Biodiversidad
El hombre que nos enseñó a defender la naturaleza
Félix Rodríguez de la Fuente fue uno de los divulgadores más importantes de la televisión en España, comprometiéndose siempre con los problemas de su tiempo: fue el primero que advirtió ante la extinción de biodiversidad que hoy nos acecha de forma masiva.
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Félix Rodríguez de la Fuente (Burgos, 1928) nunca se imaginó como una estrella de la televisión. Aunque la naturaleza fue su pasión desde la infancia, el futuro naturalista se licenció en odontología siguiendo los consejos de su familia. Durante tres años, de hecho, llegaría a ejercer como dentista, una actividad que lograría combinar con su pasión por la cetrería. En 1960, tras el fallecimiento de su padre, decide dejar el oficio y dedicarse plenamente a su pasión, distinguiéndose en un primer momento por sus investigaciones sobre el halcón peregrino, su trabajo como asesor en películas y la fundación del Centro de Cetrería de Burgos en Briviesca.
En 1964, sin embargo, se le hace un encargo muy especial: el Gobierno de España desea hacer un regalo diplomático al rey Saúd bin Abdulaziz de Arabia Saudí, encomendándole la entrega de dos halcones peregrinos. De la Fuente, cetrero destacado, recibe entonces el encargo de capturarlos y custodiarlos, viajando hasta Riad para entregarlos al soberano árabe. Meses después organiza las Jornadas Internacionales de Cetrería, celebradas por primera vez en España, en Loranca de Tajuña, provincia de Guadalajara. El periódico ABC, entonces el más leído del país, descubre en ese momento que ambas tareas –que sitúan al país en medio del mapa internacional– son responsabilidad del mismo individuo, dedicándole una portada titulada «El cetrero mayor del Reino». Como si sucediera a través de fichas de dominó, de la Fuente comienza a situarse sin querer poco a poco sobre el centro del escenario: uno de los jefes intermedios de Televisión Española lee el diario ese día y decide, entonces, que aquel hombre podía convertirse en una entrevista interesante. El resto, tal como suele decirse, es historia.
Con tan solo tres minutos, un halcón en la mano y una explicación sencilla de los rudimentos del arte de la cetrería, TVE se llenó de cartas –y algunas críticas elogiosas en la prensa– pidiendo más intervenciones de aquel desconocido hombre. Los directivos no se lo pensaron mucho y le contrataron para realizar un espacio de cinco minutos en el programa Fin de semana, donde cada 15 días hablaba de caza, pesca, excursionismo y otros temas relacionados con la naturaleza. A partir de ahí, de la Fuente participó también en programas educativos dirigidos a niños, donde afiló sus armas como divulgador y rodó sus primeros documentales, perfeccionando su conocimiento del lenguaje audiovisual y la producción, algo por lo que terminaría siendo premiado en festivales como el de Gijón.
El defensor del lobo
En los años setenta llegaron sus grandes series: El planeta azul, La aventura de la vida y El hombre y la Tierra, la más conocida de todas y cuya banda sonora, compuesta por Antón García Abril, aún se recuerda con facilidad. Con ellas, la fama de Félix Rodríguez de la Fuente logró cruzar el océano Atlántico, convirtiéndose en una cara conocida también en la América hispanoparlante.
Fue uno de los primeros divulgadores en advertir que la acción humana estaba acabando con los animales
El hombre y la Tierra fue su serie documental más ambiciosa, y con ella logró recorrer América del Sur, la Península Ibérica y, hasta su muerte, Canadá y Alaska. Su rodaje supuso todo un reto: se grababa en el formato de cine de 35 milímetros, para lo que había que transportar pesados equipos de filmación. El esfuerzo, cuyo final sería trágico, hizo que la serie se proyectara en los cinco continentes, incluyendo países como China o los mismos Estados Unidos, transmitiendo el mensaje de conservación y amor por la naturaleza a cientos de millones de personas en todo el planeta.
Es en esa década cuando comienza a pronunciar una palabra que ahora es tristemente habitual: extinción. El naturalista burgalés fue uno de los primeros divulgadores en advertir que la acción humana estaba acabando con nuestros compañeros animales. De hecho, es el primero y más famoso defensor del lobo ibérico, cuya polémica sobre su conservación vuelve periódicamente a los medios y que, en su caso, le valió el recibimiento de amenazas de muerte. En 1965, cuando ya empezaba a ser conocido, Rodríguez de la Fuente logró salvar a dos lobeznos de morir apaleados en un pueblo. Posteriormente los crió y estudió, bautizándolos Rómulo y Remo. Un ejemplo que muestra el compromiso absoluto que tendría siempre con las especies amenazadas.
Para él, el patrimonio natural era tan importante o más que el patrimonio cultural o el desarrollo; para él, de hecho, podría decirse que era más bien inseparable del mismo. Rodríguez de la Fuente defendió una naturaleza en armonía con sus habitantes humanos por cuestiones conservacionistas, pero también de identidad: quería enseñar a los españoles que los aullidos del lobo formaban parte de su identidad tanto como la más espectacular de las catedrales o su propio idioma.
El 14 de marzo de 1980, precisamente el día de su cumpleaños, Rodríguez de la Fuente se subía a una avioneta en Unalakleet, Alaska, junto a otros dos compañeros. Los tres se dirigían a rodar la carrera de perros en la nieve más famosa del mundo. La ironía hizo que al contemplar el bello paisaje helado comentase que era un hermoso lugar para morir. Minutos después, su profecía involuntaria se hacía realidad debido a un accidente: el divulgador más famoso de la televisión veía su vida finalizada con apenas 52 años.
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