La doble brecha de las mujeres rurales
Las mujeres no solo abandonan el campo español afectadas por la acuciante falta de oportunidades laborales en el mundo rural, también por una creciente desigualdad. Sus tasas de temporalidad y desempleo son mayores que las de los hombres.
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Cuando hacia 1920 se debatía sobre los derechos de las mujeres en España, a los periodistas que visitaban el norte peninsular les gustaba afirmar en sus crónicas sobre «la mujer gallega» que allí no había margen para la confrontación. Las mujeres trabajaban «desde siempre» en el campo y, con ello, el problema de los derechos quedaba así resuelto. Ya por aquel entonces esta presunción era algo bastante matizable pero, 100 años después, no ha dejado de serlo. Lejos de ser una cuestión opinable, las estadísticas demuestran que la igualdad todavía sigue siendo algo a conquistar en el campo, ya sea en el norte, centro o sur de España. En este sentido, las mujeres que viven en el medio rural se enfrentan a una doble situación de desigualdad: por un lado, son víctimas de la brecha que las separa del mundo urbano y que lleva a estas zonas a disponer de menos servicios y recursos. Por otro, tienen, como un lastre extra, el efecto de la brecha de género, el cual impacta en su acceso al mercado de trabajo, en su estabilidad y, consecuentemente, en su pervivencia en esas zonas.
«No es que los hombres aguanten más, es que ellos sí encuentran trabajo en los pueblos», recordaba hace unos meses en la Asamblea de Madrid la representante de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, Mónica Álvaro, resumiendo la esencia del problema. Los expertos avalan esta opinión. Un ejemplo de ello son las cifras del XII Informe ClosinGap: Coste de oportunidad de la brecha de género en el medio rural, elaborado por CaixaBank, que revela qué efectos tiene esta situación en la economía. Así, España está a la cola de Europa en inclusión de las mujeres en el mercado laboral rural. Su tasa de paro es, con el 12,9%, la segunda más alta del continente, mientras que la de empleo, el 64%, es la tercera más reducida.
La tasa de paro de la mujer en el campo, con el 12,9%, es la segunda más alta del continente
Además, el colectivo femenino sufre también una mayor tasa de temporalidad y parcialidad que la afrontada por los hombres. Esta desigualdad no es solo patente en la base de la pirámide, sino que llegar a los puestos de poder también cuesta más al género femenino. Las explotaciones agrarias suelen ser heredadas por los hombres de la familia, recuerda el informe, y el trabajo de las mujeres se tiende a ver como «una ayuda».
La España rural pierde habitantes y esta penalización para las mujeres no ayuda a que se queden. «El informe nos ayuda a dimensionar una situación especialmente difícil para la mujer en un medio masculinizado donde existe un envejecimiento más prevalente para ella y, como consecuencia, una mayor tasa de dependencia», afirma la directora territorial de CaixaBank en Castilla y León, Belén Martín.
Al margen de la desigualdad que estos datos evidencian, en el plano económico, esta situación conlleva la pérdida de millones de euros cada año. Y es que la doble jornada de la mujer rural tiene, según las cuentas del informe, un coste para el PIB español de 38.500 millones de euros al año, lo que equivale al 3,1% del PIB de 2019.
Lo que demuestra este análisis es que, al afrontar los problemas del medio rural, resulta del todo necesario aplicar una óptica de género a la hora de diseñar las soluciones. Los diferentes planes de igualdad que el Ministerio de Agricultura ha puesto en marcha en los últimos años son una posible solución. Otras pasan por aprovechar las nuevas oportunidades, como el boom del teletrabajo, para incentivar a las mujeres a quedarse en el campo. Eso sí, en igualdad de condiciones
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