Energía
Primero, la eficiencia energética
No hay nada más cierto que la mejor energía es la que no se consume, pero también es verdad que no hemos llegado a hacer una verdadera transformación de hábitos. Por eso, es una cuestión de responsabilidad que este año tratemos de aproximarnos a la optimización nuestro uso de la energía.
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La eficiencia energética es, junto a las energías renovables, uno de los grandes pilares de la transición energética clave para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que nos han llevado a un estado de emergencia climática. No es casualidad, así, que los documentos fundamentales en la política energética de nuestro país, como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), se hayan hecho siguiendo la base de «primero, la eficiencia energética; después, todo lo demás».
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) nos ha advertido, de nuevo, sobre los riesgos de no elevar nuestra ambición y objetivos para combatirlo. En realidad, la eficiencia energética es la gran olvidada en la lucha contra el cambio climático. Y se trata de una cuestión fundamental que tiene un impacto transversal a varios sectores, tanto la eficiencia en la edificación como en el transporte o en la industria, entre otros. Es una cuestión de responsabilidad que este año tratemos de aproximarnos más allá de la repetida frase que dice que «la mejor energía es la que no se consume». No hay nada más cierto, pero también es verdad que, de momento, esta certeza ha calado muy ligeramente en la sociedad, en empresas o en administraciones. Realmente, no hemos llegado a hacer un cambio cultural, una verdadera transformación de hábitos.
El ahorro de energía no implica eficiencia, mientras que lo contrario sí. El primero implicar gastar menos, el segundo conlleva optimizar nuestro uso de la energía para maximizar las consecuencias que puede causar su producción, distribución y consumo. Por esta razón, eficiencia energética y renovables van de la mano. Y comparten metas comunes. No solo logran abaratar nuestra factura de la electricidad –una medida de eficiencia energética por sí misma–, sino que pueden frenar el aumento de la temperatura media del planeta.
La eficiencia energética favorece la biodiversidad, una barrera indiscutible frente a los impactos de esta grave amenaza climática
Además, tanto eficiencia energética como renovables (sobre todo en el caso de la solar fotovoltaica) favorecen la biodiversidad, una barrera indiscutible frente a los impactos de esta grave amenaza ambiental, así como una gran aliada para la mejora de la calidad del aire, lo que se traduce en más salud y calidad de vida para la ciudadanía, y, por ende, menos gasto sanitario.
En este cambio de hábitos tan necesario para elevar la eficiencia energética a la hora de pensar qué consumimos y cómo, la energía solar fotovoltaica tiene un papel protagonista impulsando el ahorro energético. Su simplicidad tecnológica y su modularidad permiten que se adapte a diversas superficies con instalaciones de distintos tamaños, lo que ha convertido el autoconsumo y las comunidades energéticas y barrios solares en verdaderas zonas libres de emisiones.
La posibilidad de acceso que toda la población tiene al recurso solar y a su tecnología le da a esta energía una capacidad de capilaridad social que no tiene ninguna otra. Al permitir que quien produzca la energía sea también quien la consuma ayuda, además, a que se aprenda a gestionar el gasto y tomemos mayor partido en las decisiones sobre en qué momento utilizamos nuestra energía. En otras palabras: descubrimos cómo ser eficientes energéticamente.
En definitiva, el autoconsumo es un mecanismo más de eficiencia energética al permitirnos reducir nuestro consumo energético de la red y fomentar el ahorro energético, reduciendo nuestra factura de la luz. No solo en edificios residenciales, sino también industrias o comercios. De hecho, esta sinergia se ha explicitado ya en conceptos como los edificios de energía de consumo casi nulo, que incluyen sistemas con un nivel de eficiencia energética muy alto en el que el consumo de energía es casi cero y la poca energía que se consume procede de fuentes de energías renovables a través del autoconsumo.
En 2021, el autoconsumo supuso un 32% de la potencia total en el sector residencial
La encuesta de EY, Navigating the Energy Transition Survey, en la que han participado 34.000 consumidores residenciales de energía procedentes de 17 países, revela que el 86% está interesado en la autogeneración. Por eso no es de extrañar cómo han crecido en nuestro país las cifras alrededor del autoconsumo, además de la necesidad de abaratar la factura eléctrica. En 2021, el autoconsumo supuso el 30% de la generación solar y ha crecido más del 100%. De un total de 1.203 MW instalados, el 41% llegó al sector industrial. Pero, lo que ha llamado la atención es que el 32% perteneció al residencial, frente al 19% del año pasado.
Eficiencia, energías limpias y electrificación son una ecuación importante para el IPCC, como la propia institución recalca. «Las ciudades también brindan oportunidades para la acción climática: los edificios verdes, el suministro fiable de agua limpia y energías renovables, así como los sistemas de transporte sostenibles que conectan las zonas urbanas y rurales pueden contribuir a una sociedad más inclusiva y justa», apuntó recientemente Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II. Asimismo, el informe Eficiencia energética y electrificación. Una transición inteligente hacia un modelo energético sostenible para España en 2050, elaborado por la consultora Deloitte, expone varios escenarios para demostrar que la ambas son «el camino más eficiente para lograr los objetivos de descarbonización».
Elena Alonso es directora de comunicación de UNEF.
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