Educación

La necesidad de construir escuelas resilientes

La resiliencia educativa se entiende, en parte, como la capacidad de las instituciones de aprender de las adversidades para salir transformadas y fortalecidas.

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29
abril
2022

Los últimos años han estado caracterizados por incertidumbres, pérdidas, dolor, miedo y desaliento. En medio de ese caos, sin embargo, han surgido también destellos de esperanza: personas que han empezado a priorizar el tiempo en familia como lo verdaderamente importante, comunidades que han fortalecido sus lazos de solidaridad para salir adelante e instituciones educativas que han logrado reinventarse para garantizar el bienestar y los aprendizajes de su alumnado.

Como si se tratase casi de las dos caras de una misma moneda, siempre que hablamos de adversidad tenemos también que hablar de resiliencia: la capacidad que tenemos, tanto las personas como las organizaciones, de hacer frente y solucionar una crisis.

La resiliencia educativa, en concreto, puede entenderse en un doble significado. Por un lado, como la capacidad institucional para garantizar el éxito académico y el desarrollo pleno del estudiantado, independientemente de sus contextos de vulnerabilidad o características individuales. La relación positiva entre docentes y estudiantes, así, es uno de los principales factores que inciden en el éxito académico. Por otro lado, la resiliencia educativa también se puede entender como la posibilidad que tienen las propias instituciones de aprender de las adversidades y salir transformadas y fortalecidas ante estas.

Ante la pandemia de la covid-19, instancias académicas y autoridades educativas de República Dominicana hicieron el llamado a transitar de un presente reactivo a una construcción proactiva que, agrego, solo es posible desde –y a través de– la resiliencia.

La relación positiva entre docentes y estudiantes es uno de los principales factores que inciden en el éxito académico

En el complejo contexto actual, la resiliencia se constituye en una característica imprescindible para las instituciones educativas, así como en un indicador de fortaleza y eficacia de estas. La resiliencia siempre produce cambio y mejora, y ha de entenderse como un proceso constante y sistemático.

En un contexto de políticas educativas integrales, transversales y multisectoriales, existen seis factores principales que nos permiten fomentar la resiliencia en centros escolares e instituciones de educación superior durante los tiempos de crisis:

    1. Como personas y como organizaciones, debemos reconocer el cambio y las crisis como el fluir natural de la vida. Después de todo, lo único constante es el cambio. Aunque a veces cueste, es necesario educar la mirada para lograr comprender la crisis como una oportunidad para el aprendizaje, la mejora y la transformación. En los momentos de adversidades, es necesario aceptar la existencia de la dificultad y el caos, atrevernos a plantearnos las preguntas difíciles y reconocer la posibilidad de salir fortalecidos.
    2. Se requiere de un liderazgo educativo que ponga al estudiantado y sus aprendizajes como centro. Un liderazgo pedagógico que sea transformador, inclusivo y que pueda motorizar el desarrollo de la resiliencia institucional. Un liderazgo educativo visionario y ético que, desde el reconocimiento de su rol y la valoración de las responsabilidades compartidas, garantice un clima positivo y condiciones de trabajo dignas.
    3. La conectividad tecnológica y la transformación digital están bien, siempre y cuando mantengamos el foco en lo más importante: la conectividad humana; es decir, la sana convivencia y la vinculación positiva entre las personas. Solo así se crea comunidad y sentido de pertenencia con un proyecto común. Una conectividad resiliente es aquella que nos permite vincularnos con las demás personas y entidades; crear espacios de trabajo, aprendizajes y encuentros inclusivos y seguros; y generar redes de confianza para la búsqueda de soluciones asertivas y afectivas. Después de todo, la resiliencia se nutre y sostiene de las interacciones humanas que existen en las instituciones.
    4. Toda instancia académica y formativa está llamada a acoger y a ser acogedora. Para ello, es necesario construir espacios de participación real de toda la comunidad educativa y generar un entorno de inteligencia colectiva donde, desde el trabajo colaborativo y cooperativo, la organización se vea fortalecida desde los aportes de todos sus integrantes y las alianzas interinstitucionales.
    5. La creatividad se relaciona con la capacidad de producir soluciones innovadoras que den respuesta a los momentos de cambio y crisis. Coincido con la escritora Brené Brown al afirmar que «la única contribución exclusiva que podemos hacer a este mundo nacerá de nuestra creatividad».
    6. La frase «al mal tiempo, buena cara» encierra una gran sabiduría: muchas investigaciones han demostrado que el buen sentido del humor es uno de los factores asociados a la resiliencia. Humor no entendido como burla ni sarcasmo sino, más bien, como un rasgo de la inteligencia emocional que nos permite enfrentar con menor estrés las crisis y encontrar –o incluso construir– el lado positivo de las adversidades. 

 

Hay siempre dos caminos: el de la desesperanza y el de la resiliencia, y cada uno de nosotros decidimos cuál transitar. Hay quienes, como decía Mario Benedetti, eligen quedarse «inmóviles al borde del camino». Desde la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), junto a toda la comunidad iberoamericana, decidimos abrazar la construcción proactiva de la resiliencia y, con ello, la generación de nuevas rutas para la reinvención y mejora de nuestros sistemas educativos.


Berenice Pacheco-Salazar es jefa del Área de Ciencia, Innovación y Derechos Humanos de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en República Dominicana.

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