Agua

Los beneficios de invertir en el océano

Los océanos cuentan con un gran potencial para el crecimiento, la alimentación y la innovación: la llamada «economía azul» quiere convertirlos en una pieza clave para un futuro sostenible.

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18
octubre
2022
‘The Flirt’ (1874), por Winslow Homer.

Cualquiera que viva en un lugar con mar lo sabe: tropezarse con su sombra azul en los giros de calle no es en absoluto raro y, según esté la marea, tampoco lo es abrir la ventana y que entre un fuerte olor salado. Para quienes llegan a esas localidades desde el interior, esas realidades suelen ofrecer la oportunidad de hacer glosas poéticas sobre el océano, mientras que para quienes han crecido allí se trata de algo tan cotidiano que ni lo perciben. Lo que unos y otros suelen olvidar, en cambio, es que esa sombra azul es también un importante activo económico.

Sacar beneficios del mar no es, exactamente, algo nuevo. En Vigo, uno de los más importantes puertos pesqueros de España, los restos arquitectónicos demuestran que los romanos ya sacaban beneficios económicos de la ría con unas amplias salinas. Del mar se ha sacado sal siglo tras siglo, pero también pescado –clave para la alimentación e incuestionable tradición gastronómica de las zonas costeras– y, por supuesto, una fuerte capacidad de transporte: vivir del mar es tan antiguo como la vida. 

Sin embargo, el océano puede dar para mucho más. Al menos eso es lo que propone la llamada blue economy o «economía azul», que busca aprovechar su potencial –el 70% del planeta es, justamente, océano– para resolver algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la población mundial. Esta clase de economía es considerada por la Unión Europea una parte «fundamental» tanto para el green deal comunitario como para la recuperación económica tras la crisis del coronavirus. «Es también indispensable para cumplir los objetivos medioambientales y de clima de la Unión Europea», resume la Comisión Europea. No solo el mar es un pulmón para el planeta, también es una vía posible para un crecimiento sostenible. 

Según la UE, la «economía azul» es «indispensable para cumplir los objetivos medioambientales y climáticos del continente»

No es para menos: los océanos están llamados a ser una fuente de energía (renovable), de transporte, de turismo verde o de alimentación. «El crecimiento de la pesca y la acuicultura –el cultivo de organismos acuáticos– es vital para nuestros esfuerzos por acabar con el hambre y la malnutrición mundiales», aseguraba a principios de este verano Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la presentación del informe El estado mundial de la pesca y la acuicultura (SOFIA). La pesca, según el documento, será determinante para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) vinculados a mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición. Para una población que crece, el mar será quien ponga la comida en la mesa.

El potencial del mar, no obstante, se encuentra ensombrecido por ciertas cuestiones que se deben corregir para que la apuesta por la economía azul sea sostenible de verdad. Así lo señalaba el propio Dongyu al insistir en la necesidad de «una mayor transformación en el sector» para afrontar esos desafíos. «Debemos transformar los sistemas agroalimentarios para asegurarnos de que los alimentos acuáticos se capturen de forma sostenible y también de que se salvaguarden los medios de vida y se protejan los hábitats acuáticos y la biodiversidad», indicaba. 

Es también en lo que insistían por esas fechas desde Marine Stewardship Council, organización responsable de un sello azul para productos de mar sostenibles. «Las poblaciones de peces son el último recurso alimentario renovable bajo en carbono», apuntaba entonces Rupert Howes, director ejecutivo de la firma. Y añadía: «Cuando se gestionan de forma sostenible, son más productivos a largo plazo y la pesca de este tipo debería estar en el centro de una «revolución azul» para sistemas alimentarios resilientes en el futuro». 

Howes: «Las poblaciones de peces son el último recurso alimentario renovable bajo en carbono»

Es decir: la pesca tiene un elevado potencial, pero antes hay que corregir los problemas causados por la sobreexplotación –una de las acusaciones más recientes contra China es que está arrasando los caladeros globales para alimentar a su población– y asegurar que no se volverá a caer en prácticas nefastas para el entorno. Razón por la que desde Marine Stewardship Council reclamaban este verano que se dejasen de lado los intereses nacionales y se pensase de una manera global.

La apuesta por la economía azul implica también pensar en términos económicos, ya que se debe tener muy presente lo que la transformación del modelo productivo supone para las comunidades que hasta ahora han tenido en el mar su principal fuente de ingresos. Un caso lo ejemplifica la industria pesquera gallega, ahora mismo en pie de guerra por el fuerte impacto en su supervivencia que tienen las vedas que acaban de entrar en vigor, al tiempo que denuncian la supuesta pérdida de soberanía alimentaria comunitaria (ya que, tal como afirman, 7 de cada 10 pescados consumidos en la UE son ya importados).

Además, se necesitan inversiones directas sobre las áreas clave que conformarán esa nueva economía azul, como recuerdan desde el Foro Económico Mundial. Para cumplir los objetivos de la ONU en el desarrollo del potencial de los mares se necesita una inversión de 174.500 millones de dólares por año entre 2020 y 2030. El compromiso de oenegés, gobiernos, filántropos o bancos de desarrollo es claro, recuerda el Foro, pero lo importante ya no es el compromiso –que se ha conseguido–, sino la inversión directa para poner esta revolución en marcha: las oportunidades, tanto públicas como privadas, ya existen.

El retorno puede ser importantísimo, ya que el mar no solo alimentará a las poblaciones, sino que también puede convertirse en una de las grandes fuentes de empleo e innovación a todos los niveles. Ahora mismo, la economía azul mueve en todo el mundo mil millones y medio de dólares (y si se juegan bien las cartas, se espera que para 2030 esta cifra sea ya el doble).

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