Sociedad

No me chilles que no te veo (pero te oigo)

Las ciudades son entornos particularmente ruidosos, una característica a la que parecemos habernos acostumbrado. No obstante, el ruido afecta a nuestras vidas, a nuestra sensación de intimidad y, sobre todo, a nuestra salud.

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16
febrero
2023

Nuestras vidas urbanas están continuamente expuestas al ruido: de la calle, de las carreteras, de los aparatos en las fachadas o de las personas que viven a nuestro alrededor. En las ciudades, el ruido se ha convertido en algo tan cotidiano que casi no conseguimos distinguir de lo que llamamos «sonido ambiente». Según una estadística de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) publicada en 2020, uno de cada cinco europeos está expuesto a niveles de ruido considerados nocivos para la salud. Cifras que, se prevé, aumenten en los próximos años.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Europa se producen cada año alrededor de 12.000 muertes prematuras a causa de la contaminación acústica, un mal que además causa molestias crónicas a más de 22 millones de personas. Por ejemplo, se estima que, de media, 6,5 millones de europeos tienen problemas para conciliar el sueño, 189.655 de los cuales son españoles. Muchas ciudades españolas, como Vigo, Málaga o Santiago de Compostela ya han recibido alertas sobre su preocupante nivel de ruido en algunas de sus zonas urbanas más atestadas, si bien destacan especialmente Ceuta, Murcia y Canarias. A nivel europeo, a pesar de no estar en la cola, el ranking de países con más contaminación acústica lo lideran Italia y Luxemburgo. 

Uno de los espacios en los que el ruido se hace más evidente –y molesto– es en nuestros hogares, donde se nota especialmente la falta de intimidad acústica de muchos pisos y viviendas urbanas. ¿Quién no ha oído a un vecino mirando el televisor o discutiendo con su familia alguna vez? Y viceversa, ¿quién no ha tenido miedo de ser oído por algún vecino en la intimidad de sus casas? Según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE en 2022, el 21,9% de los españoles dice tener problema con los ruidos en su casa, lo que se sitúa por encima de la media europea, que se encuentra alrededor del 17,5%. Si bien hay factores culturales relacionados con el ruido, una de las principales causas a las que se apuntan cuando hablamos de sus molestias o mayores perjuicios es el mal aislamiento del parque actual de edificios.

En Europa se producen cada año alrededor de 12.000 muertes prematuras a causa de la contaminación acústica

Como expone Eduardo Alonso, arquitecto de Visado del Colexio de Arquitectos de Galicia, en una entrevista en El Español, el 93% de los edificios españoles fueron construidos antes de la entrada en vigor de la normativa actual, que incorpora pautas de reducción de la exposición humana al ruido. Por ello, revisar el cumplimiento de algunos edificios con los actuales protocolos y rehabilitar parte del parque immobiliario es una demanda común entre los profesionales del sector de la vivienda. Si bien esta es una medida de alto coste y que significaría una gran inversión público-privada, también hay otras apuestas de menor gasto, como la rehabilitación de las ventanas para mejorar el aislamiento o la peatonización de algunas áreas urbanas para reducir las molestias ocasionadas por el tráfico. 

Pero el ruido en las ciudades no solamente tiene afectaciones en nuestro bienestar diario: también puede ocasionar graves consecuencias en nuestra salud. La misma AEMA culpa al ruido de la aparición anual de 48.00 casos en Europa de cardiopatía isquémica, un transtorno que impide que el corazón reciba la sangre necesaria. Además, existen altas correlaciones entre el ruido y los niveles de estrés y ansiedad en los habitantes de una zona: no se trata solamente de una cuestión de salud ambiental, sino también humana y personal.

Precisamente en los últimos años se ha hablado mucho sobre el concepto de «salud planetaria», que hace referencia a la consecución del nivel máximo de salud, bienestar y equidad en todo el mundo respetando los límites de los sistemas naturales de la Tierra mediante la integración de varios sistemas humanos (es decir, políticos, económicos y sociales). Es solamente a partir de estas coordenadas que retos como la contaminación acústica en nuestros hogares puede ser resuelta. Solo si revalorizamos el silencio como fuente de bienestar podremos poner sobre la agenda las prioridades necesarias para que no solamente se convierta en un tema importante, sino que articule una serie de propuestas y transformaciones que hagan de nuestra intimidad otra vez un espacio propio.

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