Siglo XXI

‘Smartphones’, ¿jaque mate a la concentración?

Nuestros móviles nos mandan información constantemente, ofreciéndonos notificaciones que salpican nuestras pantallas y nos mantienen constantemente conectados. Vivir en guardia, sin embargo, puede tener importantes consecuencias cognitivas.

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23
noviembre
2022

El año pasado, de media, utilizamos el móvil unas 5 horas al día, lo que implica pasar casi un tercio de las horas que pasamos despiertos pegados a los estímulos de una pantalla de 6 pulgadas. Vivimos colgados de nuestros smartphones, que se han convertido en una suerte de apéndice que llevamos absolutamente a todas partes, absorbiendo constantemente notificaciones de redes sociales, periódicos y apps en general.

Estos mensajitos cortos, que salpican nuestros teléfonos al invitarnos a entrar en la aplicación de turno, nos hacen estar en guardia constantemente, socavando profundamente nuestra capacidad de concentración en el día a día.

Así lo defiende al menos el estudio llevado a cabo por la Universidad de Würzburg (Alemania) y la Universidad de Nottingham Trent (Reino Unido), que constata cómo nuestra capacidad de atención es mucho más baja simplemente por tener el teléfono cerca. El análisis midió los niveles de concentración de 95 trabajadores de edades comprendidas entre los 19 y los 56 años en cuatro circunstancias diferentes: con su smartphone en el bolsillo, con el teléfono en la mesa, con este guardado en un cajón y con el dispositivo móvil lejos de ellos. Los resultados fueron significativos: el rendimiento era inferior cuando los smartphones se encontraban encima de la mesa del participante; cuanta más distancia había entre el dispositivo y su dueño, los resultados de la prueba iban incrementándose. En conclusión, los investigadores descubrieron que el rendimiento de los trabajadores aumentaba un 26% si se encontraban lejos de sus teléfonos móviles (ya que la distancia, cuanto más lejana, hacía aumentar su

El rendimiento de los trabajadores puede aumentar en un 26% si se encuentran lejos de sus teléfonos móviles

«Estudios previos también han evidenciado que un dispositivo móvil puede distraer. Tanto la presencia como la ausencia del smartphone puede alterar la concentración», señalaba al respecto Jens Binder, uno de los investigadores de la Universidad de Nottingham Trent. Y concluía: «Los resultados del estudio indican que la ausencia, más que la presencia, de un móvil mejora la concentración».

Un efecto que no se limita a la productividad laboral: los teléfonos en las aulas también reducen la concentración de los niños, según un estudio de la Universidad de Chicago. Tal como explicaba el informe, elaborado ya en 2017, «los posibles efectos perjudiciales de los teléfonos inteligentes en su funcionamiento cognitivo pueden tener un gran efecto en el bienestar a largo plazo. A medida que las instituciones educativas adoptan cada vez más las aulas conectadas, la presencia de dispositivos móviles de los estudiantes en entornos educativos puede perjudicar tanto el aprendizaje como el rendimiento».

¿Por qué distraen tanto?

Gloria Mark, profesora titular del Departamento de Informática de la Universidad de California Irvine, compara la tendencia de mirar compulsivamente el correo electrónico y las redes sociales con jugar a una tragaperras: miramos el móvil porque buscamos una gratificación; la mera expectativa de poder obtenerla es suficiente para hacer que volvamos una y otra vez en su búsqueda. 

Pero a la necesidad de mirar compulsivamente las redes sociales por una necesidad autoimpuesta, se suma la que provoca el propio teléfono con las notificaciones. Revisar los también llamados push –aquellas notificaciones que se deslizan repentinamente en la pantalla– nos da un mínimo de placer o emoción. «Un chute de dopamina», según explica Anna Cox, profesora de interacción humana con sistemas informáticos en el University College London.

«A estas alturas, la mayoría estamos familiarizados con la idea de que los chutes de dopamina que producen las notificaciones de nuestro teléfono sea adictiva. La dopamina es nuestro neuroquímico motivacional, nuestro mecanismo de querer y buscar, y la novedad es uno de sus detonantes esenciales. Pero la parte deseosa de nuestro cerebro es más poderosa que la que se encarga de brindar placer, lo que pesa de forma negativa en esta asociación entre deseo y placer», apunta Cox. Es por ello que al leer una notificación, por muy poco emocionante que sea, sentimos una mínima liberación de dopamina que, en determinadas ocasiones, cuando es una notificación excitante o urgente, se convierte en una fuente de sensación. Una sensación así definida por Cox: la de «un niño pequeño desenvolviendo el más grande –y más decepcionante– regalo de Navidad».

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