Sociedad

«Se ha roto un tabú sobre el placer femenino»

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09
marzo
2023

El último gran descubrimiento viral sobre la Antigua Roma, el último que ha saltado de los ‘papers’ académicos a los titulares de los medios de medio mundo, ha sido algo tan prosaico como un juguete sexual de madera. Los arqueólogos han corregido la identificación de lo que se consideraba una herramienta para zurcir –uno de los restos hallados en la muralla de Adriano– y lo han clasificado como un consolador romano. Sin embargo, el hecho de que este hallazgo se haya hecho tan popular –y haya sorprendido tanto–, dice mucho más sobre la sociedad actual de lo que podría parecer. Esperanza Gil, sexóloga de Amantis, confirma que, aunque las cosas han cambiado, siguen existiendo tabús sobre estos temas.


¿Por qué nos sigue sorprendiendo que en una excavación de cosas de la vida cotidiana aparezcan este tipo de productos? ¿Damos a veces por sentado que los juguetes sexuales se inventaron allá por 1970?

Sí, totalmente. El hecho es que las personas se masturban y el sexo existe desde el que el mundo es mundo. A mí me sigue sorprendiendo que siga sorprendiendo. Creo que es porque hasta ahora, cuando se encontraba algo que tenía estas formas, se decía que era un elemento que daba suerte o un amuleto, se le daban otro significado. Ahora, se da el significado que tiene, en este caso que era un dildo de madera.

Esta interpretación diferente de las cosas, ¿viene por añadir una perspectiva de género? Estoy pensando en el ejemplo clásico de cómo se interpretaban cosas de la Prehistoria de forma errónea por no pensar en las mujeres.

En este caso, yo creo que está más enfocado que venimos de una cultura religiosa judeo-cristiana y muy arraigada y todo lo que tenía que ver con el sexo y la sexualidad era pecado, aunque hubiese pasado hace tropecientos años. Una forma de evitar la censura y que siguieran conservándose [estos artefactos], me imagino, era decir que eran otra cosa.

«Cuando se encontraba algo que tenía estas formas, se decía que era un elemento que daba suerte o un amuleto y se le daban otro significado»

Más allá de este descubrimiento, ¿qué sabemos sobre la historia de los juguetes sexuales? ¿Es ya un terreno en el que se haya avanzado –por todo es boom de historia social de la segunda mitad del siglo XX– o sigue siendo esta parte de la historia colectiva un tabú? 

Quizás estamos poniendo el foco en que esto existe. Yo creo que incluso habría gente que veía estas herramientas y no sabía identificarlas, porque a lo mejor nunca había visto un juguete erótico o ni siquiera se habían planteado que existían. Hoy en día ya sí y a lo mejor conferimos así ese significado por ese motivo. Pero existen un montón de hallazgos. Por ejemplo, en Grecia creaban juguetes a base de piel de cordero y los rellenaban con lana. Dependiendo de la cantidad de lana que le pusieran, el juguete tenía más o menos dureza. Ya jugaban con las texturas. Se servían de lo que tenían a su alrededor.

Hablamos de la antigua Grecia, de Roma –que también son parte de nuestra cultura–, pero, en España, en el pasado lejano y no tan lejano, ¿también había juguetes eróticos? No te los encuentras cuando vas al Museo de Artes Decorativas, pero sí estaban por ahí…

Sí, claro que sí. A través de la artesanía te podías hacer tus propios juguetes sexuales. Aquí teníamos, por ejemplo, la cerámica y también la madera. De hecho, sigue habiendo artesanos que los hacen. Los materiales nobles también se siguen utilizando, como juguetes de vidrio. Al final todo ha ido evolucionando: igual que tenemos móviles mucho más ligeros y que son mucho más efectivos, en el caso de la juguetería erótica igual. La tecnología ha evolucionado para que nos comuniquemos más eficazmente y más rápido y también para que tengamos un orgasmo más eficaz y más rápido. Ahora hay más variedad. De hecho, en las últimas novedades, llegaron de todos los colores, hasta una alpaca o juguetes kawaii.

«La educación sexual es necesaria y es un derecho; uno que no estamos pidiendo, pero que es uno que está tipificado»

Estos juguetes cuquis ¿nos demuestran que la masturbación y los propios juguetes sexuales se han integrado en la conversación pública? 

Gracias al famoso succionador, el Satisfyer, esto se ha hecho más realidad. Sí, es verdad que se ha roto un tabú sobre el placer femenino. Lo raro es no haberlo probado. Ha hecho que a muchas mujeres se les haya abierto un mundo y hayan empezado a venir a las tiendas eróticas, porque es un juguete que se ha popularizado tanto que se ha normalizado. Esto es fantástico, porque la juguetería erótica está generando mogollón de productos que antes eran impensables. Hace quince años, ibas a una tienda erótica y, lo que encontrabas, todo estaba enfocado desde la visión masculina. No se tenía para nada en cuenta el placer femenino y ni siquiera su anatomía. Hoy, tenemos mucha variedad porque las mujeres son potenciales consumidoras de ese tipo de juguetería, así que la industria se ha puesto las pilas. También, me imagino que en el sector cada vez hay más mujeres trabajando; más mujeres ingenieras o diseñadoras de producto y esto se nota.

Digamos que desde finales de los 90 a ahora ha pivotado el mercado.

Sí, hay muchas tiendas eróticas con un aspecto como más women-friendly, por llamarlo de alguna forma.

Siguiendo con lo que dicen estas nuevas tiendas, ¿qué crees que dice de nosotros como sociedad? Por ejemplo, vosotros tenéis una en un centro comercial, algo muy accesible. ¿Podemos concluir que todo esto ha dejado de ser tabú?

No ha dejado de ser un tabú. Sigue entrando mucha gente con mucha vergüenza. Sigue siendo un tabú; menos, porque hay pequeños pasos. Pero, por ejemplo, algunas financieras y bancos siguen sin querer trabajar con las tiendas eróticas. Y a nosotros nos han censurado campañas [publicitarias].

Pero ¿notáis un cambio generacional? ¿Se pierde el tabú con los millennials o la Generación Z?

No se puede generalizar, porque sigue habiendo mucha gente joven que viene también avergonzados. Incluso sigue existiendo gente que me dice «vengo yo porque mi amiga o mi novia o mi novio no ha querido entrar». Pero sí que hay una tendencia hacia la apertura.

Aparte de pensar espacios y productos de una manera diferente, ¿piensas que una mejor educación sexual en la escuela –aunque sé que es un terreno pantanoso que se ha convertido en parte de las guerras culturales– ayudaría a ver esto de otra manera? Al final, la propia industria de los juguetes sexuales con su enfoque wellness también habla de ello como de salud, de bienestar.

Claro, yo ahora mismo dirijo el Instituto Valenciano de Educación Sexual y en casi todos los talleres –empezamos en Primaria– en la primera sesión para nivelar un poco –saber qué es lo que conocen, porque cada grupo es un mundo– les pido que me vayan diciendo palabras que tengan que ver con la sexualidad. Y hay muchísimos grupos en los que sale la palabra Satisfayer. Y hablamos de Primaria. La educación sexual es necesaria. Es un derecho; uno que no estamos pidiendo, pero que es uno que está tipificado. Algunas familias creen que vas a interferir en sus valores, que les vas a mostrar algo que no conocen en el mal sentido o que vas a activar esa curiosidad –que ya tienen–. Hay una serie de mitos y creencias sobre la educación sexual. Por eso, yo siempre hago un taller gratuito antes para las familias, pero no van. En educación sexual, de lo que menos hablamos es de sexo. Hablamos de relaciones de pareja, de autoestima, de autocuidado, de responsabilidad y de millones de cosas.

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