Sociedad

El poder de las expectativas (y la sugestión)

Hay quien sugiere que las expectativas positivas aumentan la motivación. Puede que esté en lo cierto, ya que el efecto Pigmalión así lo demuestra: a mayor confianza, mejores probabilidades de alcanzar un resultado positivo.

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Gareth Courage
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11
mayo
2022

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Gareth Courage

Corría el año 1968 cuando Robert Rosenthal y Lenore Jacobson decidieron realizar un experimento a partir de un grupo de primaria. De este modo, antes de empezar el curso se ofreció un examen a todos los estudiantes para evaluar sus capacidades intelectuales: aquellos con mejores resultados fueron señalados, advirtiendo a los profesores de sus facultades extraordinarias. Ocho meses más tarde, aquellos alumnos obtuvieron un resultado mucho mejor al del resto, pero el resultado, que podría parecer obvio, escondía un secreto: esos estudiantes supuestamente brillantes no fueron seleccionados según el examen, sino al azar; las capacidades de aquellos alumnos, por tanto, eran las mismas que las del resto de alumnos. Crear una alta expectativa acerca de alguien en una tarea, por tanto, parecía aumentar su rendimiento en la ejecución.

El fenómeno que explica esta correlación es conocido como el ‘efecto Pigmalión’. El nombre responde al homónimo rey de Chipre, que, según recoge Ovidio, era también un hábil escultor que habitaba en la isla de Creta. Inspirado en Galatea, la bella ninfa marina de la mitología griega, Pigmalión esculpió una estatua de marfil tan bella que terminó por enamorarse de ella. Su obsesión llegó a tal punto que rogó a los dioses que la convirtieran en una mujer de verdad, deseo al que accedería Venus. Así, dicho efecto se reconoce como el proceso donde las expectativas de una persona a otra afectan a nuestra conducta hasta el punto en que el receptor termina respondiendo a tales incentivos.

Este mito ha encontrado sus reproducciones en la gran pantalla, como en el caso de My Fair Lady, película escrita en 1913 por George Bernard Shaw que sería llevada a la gran pantalla 50 años después por George Cukor y Audrey Hepburn. En el filme, el profesor Higgins, se enamora de su creación, Eliza Dootlittle, y consigue convertir a una muchacha analfabeta en una dama. La película muestra otra forma de representar el fenómeno, demostrando que las expectativas hacia una persona permiten moldearla y transformarla.

A través de la sugestión, como ocurre con el ‘efecto placebo’, nuestra voluntad puede hacer que cumplamos nuestras expectativas

Pigmalión, no obstante, tiene también un rostro negativo. Se trata del efecto Golem, y fue nombrada así precisamente por la leyenda de Golem: una figura de arcilla animada por obra de la cábala para defender a los judíos en Praga que una vez ‘viva’ termina sin control, provocando grandes catástrofes. Este fenómeno, por tanto, relata la situación contraria al efecto Pigmalión: a menores expectativas depositadas en la persona para realizar una tarea, peor será su rendimiento en su realización. Uno de los campos en los que mejor deja percibir este efecto es el fracaso escolar: si un alumno percibe que nadie cree en su capacidad de aprender y obtener buenos resultados académicos –lo que suele ir mezclado con emociones negativas como creer que es una decepción para su familia y entorno–, las posibilidades de su éxito escolar se reducirán drásticamente. 

El efecto Pigmalión tiene también estrechas relaciones con otras teorías psicológicas, como el síndrome de la profecía autocumplida, el proceso a través del cual las expectativas de un individuo sobre otra persona o elemento resultan en que la otra persona actúe de forma acorde a la confirmación de estas expectativas. Esta profecía se da en numerosas ocasiones en la economía, especialmente en períodos de crisis. Durante la Gran Depresión, hasta aquellos bancos con una sólida base financiera fueron llevados a la insolvencia por el pánico general de los depositantes de dinero, que percibían constantemente una situación de riesgo. 

Es difícil esquivar los ecos del efecto placebo en todas estas definiciones. A través de la sugestión, y especialmente en procesos médicos, nuestra voluntad de otorgar tal valor al producto hace que, finalmente, consigamos nuestras expectativas: calmarnos, curarnos y pensar que podemos conseguir salir de la dolorosa situación en que nos hallemos. Cuestiones como el efecto placebo siguen abriendo debates sociales sobre la utilidad de la mentira o el poder de la creencia en la alteración de resultados sanadores. 

El efecto Pigmalión resulta explicativo para resolver diversos retos psicológicos, pero sobre todo es útil para poner sobre la mesa la importancia de la confianza en las relaciones humanas. Sentirnos valorados, respaldados y sentir que alguien cree en nosotros resulta fundamental para nuestros éxitos, pero también para nuestros fracasos. Por esta razón, es importante que busquemos y reforcemos formas de transmitir confianza, que nunca dudemos en dar un cumplido sobre el trabajo. Decir «estoy orgulloso de ti» puede tener un auténtico efecto transformador en una persona. Necesitamos menos eslóganes de autoayuda y más confianza.  

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