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Alcanzar las emisiones netas para 2050 es el gran desafío al que nos enfrentamos como especie. Sin embargo, ¿cómo redirigir la inercia productiva y de consumo hacia un horizonte más sostenible? Algunas empresas lo tienen claro: hay que empezar por los eslabones más pequeños (e inmediatos) de su cadena de suministro.

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Matilda Lombas
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En la primavera de 2021, cuando el barco portacontenedores Evergreen se quedó encallado en el Canal de Suez, el mundo contuvo el aliento. No constituía tan solo una anécdota: el hecho de que un navío de tales dimensiones pudiera bloquear durante días un punto tan estratégico para la economía global como este –en 2020, el 12% del comercio global pasó por el canal– puso en relevancia la vulnerabilidad de las cadenas de suministros que surten a cada rincón del mundo.

La situación, sin embargo, no resultaba totalmente desconocida a un mundo empresarial que en los últimos años ya había dejado que los criterios de ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) calaran en algunas de las páginas de sus agendas. Las pérdidas millonarias provocadas por el encallamiento del Evergreen no eran más que otro síntoma de una necesidad acuciante: los procesos de suministro necesitaban virar hacia una metodología más sostenible e independiente.

«El barco de Suez hizo que se tambaleara el comercio mundial, pero antes, en los meses más duros de la pandemia, también nos quedamos sin mascarillas ni respiradores durante varias semanas porque el sistema colapsó. Luego llegó la crisis de los contenedores debido a un repunte de la demanda que también bloqueó el transporte internacional. Son tres episodios casi consecutivos que han acelerado el debate», indica Oriol Montanyà, sociólogo y profesor en la Barcelona School of Management, quien insiste en que «la eficiencia económica no puede ser el único objetivo en el aprovisionamiento de productos».

Montanyà: «los procesos sostenibles y circulares racionalizan la cadena, consumen menos recursos, acortan las distancias y aprovechan los residuos»

La descarbonización de las cadenas de suministro es una gran oportunidad para que el sector empresarial muestre los compromisos que ha ido tomando por el camino para reducir su impacto en el planeta. Así lo remarca el Foro Económico Mundial, que en 2021 publicó junto al Boston Consulting Group una extensa hoja de ruta sobre cómo abordar este reto que aportaba un dato revelador: solo las ocho principales cadenas de suministro globales emitían más del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero; ámbitos que solo seguirán aumentando sus emisiones si no consiguen transformarse desde dentro.

Además, todo apunta a que los patrones de consumo han cambiado para siempre, por lo que el cambio es inminente. Como desglosa el estudio sobre consumo de la consultora PwC, siete de cada diez personas en el mundo ya eligen sus productos dependiendo de su transparencia y su compromiso a la hora de cuidar el medio ambiente. Es decir, con el paso del tiempo y la creciente concienciación sobre la crisis ambiental, los consumidores exigen cada vez más a las empresas que sean transparentes y capaces de cambiar (para bien) el entorno que les rodea.

No hay vuelta atrás. La urgencia de transformar las actividades corporativas trasciende incluso a la normativa europea: el pasado mes de febrero, la Comisión Europea aprobó una propuesta de directiva que busca fomentar un comportamiento empresarial sostenible y responsable en relación a los derechos humanos y el medio ambiente a lo largo de las cadenas de suministro. Para cumplir con ella, las empresas deben determinar los efectos negativos de sus actividades, prevenir o mitigar posibles daños, poner fin a los que sí provoquen un impacto negativo y supervisar la eficacia de sus estrategias. Asimismo, las grandes empresas deben contar con un plan para garantizar que su estrategia sea compatible con la limitación del calentamiento del planeta a 1,5 grados, tal y como indica el Acuerdo de París.

Cadena de suministro

«Una compañía es sostenible cuando sus políticas llegan a sus cadenas de suministro. Esto significa que también derive de alguna forma en alianzas con los propios proveedores para que la transformación sea global», explica Monica Chao, presidenta de la Women Action Sustainability, la asociación de mujeres directivas unidas por el desarrollo sostenible. Y añade: «Si se integra la sostenibilidad de una forma eficiente a la forma de trabajar de una empresa, no hay ningún coste adicional, porque se estará haciendo de la mejor forma posible».

De hecho, esta sigue siendo la principal preocupación de aquellas compañías reacias a transformar sus procesos: la factura que pueda pasar a su capacidad económica. Pero ¿realmente hacer más sostenibles los eslabones de la cadena hace que se pierda el músculo financiero? Según indica el Foro Económico Mundial, el efecto sería prácticamente imperceptible: la descarbonización de las cadenas de suministro agregaría tan solo de 1% a 4% a los costes del consumidor a largo plazo. «Hay muchísimos ejemplos de empresas que han tomado la decisión de transformarse y, de hecho, han visto caer sus costes. Pero, claro, eso no es en un tiempo corto», recalca Chao.

En cuanto a sectores, el energético español ha sido uno de los primeros en implementar una gestión basada en los criterios ambientales, sociales y de gobernanza con un 67% de las empresas aplicando en la actualidad políticas y planes propios de sostenibilidad. Lo cuantifica un informe elaborado por la Fundación Naturgy junto a la consultora Deloitte, donde además se advierte que las compañías del sector realizaron el 12% de los proyectos de preservación del medio ambiente, creación de empleo y vulnerabilidad energética, entre otros. «En una cadena de suministro, el objetivo de la sostenibilidad no es otro que optimizar la gestión de los recursos naturales y desarrollar fuentes alternas de energía, mientras se reduce los daños provocados por los procesos», añade Montanyà. Por tanto, «si se considera la sostenibilidad como un elemento tan importante como la eficiencia o la resiliencia, aparecen nuevos modelos logísticos más eficientes y limpios».

Para Chao, de no alcanzar todos los eslabones de la cadena «solo estaremos poniendo un parche que sí que puede generar un coste adicional»

No obstante, esta es una transformación que debe alcanzar todos los eslabones de la cadena pues de lo contrario, como advierte Chao, «solo estaremos poniendo un parche que sí que puede generar un coste adicional». Conscientes de ello, empresas del sector energético como Naturgy han apostado por comenzar con pequeños cambios en el entorno más inmediato: los proveedores, el eslabón más esencial y, a la vez, el que tiene mucho más limitada su transformación en clave verde.

Para comprender su realidad, es fundamental saber que la mayor parte del tejido de proveedores en España está conformado por pequeñas y medianas empresas. Según uno de los últimos informes de la Cámara de Comercio, son precisamente las pymes las que tienen mayores dificultades para interiorizar la economía circular en las cadenas de producción por lo que, a la hora de seguir con las transformaciones indicadas por esta directiva europea y otras medidas similares –el plan España 2050, el Acuerdo de París, el Pacto Verde o La Ley de Cambio Climático–, el acompañamiento resulta fundamental.

Como recalca Chao, «las normas son necesarias porque nos mueven a que los cambios ocurran rápido, pero las empresas pequeñas muchas veces no tienen la capacidad de informarse o acceder a otros modelos de producción». Pero no es nada nuevo: «Las compañías multinacionales con compromisos serios hace años que están trabajando con sus cadenas de suministro porque los grandes riesgos, muchas veces, han venido por parte de los proveedores».

En el caso de Naturgy, la compañía vela por transmitir el cumplimiento de los códigos de sostenibilidad fomentando la contratación de proveedores del país o región donde desarrolla sus actividades, apoyando así la generación de impacto social positivo e impulsando prácticas que favorezcan el comercio justo de las materias primas desde el origen. También ha diseñado un código ético aplicable a todos los procesos de la cadena y clasifica a los proveedores en función del nivel de riesgo para el entorno que puedan implicar. De esta forma, los procesos encadenan, poco a poco, cada vez más prácticas sostenibles.

De cara al futuro, Montanyà insiste en que quedarse atrás puede resultar muy caro. «Además, los procesos sostenibles y circulares racionalizan la cadena, consumen menos recursos, acortan las distancias y aprovechan los residuos», añade. Una fotografía que se completa con una defensa de las alianzas por parte de Mónica Chao: «Es fundamental ir de la mano. Hay que tener esa voluntad de trabajar con todos».

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