Cultura
«Los grandes problemas en la vida son el amor y el dinero, el resto son derivados»
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COLABORA2023
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Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964), escritor de historias tan variopintas y originales como ‘Los asquerosos‘, lleva viviendo más de una década en un pueblo de Castilla y León, pero reniega de la idea bucólica e idealizada campestre. Asegura que en la ciudad escribiría mejor, pero no tiene ganas de volver: piensa seguir fabricando maquetas e inventándose tramas y personajes desde su retiro en la España vacía. En su última obra literaria, ‘Tostonazo’ (Blackie Books), Lorenzo ajusta cuentas con algo que conoce bien: el mundo del cine, del que nos cuenta los entresijos de un rodaje arruinado por un ignorante cínico que manda sobre todos. A través de los entuertos con la distribuidora, las vicisitudes del montaje de la película, la condescendencia jerárquica de algunas personas de la industria y grandes dosis de humor, Santiago Lorenzo nos regala una radiografía social tan honesta e inteligente como disparatada y única.
Tu última novela habla de buscarse la vida, de encontrar un hueco en el mundo alejado de los focos y los cínicos. ¿De dónde sale la génesis de esta historia?
Cuando trabajaba en el cine viví situaciones muy asquerosas, y llevaba tiempo pensando en ellas. Le he dado vueltas a la inseguridad que hay entre quienes producen las películas y ensucian las producciones, a la gente que tenía que justificar su sueldo quejándose de todo y siendo tiránica, a los abusos de poder en el rodaje, a los egos desmedidos… Creo que he escrito desde la frustración, desde el intento de desquitarme de las cosas que no me gustan creando un mundo nuevo. Siempre he pensado que escribir es más un fin en sí mismo que un medio: uno escribe de lo que le enfada y le molesta. El problema que tengo ahora es que nada me enfada, me va fenomenal y no quiero fabricarme cabreos solo para encontrar inspiración. Quizá se me han agotado las ideas, igual Tostonazo es la última novela que escribo.
«Siempre he pensado que escribir es más un fin en sí mismo que un medio: uno escribe de lo que le enfada y le molesta»
Sueles tratar el aislamiento social, pero tus personajes siempre buscan el amor y la compañía. De hecho, en Tostonazo exaltas la amistad y el trabajo en equipo. ¿Dirías que convives con esa contradicción al escribir?
Supongo que siempre he sido un escritor enfadado y eso se refleja en mis libros. Todas las historias que me gustan van de gente que intenta salir adelante pese a los grandes problemas de la vida, que siempre digo que son el amor y el dinero, y luego todas sus derivadas. Ahora vivo más solo que la una y estoy feliz en mi aldea, donde no hay ni cien habitantes. Tampoco abogo por la soledad total porque me volvería loco; debo de haberme mimetizado con mis personajes: tanto en ellos como en mí subyace una necesidad de buscar una vida vivible, de ser querido. No todos mis recuerdos en el cine son malos… Lo grupal me parece seductor, sacar adelante un proyecto en grupo es algo bello. Mi pueblo me sabe rico cuando lo mezclo con la ciudad.
¿Se escribe mejor retirado en una aldea sin apenas gente que en una gran ciudad?
Hay que desconfiar de esa gente que dice que escribe mejor en una casa de campo retirada del mundo. Me da mucha pereza ese concepto bucólico e idealizado del mundo campestre, como si fuera una burbuja donde te llega la inspiración por arte de magia. Yo escribiría muchísimo mejor si viviera en una gran capital, pero me importa más vivir a gusto que escribir mejor. Han pasado 37 años desde mi primera primavera en Madrid y hoy sigo igual de impresionado al pasear por ella, pero no volvería ni muerto. En el campo todo va más lento, todo es más complicado y todo va peor y, sin embargo, no cambiaría mi pueblo por nada. A veces confundimos estar acompañados con estar rodeados de gente. Mi última casa en Madrid era un último piso y no se oía absolutamente nada. Me sentía mucho más aislado que ahora, que vivo con cuatro gatos a mi alrededor en un pueblo perdido.
Dicen que escribir es bordear obsesiones. ¿Es la soledad el gran tema obsesivo de tu escritura?
No me gusta pensar demasiado en mis libros, pero podría ser. La soledad suena muy bien en el plano artístico, pero en la realidad no tiene tanta gracia, porque implica no tener compañía y aguantarte a ti mismo todo el rato. Es verdad que todos mis personajes tienen una soledad elegida o autoimpuesta, aunque sean muy diferentes entre ellos. Hay un rechazo evidente hacia el mundo social, o al menos una torpeza para enfrentarse a la burbuja de las relaciones sociales. En Los asquerosos, el protagonista llega a crearse un mundo aparte con tal de no tener que tratar con el exterior, pero aún así necesita ese mundo. Al final, siempre hay un choque con la realidad, porque por muy solitario que seas, los humanos tienden a juntarse unos con otros, tienden a necesitar compartir la vida de alguna forma. Mis personajes también.
«La soledad suena muy bien en el plano artístico, pero en la realidad no tiene tanta gracia: implica aguantarte a ti mismo todo el rato»
En Tostonazo, el protagonista se ve obligado a aceptar un trabajo en Ávila. Leyéndote, se puede percibir un gusto por las ciudades de provincias. ¿Dirías que eres un autor paisajista más que retratista?
Yo creo que el paisaje es en sí mismo un retrato; para mí es un personaje más. No me suelo recrear demasiado en las descripciones físicas de los personajes porque prefiero dejar que el lector lo imagine solo, pero sí me parece importante detallar el ambiente que le rodea y cómo se relaciona con el espacio. El protagonista se muda a un lugar aparentemente peor, donde se supone que no pasan cosas, y lo cierto es que le pasa de todo. Hay una dimensión psicológica en los espacios en los que suceden cosas. A mí me han pasado cosas muy hermosas en ciudades pequeñas, como Ávila o Segovia. Las cosas más fantásticas te pueden ocurrir donde tú estás dispuesto a que ocurran. De hecho, siempre digo que yo me he encontrado aventuras alucinantes en lugares donde la gente cree que nunca se pueden dar. ¿Acaso las grandes historias solo pueden suceder en ciudades grandes como Madrid? Esa idea sí que me parece un tostonazo.
El personaje de Sixto es torpe y destroza todo lo que toca, pero aún así tiene más ínfulas que nadie. ¿Has conocido a mucha gente pedante para darle vida?
La verdad es que apenas hablo con la gente, pero como tengo mucho tiempo libre puedo intentar meterme en su piel y darle vida a un desconocido, que es lo que más me gusta de escribir. De todos modos, claro que me he encontrado con muchos como él en mi vida: gente absolutamente insoportable, sin ningún talento y con un ego desmedido que manda como el que más. Aunque seguro que todos hemos sido también como él en algún momento de nuestras vidas. Yo he hecho muchas estupideces en el pasado, he caído en un montón de mochufadas [acciones de gente ruidosa, estúpida, superficial o asquerosa]. La escritura también sirve para eso, para redimirte un poco de las bobadas que haces en la vida real.
¿Escribir te hace darte cuenta de los defectos humanos?
Claro, escribir te hace tomar conciencia de que todos somos asquerosos en algunas ocasiones. A mí me repugnan muchas cosas que veo, como por ejemplo el artificio, el intento de demostrar que eres más que los demás. Hay toda una serie de comportamientos patéticos que intento colar en mis libros porque me hace gracia jugar con ellos. Cuando hablaba de la mochufa, por ejemplo, me refería a toda esa gente que grita como posesos en el autobús y en el tren molestando al resto y le da igual, a las personas que se tragan las revistas del corazón y esos programas de televisión horripilantes donde se insultan y despotrican de la vida de los demás… Escribo y me desahogo de la mochufa.
«La compasión tiene que ver con meterte en los calzoncillos del otro y no soltar moralinas sobre qué es el bien y qué es el mal»
Haces un claro alegato a la amistad en tu última novela. ¿Es de los pocos reductos que nos salvan de la mochufa?
La amistad –ni nada– no nos salva de la mochufa, pero sí me parece un privilegio y un regalo. Bertrands encarna eso en mi novela: es el tipo que no solamente tolera tus defectos sino que los entiende, que te acompaña y que además le da cierto sentido a todo. Es un motor narrativo interesante para la historia, un elemento que hace avanzar la trama. Una novela no deja de ser una acumulación de problemas; colocar a un amigo es impulsar alguna resolución.
Llama la atención cómo juegas con el lenguaje, cómo creas palabras de la nada. ¿Jugar con el castellano es un objetivo consciente?
Yo soy pedantuelo, qué le vamos a hacer. Y además tengo la suerte de disponer de un idioma maravilloso que aprovecho al máximo. Me gusta jugar con las palabras: mezclarlas, crear algunas nuevas, tomar prestadas algunas de los amigos que tengo, que son grandes inventores. A mí me divierte escribir, no soy uno de esos escritores afectados que sufren tecleando. Yo siempre digo que después de pasar años haciendo cine con tres pesetas es una gozada encontrarse con los altos presupuestos que te permite el castellano. En el cine, los medios de producción implican dinero, mientras que en la literatura los medios son las palabras. He pasado de gastar dinero a teclear palabras. Es maravilloso no tener que preocuparte de contratar actores ni de los límites presupuestarios… Localizo donde quiero, cuando quiero y como quiero.
Tratas temas muy oscuros con elementos propios de la comedia. ¿Es el humor una herramienta eficaz narrativamente?
A mí es que todo me acaba haciendo gracia. También es cierto que no me río con las desgracias ajenas, sino con las propias. El comienzo de Los asquerosos empieza con una agresión de un antidisturbios, y eso me ocurrió de forma parecida a mí: me resulta gracioso transformar ese desagradable episodio del pasado en una sátira. Me he metido en muchísimos líos en mi vida y reírse de uno mismo es clave no solo para salir del pozo, sino también para no darse demasiada importancia. El humor es una forma de inteligencia y de supervivencia, como digo en el final de una de mis novelas: «Si los días malos les daban risa, es que no iban por mal camino».
«El discurso nostálgico que cree que todo tiempo pasado fue mejor es un tostonazo»
¿Es el humor también una forma de compasión? Muchos de sus personajes más abyectos provocan ternura, pese a sus malas acciones.
Es que la compasión no debe servir solo para la literatura, también es clave para la vida. Yo intento no juzgar a mis personajes, me parece más útil ponerme a pensar qué es lo que puede moverle a hacer lo que hace, al actuar de ese modo tan cuestionable. La compasión tiene que ver con meterte en los calzoncillos del otro y no soltar moralinas sobre qué es el bien y qué es el mal.
¿Has adquirido más libertad desde el éxito de Los asquerosos?
Los asquerosos me dio un vuelco vital. Yo aspiraba a vender unas 2.000 copias, imagínate. No me parece el mejor de mis libros, pero le estoy muy agradecido. Aún así, nunca he creído que el éxito sea vender muchos libros o ser muy famoso. Para mí, el éxito es que un día me meta en internet y lea a un desconocido criticándome y diciendo que espera que me muera y me dé completamente igual, que me ría a pierna suelta porque estoy alejado del mundo, completamente feliz en mi casa. La libertad es justamente eso: que te dé completamente igual el qué dirán. Yo he estado sin un duro y sé lo que es no tener donde caerse muerto, y por eso creo que el verdadero éxito no es tener mucha pasta, sino no depender de nadie, vivir a gusto, hacer lo que te apetece a todas horas del día. El dinero está genial y que una novela guste es fantástico, pero aún es mejor no tener la necesidad de venderte a ti mismo para sobrevivir o de forzarte a socializar para conseguir cosas.
Mencionabas antes las redes sociales. Hay quien dice que se pierde demasiado tiempo en ellas, que restan concentración. ¿Crees que han supuesto un retroceso?
A mí me apasiona internet. El tiempo no se puede fabricar, se tiene el que se tiene y punto: lo puedes utilizar mal haciendo cosas que odias o plegándote a los deseos de otros, pero no puedes perderlo. Yo tengo Twitter, tengo Instagram… pero en cuentas fantasmas. Me gusta observar. Lo que no se me ocurriría nunca es escribir públicamente en ellas, dando mis opiniones o compartiendo cualquier tema, pero nunca las criticaría. Esa gente que le echa la culpa a las máquinas solo está buscando una excusa para justificarse. Si eres listo, podrás dejar las redes apartadas para leer o hacer otras actividades. Ir contra la máquina es absurdo, estoy seguro de que cuando se inventó la imprenta ya hubo gente cargando contra ella. El discurso nostálgico que cree que todo tiempo pasado fue mejor es un tostonazo.
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