Sociedad

La España herida

Si esta es la era de la confrontación y la crispación, ¿cuáles son las razones que explican esa dinámica? Jordi Sevilla analiza en ‘La España herida’ (Deusto, 2022) los seis binomios que funcionan como brechas en la sociedad española: pobre/rico, mujer/hombre, joven/ mayor, rural/urbano, analógico/digital y turbocapitalismo/retrocapitalismo, estudiando qué los separa y, sobre todo, qué permitiría acercar posiciones y caminos.

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19
enero
2023

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Un 77% de los españoles dice en las encuestas que la situación económica del país es mala o muy mala. Esa percepción, formada a través de lo que se escucha en los medios de comunicación o en los debates políticos, no les impide reconocer que, en su caso concreto, su situación económica personal es buena o regular, y que solo es mala o muy mala para un 25%. Es decir, la mitad de los ciudadanos viven convencidos de que las cosas van mal en economía a pesar de que no es esa su experiencia personal. Pero luego tomarán decisiones –por ejemplo, la de votar a unos o a otros– mucho más en función de su creencia que de su vivencia. Por eso, la política se ha convertido en una «guerra de relatos» mucho más que en confrontación entre diferentes propuestas para resolver problemas existentes en la realidad: porque ¿qué realidad?, ¿la propia y personal o aquella en la que creemos en función de lo que nos cuentan?

Por eso he querido señalar, nombrar, hacer realidad en el debate público, las seis brechas sociales que, creo, son más relevantes hoy, porque causan fricciones, enfrentamientos, heridas a la sociedad española. Y para buscar soluciones tenemos que ser conscientes de la gravedad del problema. Hay otras brechas sociales, como, por ejemplo, la que existe entre ese 53% de las familias españolas que llegan a fin de mes con dificultades y que a menudo se ven obligadas a «comerse» ahorros o pedir prestado, frente al 46% cuyos ingresos les permiten ahorrar todos los meses. O la que hay entre ese 55% que se declara católico (aunque la mitad de ellos reconozca no ser practicante) y el resto, que manifiesta no serlo. O entre los que tienen un sentimiento nacional determinado y los que sienten la nación, a veces, «otra» nación, de forma distinta.

«La mitad de los ciudadanos viven convencidos de que las cosas van mal en la economía a pesar de que esa no es su experiencia personal»

Las últimas décadas han sido muy fructíferas en los avances científicos; entre otros, aquellos relacionados con el conocimiento del cerebro humano. A partir de ahí se están reinterpretando algunos de los relatos que a lo largo de los siglos hemos ido construyendo sobre nosotros mismos, sobre cómo somos, sobre por qué hacemos lo que hacemos y cómo se puede influir sobre ello para mejorarlo. O eso nos gusta pensar. Aunque solo sea por lo desolador de diagnósticos pesimistas, como los realizados por Erich Fromm en 1955 cuando sostuvo que los seres humanos «destruirán su mundo y se destruirán a sí mismos porque serán incapaces de soportar el aburrimiento de una vida sin sentido». Mientras tanto, la política se ha ido convirtiendo en un espacio para agitar emociones, sin más resultado que acumular enfrentamientos y frustración social.

Hace cuatro años le dije a quien ha sido editor de la mayoría de mis libros, Roger Domingo, de la editorial Deusto (Planeta), que ya no escribiría más libros. El esfuerzo que requieren, sobre todo cuando lo has de compartir con otros trabajos muy absorbentes, resulta excesivo para el escaso impacto que suelen tener. Y todos mis libros han buscado un impacto que ayudara a cambiar la manera en que hacemos las cosas desde la política, pero también desde la sociedad civil. Mi racionalismo impenitente lleva fatal reconocer y aceptar que los seres humanos nos resistimos mucho a hacer lo correcto, incluso cuando sabemos que lo es. De hecho, la mayoría de las veces no lo hacemos. Y sirva como ejemplo lo ocurrido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2021, celebrada en Glasgow: nuestro nivel de conocimiento sobre las causas, efectos y riesgos del cambio climático son suficientes para determinar en qué sentido debemos cambiar nuestra conducta como humanos y cuáles han de ser los pasos y la dirección en que darlos. Sin embargo, no lo hacemos. Al menos, no con la velocidad e intensidad deseada. Nos comprometemos a adoptar medidas concretas en plazos concretos y, luego, no los cumplimos, aunque en ello vaya una buena parte de nuestro futuro como especie en el planeta Tierra.


Este es un fragmento de ‘La España herida‘ (Deusto), por Jordi Sevilla. 

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