Sociedad

Palabras sentidas: el valor oculto de las letras

El punto de partida es la definición incluida en el diccionario. Desde ahí, Federico Buyolo invita en ‘Palabras Sentidas’ (Editorial Edelvives) a reflexionar sobre un total de 80 palabras y descubrir los sentimientos que representan.

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Ilustración

Samuel Castaño
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19
mayo
2022

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Samuel Castaño

Vivir, morir, sentir, amar, entender al otro, lamentarse, luchar… Las palabras expresan más que ideas: son sentimientos que representan lo mejor y lo peor de nosotros. Hay algunas que incluso significan algo más allá de lo que expresa el propio diccionario, ya que las palabras son fundamentalmente valores; nos representan a cada uno de nosotros. ¿Y si por un momento nos paramos en medio de la nada y miramos a nuestro alrededor? 


Amabilidad

Del lat. amabilĭtas, -ātis

    1. (Nombre femenino): Cualidad de amable. 
    2. (Nombre femenino): Acción amable. 

El tiempo corre deprisa. La vida pasa tan rápidamente que en ocasiones ni tan siquiera somos capaces de planear el siguiente paso. Transitamos de un momento a otro como sujetos que circulan por un mundo caduco. Huimos de un día finito cargándolo con trabajo, banalidades o simplemente más trabajo. Como decía David Foster Wallace, somos esos peces que nadan en el mar preguntándose: ¿Qué es el agua?  

¿Y si por un momento nos paramos en medio de la nada y miramos a nuestro alrededor? ¿Y si por un momento nos damos cuenta de que a nuestro alrededor hay personas? ¿Y si por un momento ese discontinuo de seres se conectan en un continuo de sueños, ilusiones y proyectos comunes?  

Las personas amables son aquellas que son dignas de ser amadas. La amabilidad es lo que hace que coexista lo diferente. Una relación de mínimos que crea una cohesión humana de personas iguales. La amabilidad no tiene reglas ni patrones, tan solo es una forma de ser, de vivir, de crear lazos invisibles entre aquellos que nadan en un mundo desconectado de la vida. La amabilidad es más que la tolerancia; es el agua que nos envuelve y nos conecta como diferentemente iguales. 

Amar

Del lat. amāre

  1. (Verbo transitivo): Tener amor a alguien o algo. 
  2. (Verbo transitivo; poco usado): Desear.  

Estar con ella es mirar al futuro sin pensar que hubo un pasado. Es querer tropezar nuevamente en aquellos errores que dije que no volvería a cometer. Es desear el mañana tanto como el  hoy. No pensé que llegaría el día en que alguien volviera a cruzarse en mi vida para hacerme olvidar tantos y tantos domingos en soledad. Ese tiempo donde, mirando impaciente el reloj, deseaba que llegara el lunes para poder huir. Hoy, juntos, miramos hacia atrás con una sonrisa que nace de la ilusión ciega de dos personas que se aman, como se quieren dos adolescentes en su primer amor. 

Aporofobia

Del gr. ἄπορος áporos ‘carente de recursos’, y -fobia, término acuñado por la filósofa española Adela Cortina

  1. (Nombre femenino; culto): Fobia a las personas pobres o desfavorecidas.

Las miradas pesan poco, pero aplastan sueños. Al igual que los aciagos días donde el acontecer de cada minuto es un esfuerzo de vida, las no miradas matan la utopía. Para ellos no hay salida ni mano que los acompañe. Soñar no está permitido. Evadirse en el alcohol es el escape. Vivir es tan solo un transitar sin futuro. Nada oprime más a la realidad del pobre, del desarrapado de bienes e ilusiones, que la ignorancia voluntaria. Vivir sin vivir, no pertenecer, no ser, estar en el espacio ciego de las miradas perdidas que a cada paso invisibilizan la realidad incómoda en suelo cada vez menos pedestre. 

Aprendiz

Para el f., u. t. la forma aprendiz

  1. (Nombre masculino y femenino): Persona que aprende algún arte u oficio.
  2. (Nombre masculino y femenino): Persona que, a efectos laborales, se halla en el primer grado de una profesión manual, antes de pasar a oficial.

Debo zanjar el tema y tomar ya la decisión de abandonar esta mentira que me tiene absorto en un sueño irrealizable. No sé por qué razón un día pensé que podría ser un gran escritor, cuando lo único que hago es emparejar palabra tras palabra hasta llegar a cien. Lo cierto es que siempre tuve sueños poco realistas, como cuando quise montar un hotel, al menos este no me cuesta dinero. Pero solo imaginar que puedo ganar, ¡ay pobre iluso de mí!, sigo engañándome. Al menos me queda la alegría de saber que ella, todas las  semanas, leerá el nuevo relato y sonreirá.

Armario

Del lat. armarium

  1. (Nombre masculino): Mueble con puertas y estantes  o perchas para guardar ropa y otros objetos.

El armario donde su hija acababa de encerrar su muñeca no era  un mueble cualquiera. A primera vista podría parecer un vulgar armario más, sin embargo, tenía algo que lo hacía especial. En cada uno de sus poros estaban las huellas y el alma de su padre. 

Ella lo odiaba. Cuando era tan pequeña como su hija detestaba que su padre se pasará horas y horas dentro del taller cortando, lijando y montándolo madera a madera. En el fondo tenía celos de que aquel armario hubiera sido más importante que ella. Al moverlo para colocar la nueva cama pudo ver, en la trasera de aquel desvencijado mueble, que su padre había grabado con su propia letra: «Para mi princesa». Lloró.

Ayer

Del lat. ad heri

  1. (Adverbio demostrativo): En el día que precede inmediatamente al de hoy. «Ocurrió ayer».
  1. (Adverbio demostrativo): El día que antecede inmediatamente al de hoy. Usado normalmente precedido de preposición. «Todavía queda pan de ayer».
  1. (Adverbio demostrativo): En el pasado. «Su cabello, ayer negro, ha encanecido»
  1. (Adverbio demostrativo): El pasado. (Usado precedido de preposición) «La moda de ayer».
  1. (Nombre masculino): Tiempo pasado. «Olvida el ayer y vive el presente»

Hoy me cuesta escribirte, al contrario que aquel 9 de abril que, con los ojos llenos de lágrimas, parado en mitad de la carretera de vuelta de la tierra de nuestro amado profesor, no podía dejar de vomitar mi dolor. Sin embargo, ahora, intento escribirte y no puedo. He releído los últimos mensajes que unos días antes me enviaste desde Miami. Esos mensajes que terminabas con aquellos emoticonos besucones que tantas veces me regalaste y tanto me hacían sonreír.  

Al ver la última foto que te hice junto al mensaje de nuestro querido Pedro Zerolo —¡cuánto te quería!—, en el que me pedía que le explicara esa idea que diste en el primer mitin tras tu vuelta de Miami: «Mi niño, ¿cómo era eso de 7, 25, 50?», no he podido dejar de llorar. Ahora pienso que me gustaría que fuera ayer, pero es hoy, pero ya ha pasado un año. Pasarán muchos más, pero yo seguiré queriendo que sea ayer.  

En estos días me doy cuenta de que son más los que hoy te entienden; otros tuvimos la suerte de conocerte de verdad, de  disfrutar tu presencia y aprender del valor de tu sonrisa. Quiero decirte que en mi tristeza infinita soy feliz, sé que siempre estarás, porque, para mí, siempre será ayer. 


Este es un fragmento de ‘Palabras Sentidas’ (Edelvives), por Federico Buyolo García.

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