Cambio Climático

El camino hacia una europa sin emisiones de carbono

El futuro de Europa está en manos de las estrategias de neutralización climática. Germán García, Ramón Pueyo y Carlos Solé, expertos en en transformación sostenible de KPMG, analizan las claves para que las grandes compañías se sumen al cambio.

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08
junio
2022

La causa antropogénica del cambio climático ya es una realidad confirmada por los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En su evolución, la actividad humana ha marcado  un punto de inflexión en las drásticas variaciones de la temperatura del planeta, así como en la destrucción de la atmósfera y el resto de nuestro entorno. Ahora mismo, evitar un desastre irreversible se asienta sobre una única alternativa: neutralizar el daño.

Para abordar esta problemática necesitamos recorrer  el reto del  cambio climático como si de una autopsia se tratase, analizando todas las posibles salidas y circunvalaciones que nos pueden dirigir a serias consecuencias, desde las repercusiones socioeconómicas del desastre ecológico. 

Pero también podemos optar por el carril de las soluciones sostenibles. La salida se encuentra en el conocido net zero, un equilibrio entre las emisiones de carbono y la eliminación del que ya se encuentra en la atmósfera. Sobre esta idea han debatido precisamente Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG; Carlos Solé, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG y Germán García, senior manager de Net Zero Advisory de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en la última convocatoria de Los Lunes de KPMG, celebrada en colaboración con la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE).

Como punto de partida, los expertos contextualizaron la situación actual de los mercados de carbono o carbon pricing, los instrumentos implementados con el objetivo de que las organizaciones públicas y privadas se responsabilicen del cambio climático. «A día de hoy, emitir dióxido de carbono es esencialmente gratuito y,  si no se le pone un precio, seguiremos sobreutilizando el recurso de las emisiones», advirtió Pueyo.

Pueyo: «Regular el precio del carbono es la única manera de evitar unas emisiones insostenibles»

En la actualidad, contamos con casi setenta instrumentos de carbon pricing a nivel mundial y un precio del carbono que ha alcanzado límites históricos, pero tal y como coincidieron los expertos en el debate, la situación es insuficiente e insostenible: los mercados de carbono solo cubren el 23% de las emisiones globales, una cifra muy similar a la de 2021, como apunta el informe State and Trends of Carbon Pricing de The World Bank. Lo ideal, según García, «es lograr que la totalidad de las emisiones estén reguladas por el carbon pricing». 

Si prestamos atención al factor económico, veremos que nos situamos por debajo de lo exigido a la hora de cumplir con lo acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para evitar que la temperatura del planeta sobrepase los 2°C respecto a la época preindustrial, poniendo el techo en el 1,5°C.  «De ese 23% de las emisiones globales cubiertas, solamente el 4% tiene un precio al carbono adecuado para que en 2030 cumplamos con los objetivos del Acuerdo de París», enfatizó García. 

Nos encontramos, por tanto, con dos retos que dan pie a una pregunta clave: ¿es realmente necesario poner un precio a las emisiones de carbono? Para Pueyo la respuesta no deja lugar a dudas: «regular el precio del carbono es la única manera de evitar unas emisiones insostenibles».

Resulta evidente que las emisiones provocan un grave impacto para la salud y el desarrollo, pero al margen del factor humano, Europa debe cumplir con el Acuerdo de París y aproximarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2030. Por eso, según García, fijar un precio para la contaminación estimularía además la inversión e innovación en tecnologías limpias, incentivando a las compañías a reducir sus emisiones, descarbonizando la economía y aportando una importante fuente de ingresos a los Estados. 

De las emisiones cubiertas por los mercados de carbono, solo el 4% tiene un precio adecuado para cumplir con el Acuerdo de París

Estos objetivos vertebran del Emissions Trading Systems de la Unión Europea (EU ETS), un instrumento que fija el volumen total de emisiones de gases de efecto invernadero permitido en diversos sectores de la economía, entre ellos la generación de electricidad y calefacción, las refinerías petroleras, las productoras de metales y papel o las compañías de aviación comercial. Se espera, además, que incorpore el sector marítimo y de combustibles para edificios y transporte de carreteras en los próximos años.

¿La meta? Lograr el cero neto en 2050, una propuesta ambiciosa pero viable si tenemos en cuenta que hablamos del mercado más grande por volumen de transacciones, con 15.000 millones en derechos de emisión de carbono asociados y 34.000 millones de dólares generados solo en 2021

Sin embargo, para lograrlo se necesita la colaboración de las compañías de la Unión Europea, en especial las susceptibles a la fuga de carbono que se produce cuando trasladan sus producciones a países con una legislación más laxa en lo que respecta al cambio climático. Ahí entra en juego una regla adicional: la revolución de los mercados voluntarios.

Estos mercados, enfatiza García, «son la gran revolución; están sufriendo un incremento brutal en los últimos años, alcanzando transacciones por valor de 478 millones de toneladas de emisiones de CO2». Su funcionamiento es paralelo a los impuestos al carbono fijados por los Estados y a los sistemas de trading como el EU ETS y, con un crecimiento del 41% en el último año, son un recurso adicional destinado a aquellas compañías que quieren compensar o neutralizar sus emisiones voluntariamente adquiriendo créditos de carbono. 

García: «tenemos que restaurar la masa forestal del planeta para que nos ayude a eliminar el CO2 de la atmósfera»

Pero también tienen riesgos: los precios no están regulados, los requisitos pueden ser ambiguos y la tipología de proyectos es muy diversa. Este último factor se materializa en la brecha que encontramos a la hora de analizar los resultados de los proyectos de compensación y de las estrategias de neutralización que buscan reducir el daño ya causado. «La neutralización se convierte en la gran triunfadora; con ella no contribuimos a que siga habiendo una mayor cantidad de CO2 en la atmósfera», detalló García quien, además, insistió en que el net zero no solo frena el daño, sino que también cicatriza las heridas ambientales causadas por la actividad humana

Así, una de las estrategias más eficaces son las soluciones basadas en la naturaleza, proyectos que se inspiran en los procesos de la naturaleza como escudo contra el cambio climático, recurriendo en este caso a bosques terrestres o bosques de algas en los océanos para conseguir el mismo resultado: capturar el dióxido de carbono atmosférico y convertirlo en vida. «Nos hemos cargado la masa forestal del planeta y ahora tenemos que restaurarla para que nos ayude a eliminar el COde la atmósfera», explica García al respecto. 

Otra estrategia de neutralización con un futuro prometedor es la tecnología de captura de carbono, proyectos en los que o bien se crean materiales a base de carbono, como plásticos o cementos, o bien se inyecta el CO2 en el subsuelo aprovechando, por ejemplo, las balsas de petróleo vacías. 

Los planes Net Zero, explica García, «tienen lugar gracias a la participación de cuatro actores». En primer lugar, los promotores de proyectos que planifican las estrategias de neutralización. Después, los registros de carbono que garantizan su calidad. En tercer lugar, los traders, que negocian en los mercados voluntarios. Y por último, las compañías que contactan con los traders o recurren a espacios habilitados para la compra de créditos de carbono. El resultado es una operación a corazón abierto exitosa en un planeta que ya no admite más vendas provisionales.

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