Internacional

Un mundo multipolar complejo

¿Hacia dónde va la organización política global? El futuro –y el presente– ya no está alineado en dos grandes bloques, como en el pasado, pero su estructura es mucho más complicada de lo que parece a simple vista.

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22
marzo
2023

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Cuando tratamos de definir el sistema internacional que estamos viviendo, no hay una clara definición sobre el mismo. Pero, es importante señalar que el concepto multipolaridad ha adquirido una fuerte relevancia, ya que, implícitamente, sugiere el surgimiento de nuevos actores emergentes o de varios centros de poder que se equilibran entre sí. Sin embargo, no existe un gran consenso entre los académicos o los especialistas en cuanto a considerar la multipolaridad como un proceso irreversible y esencial del sistema internacional. De hecho, pienso que estamos atravesando por un proceso de formación de polos que no acaban de consolidarse y, por el contrario, está en constante cambio en relación con su configuración.

Por ejemplo, la invasión de Rusia a Ucrania ha provocado una fuerte alianza entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE) y una relación más estrecha entre China y Rusia, propiciando la percepción de que se están conformado dos polos y que podemos retornar a la bipolaridad. Sin embargo, me pregunto, ¿esas alianzas se consolidarán una vez terminado el conflicto? Creo que no. Considero que el posicionamiento de China en el conflicto no necesariamente asegura que mantendrá una estrecha relación con Rusia en el futuro. Su interés es lograr tener una mayor influencia en el tablero internacional para convertirse en la gran potencia hegemónica más que crear un polo de poder en el cual sea el líder. Ni que quiera compartir ese liderazgo con Rusia. De hecho, al convertirse en una gran potencia económica, China ha logrado traducir ese poder económico en una gran influencia diplomática que va desde ofrecer apoyo económico a los países en desarrollo hasta ser mediador en disputas o tensiones internacionales, como lo demuestra su mediación para que Irán y Arabia Saudita restablecieran relaciones diplomáticas.

Por otra parte, la relación entre Estados Unidos y la UE no es precisamente una relación armoniosa, ya que entre ellos existen disputas en diferentes ámbitos, como lo evidencia el tema de los subsidios de Estados Unidos en materia de tecnología verde, entre otros. Además, el proceso de integración de la UE no ha logrado consolidarse. El conflicto entre Rusia y Ucrania, así como las diferencias entre los miembros en tratar temas como el de la inmigración, demuestran que no existe una sólo voz y que cada miembro vela por sus propios intereses. Eso sugiere que primero deben resolver las tensiones dentro de esta organización regional para poder definir qué tipo de alianzas consideran conveniente mantener en el sistema internacional en el futuro.

Lo anterior, me permite hacer dos preguntas: ¿Se está consolidando la multipolaridad en el tablero internacional? Y ¿por qué se asume que sea factible vivir otra vez un mundo bipolar?

El concepto polaridad está relacionado con la distribución del poder a nivel internacional, en la medida que determina o condiciona el comportamiento de los estados

Para dar respuesta a esas preguntas, debemos precisar que el concepto polaridad está relacionado con la distribución del poder a nivel internacional, en la medida que determina o condiciona el comportamiento de los estados en el sistema internacional. En ese sentido, podemos decir que el carácter multipolar de ese sistema no ha supuesto un cambio completamente radical en cuanto a la distribución de poder a nivel mundial. Si bien han surgido nuevas potencias emergentes, nadie puede poner en duda que Estados Unidos continúa siendo un actor central, en términos de poder, a pesar de que su influencia en el tablero internacional ha sido puesta en duda. Solo basta observar su poderío en el ámbito de la seguridad militar o en la carrera tecnología, basada en la inteligencia artificial, para darnos cuenta de que es un país que mantiene su carácter de potencia hegemónica. No obstante, debemos evitar ser ingenuos. Con eso me refiero a que las capacidades materiales, económicas y militares seguirán siendo relevantes en la competencia entre las tradicionales potencias y las nuevas potencias emergentes por ser la gran potencia hegemónica. Eso lo podemos ver en el caso de la competencia entre China y Estados Unidos por el liderazgo económico o tecnológico.

Otro factor que puede contribuir a dar respuesta a las preguntas planteadas es que no podemos aceptar completamente la existencia de un sistema internacional claramente multipolar o bipolar. Recordemos que una de las definiciones de polo hace énfasis en que es un punto destacado que atrae la atención o el interés. Pero eso no está sucediendo en el sistema internacional. Por el contrario, lo que estamos presenciando es que cada estado mantiene un comportamiento flexible y no se siente completamente comprometido a seguir al líder del polo. Una situación muy distinta a la sucedida en el periodo de Guerra fría, ya que los países en desarrollo que formaban parte del G-77 y que tenían la intención de mantener su carácter de no alineados frente al bloque capitalista o socialista, terminaron viéndose forzados por sus circunstancias o por sus necesidades económicas y políticas a formar parte de uno de ellos. En cambio, vemos que a las potencias occidentales cada vez les cuesta más imponer su agenda. Por ejemplo, las sanciones que han impuesto a Rusia no han sido apoyadas por todos los países en desarrollo.

Si bien es cierto que las potencias emergentes no pretenden o aspiran a crear un mundo radicalmente diferente, tampoco podemos afirmar que el sistema internacional siga siendo dirigido por Occidente o que sea liderado por Estados Unidos. Por el contrario, el sistema internacional está reflejando una pluralidad de influencias que, según el tema o circunstancias, provocan la configuración de alianzas o bloques temporales. Además, el sistema internacional no parece estar liderado por un país en solitario.

Lo anterior me lleva a plantear que el sistema internacional mantiene una multipolaridad compleja que no es estable, ya que no estamos en presencia de centros de poder que se equilibren entre sí. No podemos negar que la nueva configuración multipolar de poderes emergentes presenta divergencias en relación con las agendas y visiones sobre lo que es importante resolver a nivel mundial. Lo cual conduce a una hostilidad abierta entre las potencias tradicionales y emergentes en diferentes ámbitos, como el tecnológico, así como una competencia por el liderazgo que dificulta consolidar una multipolaridad estable.

Esa multipolaridad compleja no contribuirá a la estabilidad del sistema sino se logran establecer mecanismos de cooperación más sólidos y democráticos

El último factor que quiero explicar para dar respuestas a las preguntas que plantee más arriba, es la importancia que el capitalismo ha jugado en la configuración y consolidación del sistema internacional que estamos viviendo. Pienso que ha jugado un papel central en la evolución del orden mundial y la configuración de la distribución de poder en ese sistema internacional, a través de su capacidad e influencia. Es evidente que el capitalismo y la defensa que se hizo de él propiciaron el cambio del sistema bipolar del período de Guerra fría al sistema caracterizado por esa multipolaridad compleja que estamos viviendo actualmente. Esto es importante porque, sin ser un Estado-Nación, ha contribuido a la configuración de polos de desarrollo y bloques de poder durante las últimas tres décadas. Incluso, me atrevo a decir que los cambios e inestabilidad que vive el sistema internacional están relacionados con los cambios o reformas que el capitalismo, a través de los estados y agentes que lo defienden, fueron puestos en marcha para mantenerse como el sistema económico fundamental del sistema internacional.

Teniendo en cuenta los factores que he explicado, para dar respuesta a las preguntas, considero conveniente señalar que esa multipolaridad compleja no contribuirá a la estabilidad del sistema sino se logran establecer mecanismos de cooperación más sólidos y democráticos. Por eso, el próximo paso de ese proceso multipolar es establecer mecanismos de gobernanza que sean más inclusivos y democráticos. Esto supone que las grandes potencias deben canalizar su voluntad política a contribuir realmente a la creación de mecanismos que faciliten una toma de decisiones más democrática y que la cooperación entre todos los estados sea una realidad. En ese sentido, las nuevas potencias emergentes podrían ejercer su influencia diplomática para ese fin. No hay duda de que una multipolaridad cooperativa solo será posible si las potencias tradicionales y emergentes, realmente, están dispuestas a crear marcos multilaterales que faciliten la inclusión de los gobiernos a todos los niveles y de la sociedad civil para conseguir un mundo más estable y menos conflictivo.


Alejandro Santana Mariscal es colaborador académico del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade

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