Salud

¿Teletrabajar perjudica seriamente a la salud?

Aunque el trabajo en remoto consiguió salvar miles de empresas y puestos de trabajo durante la pandemia, lo cierto es que también entraña una serie de riesgos sobre los que no hemos sido advertidos: desde el impacto de la soledad y el sedentarismo hasta el profundo desarrollo de la ansiedad y el estrés.

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Joana Coccarelli
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21
junio
2022

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Joana Coccarelli

Dos años de pandemia han obrado el «milagro» de convertir a España, repentinamente, en una potencia mundial del teletrabajo. O al menos eso creemos nosotros: aunque la técnica de empujar a alguien a la piscina pueda tener cierta efectividad para aprender mantenerse a flote, no podemos esperar sacar muchos campeones olímpicos de natación de ella. Continuando con el símil, en el teletrabajo todavía somos más chapoteadores que verdaderos nadadores.

Uno de los aspectos en los que asoman claramente las costuras de nuestra casi nula tradición como trabajadores remotos es el de la salud, y es que son muchos los trastornos –tanto físicos como psíquicos– que pueden sufrir las personas como consecuencia de su actividad laboral cuando esta no es realizada desde su lugar de trabajo habitual. Unos riesgos, sin embargo, que tan solo comenzamos a escuchar cuando el confinamiento ya llevaba varios meses limitando los movimientos de la población.

Un estudio elaborado por Fellowes señala algunas de las sombras del trabajo en remoto: la mitad de los españoles piensa que sus empresas no les han ayudado a crear un espacio de teletrabajo saludable desde que comenzó la pandemia. Aún hoy, cuando el teletrabajo ha dejado de ser una opción forzada por las circunstancias y se ha convertido en un beneficio más dentro del pack flexible y voluntario puesto a disposición de los empleados, en muchas organizaciones se sigue situando el acento en los aspectos técnicos, operativos y logísticos de las opciones a distancia, pero muy poco o nada en los riesgos que entraña para la salud esta modalidad de trabajo. Estos son algunos.

Soledad y aislamiento

Si algo sufre de manera directa las consecuencias del trabajo a distancia son las relaciones sociales de quienes lo practican. Por mucho que la tecnología y la digitalización hayan cubierto parte de estas carencias, ninguna herramienta de videoconferencia va a ser capaz de reemplazar la cercanía y calidez del contacto físico y personal con compañeros, clientes y proveedores. Y no solo eso: si a ese factor se le suma la incertidumbre que ha gobernado todo el periodo de pandemia, la sensación de soledad y desconexión son aún mayores. 

Ansiedad y estrés

Consecuencia del punto anterior es el incremento de la ansiedad y del estrés. Esta clase de cuadros clínicos se han multiplicado durante el confinamiento, haciendo estragos entre los teletrabajadores, que han vivido con una permanente sensación de inseguridad, tanto en lo referente a su salud y la de sus seres queridos como a su trabajo. Las interminables jornadas realizadas –en parte porque no había muchas más cosas que hacer, en parte por miedo a ser despedido– y la dificultad para desconectar han multiplicado los efectos perniciosos de esta forma extrema de trabajo en remoto. Un problema que, según una investigación de la UPF Barcelona School of Management, ha afectado más a las mujeres que a los hombres: el 71,4% de ellas padece estrés y fatiga digital por culpa del teletrabajo.

Sedentarismo

La disminución de los desplazamientos que ha traído consigo tanto el teletrabajo como su variante mixta, el trabajo híbrido, han supuesto ventajas y ahorros tanto para empresas como para trabajadores (y, por supuesto, también para el planeta, que ha visto como las actividades humanas le han dado un respiro en cuanto a emisiones nocivas), pero también tiene una evidente contrapartida: son muchas horas sentado delante del ordenador y poco ejercicio físico.

El sedentarismo favorecido por el trabajo en remoto puede ayudar a desarrollar problemas como la obesidad

El sedentarismo puede dar lugar a numerosos problemas de salud: desde el desarrollo de la obesidad y la pérdida de masa muscular hasta problemas en la circulación de la sangre. Por eso es conveniente que los teletrabajadores se obliguen a mantener una cierta disciplina de ejercicio físico –tanto dentro como fuera de casa– entre sus jornadas de trabajo. De esta forma, compensarán el hecho de que el único viaje que tengan que hacer para llegar hasta su puesto de trabajo sean los pocos metros que en su casa separan la cama de la mesa del ordenador; algo que, a veces, ni siquiera conlleva la necesidad de salir de la habitación. 

Cansancio crónico

Paradójicamente, la ausencia de desplazamientos que permite el trabajo a distancia no ha servido para aligerar las jornadas de los trabajadores, sino que las ha sobrecargado aún más: el hecho de trabajar desde casa ha sido interpretado por muchos como una especie de tarifa plana o servicio de 24 horas en el cual se asume que el teletrabajador está disponible –o «de guardia»– permanentemente. De hecho, los incrementos de productividad durante la pandemia de los que tanto han presumido los defensores del teletrabajo fueron conseguidos no porque se lograra una mayor eficiencia, sino por las desmedidas horas invertidas en las distintas tareas.

Según un estudio realizado por la compañía de seguros Cigna, el 25% de los españoles que trabaja desde casa ha ampliado su jornada laboral desde el inicio de la pandemia. Una flexibilidad mal entendida que dificulta la desconexión y provoca numerosos problemas: cansancio extremo, irritabilidad, problemas de visión por el tiempo de exposición a las pantallas, dolores de cabeza, falta de concentración y dificultades para conciliar el sueño. 

Contracturas y problemas de cuello y espalda

Cuando las empresas mandaron a la gente a trabajar a sus casas, su principal preocupación fue asegurarse de que tenían los elementos necesarios –ordenador, conexión segura a internet, aplicaciones– para poder trabajar, pero casi ninguna reparó en la cuestión de si sus trabajadores estaban convenientemente formados y equipados para realizar esa labor de forma segura. Una casa no es una oficina, y sus condiciones son, por tanto, distintas a las de un entorno de trabajo: mesas demasiado pequeñas o demasiado altas, sillas no regulables en altura o portátiles y ordenadores con la pantalla por debajo de la altura de los ojos no suponen un problema cuando se utilizan de forma puntual, pero cuando su uso se extiende a 8 horas diarias en regímenes de hasta cinco días a la semana son una garantía de problemas lumbares, cervicales, contracturas y otros desajustes causados por forzar la postura de forma sostenida en el tiempo.

Proporcionar a los trabajadores pautas acerca de estas cuestiones básicas de posturas y ergonomía –y, ya que estamos, equiparlos con un mobiliario y unos equipos adecuados para seguir estas indicaciones– se antoja básico para evitar que los desplazamientos que nos ahorramos con el teletrabajo tengamos que hacerlos a la consulta del fisioterapeuta.

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