Siglo XXI

«Los nostálgicos del bipartidismo no deberían descorchar todavía el champán»

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21
marzo
2023

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Acostumbrado ya desde hace años a la titánica tarea de tratar de arrojar algo de luz y sosiego a los encarnizados debates políticos que copan las televisiones cada día, Lluis Orriols (Barcelona, 1978), doctor en ciencias políticas por la Universidad de Oxford, se ha lanzado al más difícil todavía: tratar de explicar el voto. Lo hace en su último libro, ‘Democracia de trincheras’ (Península, 2023), un ensayo que comparte virtudes con su autor: es lúcido, cercano y honesto. También es especialmente relevante en año electoral.


Empecemos por lo más importante: ¿por qué votamos como votamos?

Es imposible explicarlo solo en un libro. Sí intento introducir una idea que muchas veces pasa inadvertida, y es que las identidades son uno de los principales motores en política, por lo que, para entender a quién votamos, hay que pensar cómo conformamos nuestras identidades y cómo se relacionan estas con los objetos políticos.

¿Y cómo se conforman estas identidades?

En un primer momento tiene que ver con las categorías que usamos para entender los fenómenos políticos. Estos son muy complejos, razón por la que necesitamos simplificarlos con categorías: nociones como partidos, izquierda y derecha, clases sociales… Cuando establecemos estas categorías, nos metemos dentro de una de ellas y nos vinculamos emocionalmente. Esto nos lleva a que la identidad tiene mucho que ver en realidad por cómo entiende cada uno la política. Es la primera pregunta que nos tenemos que hacer: cómo estructura la ciudadanía la política en su mente. ¿Pensamos en clases sociales, pensamos en clave nacional, pensamos en izquierdas y derechas? A partir de ahí, podemos empezar a entenderlo todo. En el fútbol es mucho más fácil, por ejemplo, porque la identificación solo parte de categorías como clubes y selecciones nacionales.

Usted habla en el libro del votante Jorge Javier Vázquez, más fiel al partido, y otro votante Belén Esteban, que fluctúa dependiendo de lo que hacen unos y otros. ¿No somos todos un poco los dos tipos a la vez?

Sí, yo de hecho hablo en el libro de que una democracia saludable necesita a los dos. Es una forma gráfica de mostrar que en política necesitamos el estímulo racional y el identitario, pero es claro que en nuestra mente todos tenemos un pequeño Jorge Javier y una pequeña Belén Esteban. Incluso seguro que los propios Jorge Javier y Belén Esteban tienen de los dos.

«Los partidos tradicionales tienen bolsas de fieles que amortiguan sus caídas y tienen crisis electorales, pero son capaces de tener también segundas oportunidades»

¿Pero el factor identitario y el racional funciona en todos de la misma manera?

No. Todos conocemos a alguien que es militante de un partido, va a las asambleas o forma parte de los cuadros intermedios. Este lógicamente vive la política de un modo distinto a como lo hace alguien que, con las pequeñas piezas de información que va recogiendo, vota a uno u a otro. El segundo, como mucho, a lo mejor tiene algún partido al que no votaría nunca, pero su menú es bastante más amplio.

Hablando de identificación, ¿cómo pueden afectar al PSOE por ejemplo los casos de corrupción que se están destapando en las últimas semanas? ¿Tiene el partido la suficiente gente identificada con él como para que no le afecte?

En realidad, tiene de los dos tipos, pero si algo hemos aprendido en los últimos años es que los partidos tradicionales tienen bolsas de fieles que amortiguan sus caídas. Tienen crisis electorales, pero son capaces de tener también segundas oportunidades. Lo hemos visto también con el PP. No podemos decir lo mismo de UPyD y Ciudadanos, por ejemplo. Es verdad que el tema tiene todos los ingredientes como para que le haga daño. ¿Será este desgaste tan atroz como para que peligre su dominio en la izquierda? Seguramente, habrá muchos de sus votantes que busquen estrategias para perdonar, ignorar o considerarlo un caso aislado.

Esto quiere decir que partidos tradicionales tienen más colchón, por decirlo de alguna manera.

Sí, aunque en este punto los estudios son contradictorios. Hay alguno que dice que quien se vincula a un partido nuevo al final termina sesgando tanto la realidad tanto como el que lo hace a través partido tradicional. Pero sí está claro que, en momentos de estrés y de crisis, los partidos tradicionales sortean mejor la curva, apelan mejor a los fieles.

También tienen más experiencia gestionando crisis.

Puede ser, pero no hay que olvidar tampoco que las identidades se arraigan con el tiempo. No es lo mismo haber sido socialista durante los últimos 30 años que haber sido de UPyD durante los últimos tres.

«No existe la excepcionalidad ibérica, eso es una mentira que nos han intentado colar muchas veces»

¿Cómo afronta España las próximas elecciones?

Abrimos un periodo interesante por dos razones. La primera es que las alianzas postelectorales están muy claras. El ciudadano tiene información precisa de qué van a hacer con su voto. Esto no es tan viejo, en las pasadas elecciones había mucha más incertidumbre: en Podemos pensaban en el sorpasso, Ciudadanos jugaba al despiste, los partidos nacionalistas planteaban como posible el bloqueo institucional… Esto era un problema porque en España no votamos solo a un representante, votamos a un gobierno. El segundo elemento es que no hay un ganador claro, y no lo hay porque gana quien conforme una mayoría parlamentaria, no quien quede primero en las elecciones. Hace años, en una cosa y otra eran lo mismo.

Hace años de hecho en el PP se hablaba de que ganar solo era alcanzar la mayoría absoluta.

Sí, y hoy ni siquiera está claro que la suma de PP y Vox puedan llegar a esta mayoría. Son unas elecciones muy abiertas.

En otras entrevistas ha dicho que, viendo por ejemplo lo que pasó en Brasil o en EEUU, le da miedo que por el lado de la derecha no se reconozca una victoria de la izquierda si esta encuentra más caminos para la coalición. ¿Le sigue inquietando esto?

Mucho. Si yo tuviera a los representantes públicos delante, lo primero que les pediría es que gane quien gane el perdedor acepte el resultado, sea este cual sea: PP con Vox o PSOE con lo que se ha llamado «gobierno Frankenstein». Por cierto, ya dice mucho de ciertas posturas el llamar Frankenstein a una coalición, aunque también creo que esto entra dentro de lo que se puede decir en democracia.

¿Con qué estado de ánimo afrontan los españoles estas elecciones? ¿Hay cierto agotamiento después de unos años especialmente convulsos?

Sí, aunque yo más bien diría que volvemos a la velocidad de crucero. La España de 2023 no es la de 2015-2019, vivimos el momento con algo más de desapego, el ciudadano se ha separado un poco de la política. Pero lo excepcional era lo otro. Tampoco creo que la gente vaya a pasar de las elecciones, no preveo abstenciones récord.

¿Estamos en España especialmente polarizados?

Sí, sobre todo en términos de rechazo al adversario, de considerar que no son legítimos, que son peores, inferiores… Estamos más polarizados que hace tiempo. Claro que tampoco cabe exagerar: hay estudios que dicen que somos de los más polarizados de nuestro entorno. En realidad, lo que pasa es que estamos bastante en contra de los partidos en general.

Pero a comienzos de los 2000 había quien acusaba al PSOE poco menos que de guardar relación con los atentados del 11M.

Es que, de hecho, si hablamos de polarización en España, el origen hay que buscarlo ahí. Los primeros indicios los tenemos ahí. Pongo un ejemplo. Cuando Felipe González queda segundo en las elecciones en 1996, cede la iniciativa de negociar para formar coalición a José María Aznar, lo que sorprendió mucho en toda Europa. Comparemos ese contexto con 2004, con un relevo de poder traumático, con unos perdedores poniendo mucha tensión.

Vamos un poco más cerca. ¿Queda algo de la España del 15M que parecía que iba a terminar con el bipartidismo?

Sí que quedan cosas. Para empezar, el arco parlamentario no es el mismo, tenemos a Vox y a Unidas Podemos. Tenemos el primer gobierno de coalición de la historia. No creo que hayamos vuelto a antes de 2015, yo no soy capaz de entender la realidad ya con esas coordenadas. Sin aquello, no podemos entender muchas de las cosas que pasan ni muchas de las cosas que pasarán. Porque esto no es el fin del viaje. Hay algunos pensando que estos años han sido un pequeño disgusto y que poco a poco estamos volviendo a lo de antes. Creo que no es así.

Pero esto nos remite a lo que comentaba antes de las crisis y los grandes partidos.

Sí, pero no podemos analizar las cosas solo mirándonos el ombligo. Hay que mirar alrededor. La era de los populismos, la polarización y el auge de la extrema derecha no ha terminado. No existe la excepcionalidad ibérica, eso es una mentira que nos han intentado colar muchas veces. Al final, en España ocurre lo mismo que ocurre fuera porque formamos parte de lo mismo. Los nostálgicos del bipartidismo no deberían descorchar todavía el champán.

Hablando de polarización y fragmentación, ¿habrá sorpasso de Más País a Unidas Podemos en el espacio de la izquierda?

Más País es un partido que tiene difícil implantación en España hoy pero que es un proyecto muy interesante para el mañana. Cuestiones como el cambio climático y el ecologismo cosmopolita son ejes que van a articular la política en las próximas décadas. Quien consiga apropiarse de este tema, estará en muy buena posición. Va a ser un elemento a tener en cuenta no en 2023, sino como germen de una expresión política que va a ser muy importante en el futuro.

¿Se atreve con un pronóstico?

Soy muy malo haciendo pronósticos. Sí puedo decir que nada está todavía vendido y que no podemos descartar que el segundo gobierne.

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