¿Nos están dejando sin agua los parques acuáticos?
Playas artificiales, chorros de agua en las calles o parques hídricos: las opciones de ocio relacionadas con el agua se multiplican al mismo tiempo que el gasto de recursos. Pero mientras las olas de calor se suceden con cada vez mayor frecuencia, ¿estamos ante opciones realmente sostenibles?
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Cuando llega el verano, las opciones de ocio de las que disfruta gran parte de la población están directamente relacionadas con el agua: playas, ríos y lagunas acogen a numerosos ciudadanos que se zambullen en sus aguas para aliviar los rigores de las altas temperaturas y limpiar los restos de estrés. No obstante, cualquiera de estas opciones implica el desplazamiento a parajes naturales alejados de las ciudades, y muchas personas no tienen la posibilidad de tales desplazamientos. Para ellas, precisamente, las urbes cuentan con numerosas opciones de ocio acuático.
¿En la ciudad no hay playa? La traemos. ¿Los amantes de las emociones fuertes no pueden disfrutarlas con las altas temperaturas veraniegas? Creamos parques de atracciones acuáticos. ¿Las plazas de las ciudades son intransitables a determinadas horas del día por el calor? Construimos surtidores de agua que hacen las delicias de los más pequeños. El ocio comunitario ocupa gran parte de nuestro tiempo libre, ¿por lo que cómo no adaptarlo a las necesidades de cada época del año?
En nuestro país estamos viviendo uno de los veranos más calurosos que se recuerdan, mientras el cambio climático acelera procesos que ponen en juego nuestra capacidad de reacción. Lo que hoy llamamos olas de calor, advierten los expertos, formará parte natural de la climatología en un futuro inmediato; mientras tanto, los incendios se multiplican y la sequía se agrava. Ante este panorama, ¿cuánto merma nuestros recursos hídricos el ocio acuático? El ejemplo de los parques acuáticos es paradigmático: la media de gasto anual de agua de estos lugares de ocio es de 100.000 metros cúbicos. ¿Significa esto, entonces, que deberíamos prescindir del ocio acuático?
La media de gasto anual de agua de estos lugares de ocio es de 100.000 metros cúbicos
El simple hecho de plantearlo sería problemático: este tipo de ocio no solo es disfrutado por nuestros conciudadanos, sino que forma parte ya del ADN de nuestra oferta turística. El turismo internacional que elige nuestro país no solo lo hace en virtud de sus playas y parajes naturales o su gastronomía, sino que también valora ampliamente una oferta de ocio en la que, sin duda, se encuentra el relacionado con el acuático. La solución más útil consistiría, por tanto, en desarrollar planes de gestión del agua que permitan a instalaciones como los parques acuáticos emplear todos los medios a su alcance para ahorrar y reutilizar agua.
Muy cerca de nosotros, en París, tenemos un ejemplo de gestión del agua significativo: DisneyLand Paris es el único parque temático de Europa que cuenta con su propia planta de tratamiento de efluentes, lo que significa que los 2.100 metros cúbicos de agua que consumen diariamente sus instalaciones son tratados químicamente para eliminar sus componentes contaminantes y permitir su reutilización.
En nuestro país contamos con el ejemplo de Port Aventura, el más popular de nuestros parques temáticos, que reutiliza parte de sus efluentes para el riego y usa su característico terreno inclinado no por motivos estéticos, sino para la canalización hacia sus atracciones de las aguas pluviales.
Se trata de dos ejemplos de gestión de los recursos hídricos que permiten vislumbrar soluciones que nos eviten prescindir de este tipo de ocio. A día de hoy, la gran mayoría de instalaciones de este tipo han puesto en marcha planes de gestión del agua que permiten su ahorro, y es que se puede reutilizar el agua consumida para limpieza, riego de jardines o funcionamiento de las instalaciones, pudiendo aprovecharse también el agua de la lluvia para su uso posterior en las mismas. También hay más soluciones, como la instalación de sistemas de bombeo en circuitos cerrados para el uso continuo del agua en las diversas atracciones o la de plantas potabilizadoras que permitan recuperar aquella que brota de fuentes y manantiales para su posterior consumo (y, por supuesto, controlar los posibles escapes, para lo cual se vuelven esenciales estrictos planes de prevención).
El ocio acuático, así, puede no estar reñido con el necesario ahorro de nuestros recursos hídricos, algo vital cuando el cambio climático acelera los procesos de ausencia de lluvias, sequía y deforestación. Por tanto, contamos con los medios necesarios para que la población pueda seguir disfrutando de nuestras aguas en sus momentos de ocio, pero ¿los utilizaremos de forma adecuada y consciente?
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