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Monólogos para fomentar el diálogo

La imaginación de los jóvenes de todos los rincones del país unida a la innovación y la tecnología de nuestro tiempo pueden ser las mejores herramientas para recuperar la idea de que un país y un mundo mejor son todavía posibles.

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Yvonne Redín
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16
octubre
2022

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Yvonne Redín

Durante las semanas del confinamiento ante el coronavirus, pero también en los meses que siguieron y en los que muchas comunidades autónomas aplicaron modelos de restricción de movimientos, muchos urbanitas atrapados en sus pisos fantaseaban con la idea de irse a vivir al campo.  El mundo rural les ofrecería el espacio que entonces no tenían y una vida mucho mejor y más saludable, rodeados de naturaleza y escenarios verdes. 

Los habitantes de ese rural con el que fantaseaba la gente de las ciudades alertaban, sin embargo, de que la vida en el campo no era exactamente esa utopía verde con la que soñaban sus vecinos, sino un espacio con sus propios problemas –como el acceso a algunas infraestructuras– pero también con sus propias ambiciones de transformación e impacto en su entorno.

De hecho, en el campo ya se está aprovechando la tecnología y la innovación para cambiar sectores clave, como la agricultura, o para potenciar un nuevo modelo de desarrollo del mundo rural. Esto tiene el potencial de cambiar la economía local, pero también de modificar su impacto en el medio ambiente. Ante los retos del cambio climático y ante la necesidad de ser cada vez más sostenibles, el mundo rural es la llave para cumplir, como sociedades, con los objetivos fijados e incluso ir más allá. Eso sí, para lograrlo, no solo hay que apostar por la ciencia, la tecnología y la innovación, sino que también se debe implicar a todos los organismos y empresas de la zona, así como a sus habitantes, en especial, a los jóvenes: en ellos reside la semilla de las innovaciones que cambiarán el mundo. De ser capaces de atraer este talento dependerá, en gran medida, el futuro del rural.

La España rural pierde a sus habitantes más jóvenes: un tercio reconoce que se va por cuestiones de empleo

Además –y no menos importante–, aunque los nuevos modelos de trabajo, como el teletrabajo, podrán llevar a la España rural a nuevos profesionales y profesiones, aquellas que están conectadas directamente con el campo están afrontando toda clase de retos que complican su supervivencia. La situación económica y los vaivenes del mercado han afectado durante las últimas décadas –y en especial en estos últimos meses de escalada de la inflación– a la facturación de sus explotaciones agrícolas y ganaderas. Solo hay que pensar, por ejemplo, en las protestas de hace unos años de los ganaderos para lograr un precio de la leche que fuese, a su juicio, justo. Igualmente, el cambio climático está modificando el entorno en el que deben trabajar. Una muestra clara se encuentra en cómo la sequía y los problemas en el acceso al agua quitan el sueño a los agricultores españoles. La pérdida de biodiversidad y la avalancha de especies invasoras –algo muy conectado también con el cambio climático– complican todavía más las cosas. 

Una diáspora involuntaria

Por ello, y a pesar de esa fantasía de retorno al campo con la que llevan años soñando los habitantes de las ciudades, el rural español está afrontando una crisis de supervivencia. Los jóvenes, que no paran de alertar desde esas zonas, están abandonando el campo. 

Las estadísticas son claras. En Galicia –una comunidad autónoma que puede servir de muestra para entender qué ocurre también en las demás– las cuentas hablan de que, a pesar de que cuatro quintas partes del territorio es rural, allí solo vive el 25% de la población; una, además, bastante envejecida, con la franja atlántica –y urbana– de la región como polo de atracción.  Si en lugar de aplicar un filtro geográfico se hace uno sectorial, la industria del vacuno puede ayudar a comprender esta fractura generacional. Uno de cada cuatro ganaderos españoles está trabajando cuando ya tiene edad para la jubilación y solo el 11,6% de estos profesionales tiene menos de 40 años, según los datos del Fondo Español de Garantía Agraria. 

En resumidas cuentas, las personas jóvenes están marchándose del mundo rural. Sin embargo, estas cifras –y esta realidad– no deben verse únicamente desde un prisma pesimista, puesto que comprender qué las lleva a dejar el campo puede ayudar a entender qué se debe hacer para reinventarlo y captar y mantener en esos entornos a esa población. Esto es, pensar en el futuro e imaginar el mundo rural del mañana –y trabajar para hacerlo realidad– puede cambiar también el presente

Diéguez (Bayer): «Dar voz a los jóvenes es nuestra manera de poner en valor su contribución y la necesidad de involucrarlos para construir juntos soluciones»

La población de entre 25 y 41 años deja la España rural por cuestiones de empleo –lo hace el 31,99%, como apunta un estudio de la Red Rural Nacional– pero también por razones vinculadas a los servicios, el apoyo de la Administración o el acceso a la vivienda.  Potenciar el emprendimiento o apostar por la diversificación económica de las áreas rurales y la innovación podría, por tanto, ayudar a paliar estos problemas y, sobre todo, renovar cómo se ve el campo y qué se hace en él. 

Para conseguirlo, resultará crucial la implicación de toda clase de organismos, tanto públicos como privados. Las empresas deben apostar por el mundo rural y hacerlo a muchos niveles. «El desarrollo del territorio, la escasez de recursos naturales, el propio cambio climático o la creciente necesidad de hacer accesible la salud y la alimentación a un mayor número de personas requieren el continuo desarrollo de la ciencia y la innovación, pero también una sociedad implicada en la acción y la propuesta y desarrollo de soluciones», explica Laura Diéguez, directora de Comunicación, Asuntos Públicos Corporativos y Sostenibilidad de Bayer en España y Portugal. 

Monólogos para cambiar el futuro

De hecho, la compañía de ciencias de la vida impulsa Cuestión de Ciencia, un concurso de monólogos científicos para estudiantes de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional que recorre la España menos poblada para hablar de ciencia, innovación y cómo construir ese futuro distinto. «Dar voz a los jóvenes es nuestra manera de poner en valor su contribución y la necesidad de involucrarlos para construir juntos soluciones a algunos de los principales retos a los que nos enfrentamos», apunta Diéguez, y asegura que «iniciativas como Cuestión de Ciencia son claves para la transformación hacia un modelo más sostenible».

En las ediciones anteriores, los participantes hablaron de temas clave para ese futuro mejor, tanto en la España rural, como en la urbana y en el resto del mundo: la digitalización de la agricultura, el análisis de nuevas vías alternativas de energía o el uso de la tecnología para mejorar la atención sanitaria. Este año, los estudiantes tendrán que monologar sobre la recuperación de la España menos poblada, la integración de la diversidad, el avance rural con perspectiva de género o la acción por el clima. 

El premio final son 10.000 euros para mejorar las instalaciones científicas de cada uno de los centros educativos finalistas, pero más allá del dinero la cuestión clave es que los estudiantes hablarán de los retos que les afectan de forma directa. Es una manera de acercar a los adolescentes y jóvenes adultos a vías para cambiar las cosas, alternativas antes de abandonar el campo. Ellos mismos saben cuáles son los retos del lugar en el que viven y ellos mismos pueden, también, ayudar a solventarlos. 

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