Cultura

Salman Rushdie y el peaje de la libertad

‘Los versos satánicos’, uno de los libros más polémicos de la historia de la literatura, puso precio a la vida de Salman Rushdie, amenazando su existencia cotidiana bajo la sombra del asesinato.

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Luiz Munhoz
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26
mayo
2022

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Luiz Munhoz

El 14 de febrero de 1989, la vida del escritor Salman Rushdie cambió para siempre. Aquel día, el ayatolá Ruhollah Jomeini, líder religioso de Irán, dictó una fetua –un edicto de obligado cumplimiento y carácter «irrevocable y eterno» para los fieles– con una extraña consigna: ejecutar a Rushdie por haber escrito Los versos satánicos. La novela, que supuestamente blasfemaba contra el islam, había sido publicada el año anterior y había sido prohibida en más de una decena de países musulmanes. Para Rushdie, aquel día fue el comienzo de una larga temporada en el infierno, pero también dio inicio a una popularidad que posiblemente nunca soñó; de haberlo hecho, no obstante, seguramente hubiera preferido que derivase exclusivamente de la calidad literaria de su obra.

Aunque nacido en la ciudad india de Bombay en 1947, Salman Rushdie sería educado en Inglaterra, donde su familia marchó para mejorar sus condiciones laborales y vitales. Allí se graduó en historia en la prestigiosa Universidad de Cambridge y comenzó a cultivar su gusto por las letras. Su primera publicación, la novela Grimus, pasó prácticamente desapercibida para público y crítica, pero sentó las bases de su estilo literario: evidenciaba el gusto de Rushdie por enhebrar la realidad con lo fantástico, al más puro estilo del realismo mágico latinoamericano (si bien sus personajes denotaban un fuerte arraigo a las costumbres, mitos y leyendas del subcontinente indio).

Fue con su siguiente obra, Hijos de la medianoche, con la que accedería a un reconocimiento que no haría más que crecer con el paso de los años. La novela, un magistral fresco sociopolítico de la India contemporánea, muestra la habilidad del autor para mezclar los hechos históricos con la ficción. Este ejercicio de literatura alegórica le valió el Booker Prize, el más prestigioso galardón literario del Reino Unido. Después de ella no solo recibiría nuevos premios, sino que conocería incluso una adaptación a la gran pantalla.

‘Los versos satánicos’ situaría al autor en el punto de mira de miles de extremistas musulmanes

Su magistral capacidad para reflejar irónicamente los conflictos sociales de territorios diversos continuaría con Vergüenza, donde retrata a la sociedad de un país imaginario que es espejo del Pakistán de la época, y La sonrisa del jaguar, fruto de sus viajes por Nicaragua en plena ofensiva estadounidense contra los sandinistas. Solo un año después vería la luz Los versos satánicos, que situaría al autor bajo el foco mediático y en el punto de mira de miles de extremistas musulmanes. 

El título de la polémica novela hace referencia a unos versículos que, supuestamente, incluyó Mahoma por error en la sura 53 del Corán. Supuestamente, el arcángel Gabriel habría reprendido al profeta y este, avergonzado, los habría retirado del libro sagrado. En realidad, Rushdie se sirve de dichos versículos como excusa para edificar una monumental obra en la que realidad y fantasía se entretejen para crear un relato alegórico que, con una potente carga satírica, llega a cuestionar las mismas nociones maniqueas en que se sustenta toda religión. Los paralelismos entre la trama de la novela y el surgimiento del islam provocaron la ira generalizada de los fieles musulmanes, llegando a desencadenar una serie de violentos sucesos que culminarían con la fetua dictada por el ayatolá iraní. Quema pública de ejemplares de la novela, atentados, violentas manifestaciones con muertos y heridos e incluso asesinatos fueron solo parte de la conmoción global que causó la obra. El autor se vería obligado, durante años, a vivir oculto y custodiado.

A pesar de todo, Rushdie seguiría publicando libros fieles a su estilo. El autor se demostraría insobornable en su capacidad para satirizar las diversas ideologías que se erigen con la intención de instaurar el pensamiento único. En 1990 sorprendería a sus editores con un libro infantil, Harún y el mar de las historias, si bien el autor se valía de él, una vez más, para sacar a la luz algunos de los diversos problemas de orden social que aquejaban a su país de nacimiento.

El autor continuaría abordando en su obra cuestiones de importante calado sociopolítico sin abandonar su estilo irónico, abiertamente imaginativo y libre de consignas. Desde la globalización y las fronteras en El último suspiro del moro, a la actual hegemonía de lo público, la banalidad y la xenofobia, en su última obra hasta la fecha, Quijote, pasando por el terrorismo y sus causas, en Shalimar el payaso. 

Precisamente durante la presentación de su última novela, el autor recordó su calvario para insistir en que «la libertad religiosa e intelectual debería ser vital para todos nosotros». Un compromiso con la libertad de pensamiento que va más allá de cualquiera de sus obras. ¿Cómo no apreciarlo en estos tiempos en que cualquier tipo de filia identitaria amenaza con aniquilar toda obra artística que pretenda cuestionarla?

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