Sociedad

Abrazar los pensamientos negativos para ser optimistas

Contemplar hipotéticas situaciones nefastas en nuestras vidas es inevitable. Sin embargo, intentar acabar con ellas solo nos generará el efecto contrario: la clave, como advierten los expertos, la encontramos en entender cómo nos relacionamos con nuestras emociones más negativas.

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07
marzo
2022

Hoy cuando te has despertado lo has notado. Te has dado una ducha pensando que así se disiparía, pero no. Sigue contigo. Ese nubarrón de pensamientos negativos que te ronda la cabeza desde hace días y que hace que estés torcido. No pasa nada. A veces no podemos eliminarlos. No solo eso, sino que, además, no debemos. Por nuestra salud mental- «Los pensamientos negativos en sí mismos no tienen por qué generar estrés», afirma Rocío Lacasa, psicóloga experta en ansiedad y estrés.

Ejemplo de ello es la filosofía estoica, que defiende el poder del premeditatio malorum, o la premeditación de los males: una práctica que invita a visualizar, intencionalmente, el peor escenario posible ante una situación para prever las dificultades que podrían surgir y, así, planificar las respuestas más constructivas. «Por ejemplo, si perdiera mi trabajo debido al coronavirus, ¿qué podría hacer para mitigar la situación, en qué recursos podría confiar, cómo podría manejar las consecuencias?».

Contemplar situaciones nefastas, por tanto, puede resultar útil y práctico a veces. El problema surge cuando tales ideas pasan a generarnos estrés. Y el peligro es esa delgada línea que separa una situación de otra. El estrés aparece al apegarnos a sensaciones como el miedo, la ira, la tristeza y confundirlas con la realidad en vez de reconocer que, simplemente, estamos pensando en algo que nos produce tal o cual sentimiento. «Cuando uno percibe estos pensamientos como una amenaza en sí misma y trata de eliminarlos, evitarlos o controlarlos, el resultado es precisamente el contrario y la sensación de amenaza se mantiene activada, haciendo que estemos hiperalerta y generando más pensamientos negativos”, explica Lacasa.

Es inevitable que cuando pensamos cometamos ‘errores’ que nos lleven a teñir nuestras ideas de grises y negros

Entonces, ¿cómo debemos gestionarlos? Según esta experta, lo que deberíamos hacer es aprender a tomar distancia de nuestras propias ideas y ver cómo y qué pensamos acerca de ellas. «De lo contrario, las emociones que generan, mantenidas en el tiempo y de manera intensa, pueden llegar a ser un factor de riesgo para desarrollar patologías físicas y mentales», afirma. Esta capacidad para reflexionar sobre nuestros propios procesos de pensamiento “es clave a la hora de comprender cómo nos afectan los pensamientos negativos y así no tener que enfocarnos en eliminarlos, sino en detectarlos, cuestionarlos y, desde ahí, abrirnos a cambiarlos”.

Es inevitable que cuando pensamos cometamos ‘errores’ que nos lleven a teñir nuestras ideas de grises y negros. El motivo: al recibir información la seleccionamos, filtramos, ajustamos y distorsionamos de forma subjetiva en función de la coyuntura o de nuestra personalidad. «Es como si fuéramos subtitulando la realidad momento a momento», solo que resulta que esos subtítulos «van a depender de varios factores: nuestras experiencias previas, nuestro estado hormonal, nuestro ánimo» o incluso la época del año. Por eso, señala Lacasa, necesitamos algún tipo de mecanismo mental que nos permita regular estos errores y cuestionar ciertos pensamientos.

Lacasa: «No se trata tanto de los efectos de pensar en negativo, sino de las consecuencias de no saber cómo relacionarnos con ellos»

Es decir, pensar con objetividad, tomar decisiones de forma fundamentada y ver cómo estamos interpretando una situación. «No se trata tanto de los efectos de pensar en negativo, sino de las consecuencias de no entender cómo nos relacionamos con ellos. Debemos reconocer que simplemente estamos pensando y olvidar que esos pensamientos no están reflejando la realidad objetiva, sino una interpretación sesgada, un futuro imaginado que no está sucediendo o un pasado que ya no nos acompaña».

Así pues, identificar los pensamientos negativos, darles espacio y entenderlos nos puede ayudar a tomar conciencia sobre nuestra realidad y determinadas situaciones, haciéndonos responsables de ellas, encontrando soluciones y desarrollando una actitud positiva ante la vida. Y ese es, en el medio y largo plazo, el objetivo final. Porque, además, el positivismo y optimismo puede hacernos más longevos. «La creciente evidencia ha relacionado los hábitos psicológicos positivos con un menor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, oncológicas, pulmonares o inmunológicas», afirma Lacasa.

No solo eso, sino que se ha demostrado que el pesimismo está asociado, entre otras cosas, «a un exceso de cortisol, hormona que aumenta la presión arterial, debilita el sistema inmune, dificulta el sueño y acelera el envejecimiento». Y añade: «El optimismo no refleja simplemente la ausencia de pensamientos o emociones negativas, sino que nos empuja a encontrar oportunidades en lugar de obstáculos, a cultivar un sistema mente-cuerpo fuerte y flexible, y a mantener hábitos saludables que nos llevan a una vida activa, plena y con sentido». Así que, por una cuestión de salud, debemos practicar el optimismo.

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