Opinión

Ada Colau liquida al funcionario fiel

El cese del director de arquitectura y patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona, Marc Aureli Santos, causa indignación en el gremio de arquitectos de la ciudad y lanza un mensaje negativo para la democracia

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Ricardo Patiño
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05
febrero
2023

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Ricardo Patiño

Para cualquier alcaldesa o alcalde es un sueño contar con funcionarios de la Administración Pública leales y neutrales, que saquen adelante los proyectos con criterio y eficacia, y, en lo posible, sin levantar revuelo. Es el caso del arquitecto Marc Aureli Santos, impulsor de iniciativas que se cuentan entre las más interesantes de la Barcelona contemporánea, cesado sin motivo a finales de diciembre por la alcaldesa Ada Colau en su puesto de director de Servicios de Arquitectura Urbana y Patrimonio del Ayuntamiento, que ocupaba desde 2017.

Un hecho incomprensible para la mayor parte del gremio de la arquitectura de la ciudad, que se movilizó y envió el 27 de diciembre una carta a la alcaldesa pidiendo explicaciones y lamentando «moltíssim» el cese de Santos, habida cuenta de «su impecable labor profesional» al frente de una dirección «tan sensible para nuestra ciudad». La carta lleva el membrete del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (COAC), y está firmada por 47 personas, entre ellas los directores o directoras tanto del Col.legi como de las escuelas de arquitectura ETSAB, ETSALS y la UIC, la Agrupació d’Arquitectes Urbanistes de Catalunya, la Agrupació d’Arquitectes per a la Defensa i la Intervenció en el Patrimoni Arquitectònic, el Centro de Diseño y Arte EINA,  ArquinFad o 48h Open House Barcelona, además de la ex regidora de Ciutat Vella, el barrio histórico, Itziar González Virós.

En el texto se hacen eco de los 35 años de trabajo de Marc Aureli Santos en la administración pública de su ciudad, tiempo en el que dicen haber constatado «su criterio como arquitecto, su profesionalidad en todo momento y su predisposición para afrontar los retos de Barcelona, siempre desde la conciliación y el diálogo entre todos los agentes».

Destaca en la carta esta última valoración de Santos como agente del seny, ese sentido común conciliatorio y de mediación tan admirado en el carácter catalán y que se emparenta con el hygge danés,  la emoción ante los placeres sencillos de la vida. El hygge y el seny, aplicados al territorio, dan como resultado Copenhague y Barcelona, dos de las ciudades más admiradas como laboratorios urbanos que sintetizan el talento de Europa, con personajes clave como el urbanista peatonalizador Jan Gelh en la capital danesa, o el arquitecto y urbanista del periodo preolímpico Oriol Bohigas en la capital catalana.

«El ‘hygge’ y el ‘seny’, aplicados al territorio, dan como resultado Copenhague y Barcelona, dos de las ciudades más admiradas como laboratorios urbanos»

En esa estela de espíritu socialdemócrata se desenvuelve una figura como Marc Aureli Santos (la socialdemocracia de la posguerra vivió en Dinamarca un periodo esplendoroso de cincuenta años, y en el Ayuntamiento de Barcelona la etapa socialdemócrata iniciada por Narcis Serra y Pasqual Maragall, también con resultados espectaculares, duró 32 años, de 1979 a 2011). Por eso, la salida de Santos adquiere un carácter especialmente simbólico, pues él es el último gran funcionario municipal de la etapa de Maragall (con lo que ese periodo supuso urbanísticamente para la ciudad), y su cese en tareas de responsabilidad, casi con saña, trae inconscientemente al recuerdo las purgas de tiempos pretéritos. De ahí que parezca mentira que una alcaldesa como Ada Colau, empeñada y orgullosa de que Barcelona sea una ciutat oberta e inclusiva, en vez de apoyarse en Santos como figura que participó en la creación de ese Modelo Barcelona que fascinó al mundo, sea quien lo destituya sin contemplaciones y con el estilo displicente del «aquí mando yo». El respeto a la Administración pública tradicional, a su neutralidad, calidad y eficacia, queda así socavado y resulta perturbador que desde una supuesta izquierda se engendre un caso semejante de malas prácticas.

¿Pero quién puede haber desencadenado esta crisis de prescindir a cinco meses de las elecciones municipales de una persona que ha trabajado de manera brillante con cinco alcaldes de tres signos políticos diferentes? En los medios gremiales barceloneses se atribuye la destitución a Janet Sanz y Xavier Matilla. La política Janet Sanz es la segunda teniente de alcalde y responsable de urbanismo, ecología, infraestructuras y movilidad del Ayuntamiento. Licenciada en derecho y ciencias políticas, carece de las credenciales que un puesto así requiere, dado que no es arquitecta ni urbanista, ni su trayectoria ha estado enfocada en algo tan específico como es la configuración del espacio público. Su falta de formación en el tema contrasta con una afortunada tradición en otras ciudades catalanas de situar al frente del urbanismo a arquitectas o arquitectos muy solventes, tal es el caso de Rosa Martínez Camarasa en una ciudad tan compleja como Sabadell, o, en los años noventa, a Josep Maria Birulés en Girona.

Por su parte, Xavier Matilla es el arquitecto jefe de Barcelona, una posición que ha ido lamentablemente degradándose. Dependiente jerárquicamente de Janet Sanz, ambos han tratado de justificar el cese de Santos como una reestructuración habitual entre departamentos. La carrera política de Matilla, sin el respaldo por parte del gremio que obtuvieron anteriores arquitectos jefes como Josep Antoni Acebillo, Vicente Guallart o Ton Salvadó, se resume en la dramática derrota electoral en su aspiración previa a ser alcalde de Terrassa, hasta que fue rescatado por Ada Colau para el Ayuntamiento barcelonés.

«El respeto a la Administración pública tradicional, a su neutralidad, calidad y eficacia, queda así socavado»

Tanto la trayectoria de Sanz como la de Matilla palidecen al lado de la de Marc Aureli Santos. Desde su práctica como arquitecto en colaboración con grandes profesionales de la arquitectura y el diseño a la cofundación de la mítica editorial de arquitectura Actar y la organización de los Festivales Metápolis. O su responsabilidad en los proyectos  y el mantenimiento de Ciutat Vella, y posteriormente también en el Eixample. O su paso por la Agencia del Paisaje Urbano. O su colaboración en múltiples proyectos del área cultural de Barcelona como la reforma del Mercat del Born, la construcción del Museu del Disseny (DHUB) o la ampliación del Auditori de Rafael Moneo. O su importante proyecto para el Instituto de Cultura de Barcelona de las denominadas Fàbriques de la Creació, edificios que eran transformados por profesionales de la arquitectura emergentes para estimular la creación de la gente joven, en artes digitales, teatro, danza o circo. O su apoyo, replanteamiento e impulso a la Comisión de Arquitectura del Ayuntamiento, creada por Oriol Bohigas, un consejo independiente que cuenta ahora con 18 expertos con capacidad de opinión y veto sobre los proyectos en marcha, un referente intelectual y social para fomentar la ciudad verde, humanizada y sostenible. O su determinante papel, junto con la directora de la Fundació Mies van der Rohe, Anna Ramos (también en el punto de mira de Janet Sanz), en el proceso que consiguió que Barcelona vaya a ser capital mundial de la arquitectura en 2026.

El cese del funcionario Marc Aureli Santos viene así a significar un problema mayor en las sociedades contemporáneas: el debilitamiento incesante de las mejores cualidades de lo público. Se refuerza de este modo la tóxica idea de que el cargo de los funcionarios leales al Estado está al servicio no de la utilitas publica del Derecho romano sino del capricho de los políticos de turno y sus inseguridades, mediocridad y celos. Sigue ocurriendo en tantos lugares de España que el que un hecho así de desprecio a lo público suceda en Barcelona lanza un mensaje deprimente, teniendo en cuenta los centenares, miles de casos de mala praxis urbana, por parte de políticos de todos los partidos, que se extienden a la sombra de la brutalidad neoliberalizadora, de la corrupción y la incultura.

Altos funcionarios con inteligencia, bagaje intelectual y determinación como Marc Aureli Santos deberían estar siempre en la primera línea del poder para frenar el deterioro arquitectónico y urbanístico de las ciudades, pueblos y paisajes españoles. Uno de los proyectos más emocionantes que Santos ideó, gestionó y completó en Barcelona es un espacio teatral, la Sala Beckett, entre los años 2011 y 2017. Los políticos vienen y van, su horizonte pende del hilo del resultado electoral, mientras que los funcionarios entienden el tiempo y las necesidades de la ciudad de otra manera, y pueden dedicar siete años a un proyecto así, una de las rehabilitaciones más logradas y premiadas de la arquitectura española contemporánea, obra de los arquitectos Eva Prats y Ricardo Flores.

Una bella tipografía de siete letras perfila el edificio en la esquina de dos calles: Beckett. Marc Aureli Santos bien puede recurrir a las palabras del dramaturgo y premio Nobel irlandés en este momento en el que se ha tratado tan injustamente de poner en cuestión su larga, fructífera y ejemplar trayectoria. Las palabras de Beckett son más poderosas que la pobreza intelectual de sus atacantes, pues se dirigen al alma de las cosas, a la esencia del ser humano: «Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor».


Andrés Rubio es periodista y autor del ensayo ‘España fea. El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’ (editorial Debate).

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