y el estrés hídrico han demostrado que la innovación agrícola es crucial en estos tiempos y, sobre todo, en los que están por venir.

El informe Cómo cosechar prosperidad: mayor tecnología y productividad en la agricultura, del Banco Mundial, sostiene que la innovación agrícola y la tecnología son la clave para reducir la pobreza en los países en desarrollo. Innovar en agricultura ayuda no solo a hacerle frente a las enfermedades y las plagas en los cultivos para mantener la productividad, sino también a cuidar los suelos, mejorar la calidad de vida de los agricultores y sus comunidades y preservar los recursos hídricos.

La demanda de productos agrícolas subirá un 60% antes de 2050, pero el deterioro del suelo y la escasez hídrica complican los cultivos

No hay que ir muy lejos para ver resultados tangibles sobre cómo renovar las prácticas agrícolas puede ayudar a solventar estos retos. El centro de Bayer en Brenes (Sevilla) es un hub innovador enfocado en el desarrollo de soluciones para la protección de cultivos hortofrutícolas en condiciones climáticas mediterráneas y se ha asentado como un referente en la transformación agrícola. Su ubicación en el sur de España, donde se encuentran varios centros de I+D del país, es estratégica para participar en las fases tempranas del desarrollo de futuros productos que garanticen la sanidad vegetal.

Pero la innovación no se queda solo en la productividad y la seguridad que trasladan a través de su trabajo, también está en sus propias instalaciones, donde se apoyan en el uso de placas fotovoltaicas y el recogimiento de aguas de lluvia. La estación experimental de Bayer recupera más de 2,5 millones de litros de agua pluvial, tiene un autoconsumo eléctrico, usa drones en la observación del campo y aplica técnicas de crecimiento de manto vegetal, que contribuyen al «secuestro» de carbono.

Con un presupuesto de 2 millones de euros –en 2022, Bayer aumentó un 19% su inversión en I+D en el área de agricultura en España–, el centro de Brenes es un claro ejemplo de que el sector privado es fundamental para promover el acceso de los agricultores a nuevas tecnologías y que puedan producir de una forma respetuosa con el medio ambiente. Asimismo, la apuesta de la multinacional incluye también otros programas, como Dionisio, que contribuye a mantener y fomentar la biodiversidad en fincas agrícolas, o la iniciativa Carbono para la descarbonización de la cadena de valor alimentaria.

En un momento en que la humanidad requiere a la vez más alimentos y un uso racional de los recursos naturales, Bayer avanza en su visión Salud y alimentación para todos. Porque, como decía el agricultor y filósofo japonés Masanobu Fukuoka, «la alimentación y la agricultura son el frente y la espalda de un mismo cuerpo». Y para que ese cuerpo se mantenga fuerte y sano hay que adaptarse, transformarse e innovar.