Sociedad

¿Existe realmente la crisis de los 40?

Algunos estudios sugieren que la mediana edad podría estar asociada a un declive del bienestar personal, pero ¿hay realmente pruebas concluyentes que demuestren que el inicio de la madurez es un periodo de malestar?

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Eugenia Loli
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03
agosto
2022

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Eugenia Loli

Casi un 20% de los ciudadanos en España tienen entre 40 y 50 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, hay como mínimo ocho millones de personas a las que el imaginario colectivo describe en busca de una Harley Davidson, clases de bachata o zapatillas para crossfit. Se trata de un estereotipo –el de la llamada crisis de los 40– ampliamente aceptado, pero ¿cuánta verdad encierra en su interior?

En 2017, los investigadores económicos David G. Blanchflower y Andrew Oswald publicaron un artículo que sugería que los niveles de felicidad empiezan a descender tras la mayoría de edad, alcanzando su punto más bajo alrededor de los 47 años. Se trataba, según la investigación, de un acontecimiento universal: el estudio cubría 1,3 millones de personas y 51 países. Este descubrimiento, cuyo autor principal venía proponiendo desde hacía una década, tuvo una recepción fantástica entre los medios de comunicación generalistas, que encontraron el titular idóneo para venderlo: «La felicidad tiene forma de U» (en relación a la forma mostrada por los gráficos).

No obstante, aunque el estudio parece acertar con nuestras ideas preconcebidas, hay que entender las limitaciones de la publicación original. En primer lugar, este tiene un diseño transversal, con datos tomados en una sola ocasión, lo que vuelve imposible establecer cualquier tipo de causalidad; en otras palabras, un método de medición impreciso. En segundo lugar, los autores son economistas, no psicólogos, motivo por el cual no consiguieron conceptualizar algo tan abstracto como el «bienestar», lo que les llevó a una definición tan ambigua como subjetiva en las encuestas. Ahora bien, esto tampoco significa que la realidad sea exactamente opuesta. La mediana edad suele ser un periodo de reflexión, un momento en el que nos percatamos que el tiempo que nos queda por vivir es algo menor que lo ya vivido, motivo por el cual buscamos enfocarnos en lo que nos queda por hacer.

Esta edad nos lleva a la reflexión: nos percatamos que el tiempo que nos queda por vivir es algo menor que lo ya vivido

No obstante, es muy complicado precisar los límites y caracteres de la crisis de mediana edad. La definición más estricta, propuesta por Levinson, dice que esta transición psicológica entre la juventud y la mediana edad es normativa: la mayoría de personas la experimenta, con marcadores estructurares que la hacen notablemente distinta a otras transiciones vitales. Esta versión, sin embargo, sería reemplazada por una definición más «indulgente» que no dudó en negar la normatividad de esta crisis, planteando que durante la madurez es común pasar por un proceso de comparación social: es el momento de revisar los logros propios, lo que aumenta la probabilidad de que el individuo compare su imagen actual con su imagen ideal. Según esta idea, este proceso no tiene por qué desencadenar una crisis; puede ser simplemente un reto de nuestro desarrollo. En virtud de ello, es posible que este periodo esté asociado a eventos vitales y no a la estricta cronología: en esta etapa, por ejemplo, son más comunes los divorcios, la cúspide profesional, la enfermedad de nuestros padres, la menopausia, el convertirse en abuelo o abuela… Una serie de factores que podrían motivar una crisis; en ningún caso, sin embargo, se trataría de la edad en sí.

Según el monográfico publicado por Margie E. Lachman en 2004, ningún estudio de los que analizó confirmaba que hubiera una crisis inevitable en la mediana edad. Sí encontró, sin embargo, resultados positivos y negativos que apoyaban la versión «indulgente», lo que dio pie a la cuestión posterior: ¿y si esta crisis fuera experimentada solamente por un grupo específico de personas? Al fin y al cabo, por ejemplo, aquellos individuos más pobres parecen entrar y salir de esta crisis antes que aquellas personas con mayor poder económico. En 2020, la psicóloga Nancy L. Galambos y su equipo –entre los que se encontraba la propia Lachman– se enfrentaron de nuevo a la supuesta evidencia de esa «curva de la felicidad» en forma de U sugerida por Blanchfower. Su conclusión fue muy similar a las anteriores: no se puede generalizar la existencia una reducción de felicidad en la mediana edad.

Es muy complicado extraer conclusiones sólidas en el terreno de la psicología social: para ser mínimamente válido, cualquier concepto de «crisis» necesitaría seguir a una muestra de individuos a lo largo de un considerable periodo de tiempo. Solo así se podría determinar si realmente un evento cambia su bienestar subjetivo. Las muestras que se suelen utilizar, sin embargo, son pequeñas y no representativas; es decir, no captan la magnitud psicológica a lo largo del tiempo. Solo hay una certeza: mejor no caer en la trampa de aquellos artículos que afirman predecir nuestro comportamiento tajantemente.

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