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ESG: Una guía para el futuro

Los consumidores son más sensibles que nunca a la sostenibilidad y las administraciones públicas más activas a la hora de potenciarla, lo que abre una oportunidad única para la transformación de las empresas en entidades más respetuosas, responsables y rentables.

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Matilda Lombas
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En febrero de 1962, un anuncio de una compañía petrolera proclamaba en la –por entonces muy popular– revista Life: «¡Cada día, Humble genera la energía suficiente como para derretir 7 millones de toneladas de glaciar!». Esa cifra tan llamativa ayudaba a la compañía a mostrarse al mundo como una empresa potente, sin límites, capaz de fascinar a sus potenciales consumidores. 

Esta historia –que ahora parecería surrealista– carga con el peso del paso del tiempo, pero sirve perfectamente para ilustrar cómo ha cambiado la sensibilidad de los consumidores en cuanto a materia climática y, por ende, también la de las propias empresas. Un lustro más tarde, el contenido publicitario de Humble sorprende (y no para bien) a quien lo ve por primera vez.

Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, aludía precisamente a esta campaña para dar comienzo al webinar La relevancia de las cuestiones ESG para cada función de la compañía, celebrado el pasado miércoles 16 de febrero, donde la consultora se adentraba en los criterios ESG para plantear todas esas preguntas recogidas en la Guía y Diccionario de Sostenibilidad que cualquier empresa responsable con el entorno y las sociedades debe hacerse. Y es que ninguna compañía actual podría pensar por un segundo en lanzar un mensaje como el de la década de los 60 por un motivo muy simple: los consumidores se quedarían horrorizados ante semejante eslogan y la empresa se enfrentaría, inevitablemente, a un serio problema de reputación corporativa.

Para Jerusalem Hernández, difícilmente una compañía pasará de un modelo lineal a uno circular sin una cultura sostenible

La ciudadanía exige cada vez más productos responsables con el entorno y las empresas han sido testigos directos de esta transformación, sintiendo la cada vez mayor presión de sus potenciales compradores. Así, han dado pequeños pero decisivos pasos a la hora de incorporar nuevas medidas que ayuden a cumplir con estas expectativas. Por ejemplo, reduciendo el uso del plástico en el packaging o aumentando la transparencia sobre el origen de las materias primas empleadas. 

Esto demuestra que la sostenibilidad no se trata únicamente de ser más verde, sino de ser más conscientes de su propio impacto sobre el entorno y quien lo habita. En esta línea, los consumidores también se exigen saber cada vez sobre cuestiones como los derechos laborales de quienes fabrican los productos que compran o la política fiscal de las organizaciones.

Por si no fuera suficiente, en este clima social en el que la sostenibilidad es un elemento cada vez más relevante se suma, además, una creciente presión legislativa conectada a estas cuestiones. Organismos como la Unión Europea han lanzado paulatinamente numerosos programas que potencian ese carácter más sostenible de las empresas a la vez que dan luz a nuevas normativas que les obligan a tener muy presentes los principios sostenibles. En España, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética es el ejemplo más reciente.

Además, a nivel global se está trabajando para crear estándares de sostenibilidad que funcionarán como guía para entender quién está haciendo bien las cosas (y cómo). El resultado: que los criterios ESG marquen el grueso de la agenda empresarial. Detrás de estas siglas se esconden las palabras en inglés environmental, social y governance, que se pueden traducir como criterios medioambientales, sociales y de gestión corporativa. Son las grandes áreas en las que las compañías deben trabajar para responder a esta creciente necesidad de ser más sostenibles.

El camino de la transformación sostenible

Las empresas, como se señalaba en la presentación de KPMG, deben centrarse en llevar a cabo una «transformación sostenible», comprendiendo que ese cambio debe ser profundo, afectar a todas las áreas y estar anclado en la estrategia corporativa. «Es un proceso concreto, que debe fijarse objetivos y recae en toda la compañía», asegura Ramón Pueyo. «Todo lo que tiene que ver con la transformación sostenible es transversal. Un proceso que no es fácil, pero que nos permite constatar que requiere cambios y procesos específicos».

El Green Deal no solo potenciará con inversión los comportamientos sostenibles, sino que perseguirá de forma más intensa aquellos que no lo son

Desde la dirección de estrategia hasta la de recursos humanos, pasando por el departamento de comunicación, el financiero o el de compras, todas las piezas de la corporación deben tener muy presentes estas necesidades y deben actuar en consecuencia con objetivos comunes. Al fin y al cabo, las cuestiones ESG conectan a las compañías con todo tipo de realidades y exigen respuestas a todos los niveles. De hecho, es fácil encontrarse con ecos de los criterios ESG y de las exigencias en sostenibilidad en áreas tan diversas como la de gestión fiscal o la auditoría interna.

 «Las empresas deben ser conscientes de cómo impactan en el cambio climático, pero también cómo el cambio climático influye en sus operaciones», reflexionaba en el encuentro Germán García, senior manager en Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, a la hora de analizar el presente y el futuro de la dirección de operaciones corporativas.

Pero la teoría siempre debe trascender a la práctica: las empresas deben crear una cultura corporativa centrada en las cuestiones ESG y sus retos. «Sin la cultura no lo podemos lograr», apunta Jerusalem Hernández, socia de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, quien valora que «difícilmente» una compañía pueda pasar satisfactoriamente de un modelo lineal –el que dominaba hasta ahora– a uno circular –el modelo al que se aspira para ser más sostenibles– si no interioriza a la hora de desarrollar su actividad diaria los criterios de sostenibilidad.

Un futuro más exigente

Como demuestran los expertos, el trabajo diario en la aplicación de los criterios ESG es fundamental tanto para la estrategia corporativa actual como para asentar las bases de las acciones que guiarán a las compañías del futuro, un escenario donde el consumidor se volverá aún más exigente en términos de responsabilidad y sostenibilidad. 

Si las proyecciones para 2022 hablan de que el consumo inclusivo, consciente y sostenible será el dominante, las previsiones para los próximos años y las décadas siguientes invitan a pensar que las cuestiones ESG serán más decisivas. A la Generación Z, que protagonizará las decisiones de compra del futuro próximo, la sostenibilidad le importa incluso más que a sus precedentes.

Por su parte, las administraciones públicas están ya asentando la base de una legislación y de una actividad mucho más proactiva en el área ESG. La Unión Europea aplica su Green Deal, que no solo potencia con inversión los comportamientos sostenibles, sino que también persigue con más ahínco a quienes no lo son. Precisamente hace unas semanas la Comisión Europea alertaba que los crímenes medioambientales son la cuarta actividad criminal por tamaño y la necesidad de endurecer su persecución. La conclusión no deja lugar a dudas: lo quieran o no, las compañías deberán trabajar con la sostenibilidad en mente. Y tendrán que estar preparadas para poder hacerlo.

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