Sociedad

Los estudios más disparatados

Cada año se publican decenas de estudios, provenientes de universidades y revistas científicas, que aportan informaciones de poca utilidad. Algunos resultan de una curiosidad extrema. ¿Por qué se investigan ciertas temáticas anodinas?

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
05
junio
2024

Cuidado con las prendas que vestimos. Y no nos referimos a un tipo de tejido que pueda resultar tóxico o a las lamentables condiciones laborales de quienes las tejen. Nada que ver con esto. Hablamos del estampado. Los lunares, los muñecos o los cuadros marcan la diferencia. ¡Y las camisetas de rayas perjudican la salud! Hace cinco años, la University Medical Center Utrecht de los Países Bajos señaló en uno de sus estudios que observar líneas paralelas podría estar vinculado con los dolores de cabeza y las migrañas. Quizá este descubrimiento no marcase el rumbo de la humanidad, pero puede que influyese en algunos armarios.

Aunque parezca sorprendente, esta no ha sido, ni de lejos, la investigación más disparatada que se ha llevado a cabo. De hecho, desde hace años hay constancia de ello. La página web Improbable recoge los estudios más descabellados, y son muchos los que se rifan los primeros puestos. En septiembre del pasado año celebraron la 33.ª ceremonia de sus Premios IG Nobel –juego de palabras que surge del inglés ignoble, innoble en español–. Tres ejemplos de los reconocimientos han sido el váter inteligente que realiza análisis de orina y deposiciones, entre otras sustancias expulsadas por las personas; el estudio de la actividad mental de quienes hablan al revés o –quizá este es uno de los más llamativos– la medición de cómo la actividad sexual de las anchoas afecta a las corrientes oceánicas.

¿Parece que ya lo habríamos leído todo? Nada más lejos de la ciencia más extravagante. Si hacemos un repaso a la trayectoria de estos premios, podemos rescatar otros nutritivos ejemplos. El galardón de Biología de 2008 recayó en un estudio L’École Nationale Vétérinaire de Toulouse, Francia, que revelaba que las pulgas de perro saltan más alto que las pulgas de gato. Se puede deducir que la prueba empírica provendría de provocar esos saltos y tomar notas. La tarea se antoja de calado para quienes la llevaran a cabo. Tampoco habría que desdeñar el IG Nobel de Medicina de 2006, que premiaba el descubrimiento, publicado en la revista Annals of Emergency Medicine, de la curación del hipo a través del masaje rectal.

Un estudio reveló que las pulgas de perro saltan más alto que las pulgas de gato

Aunque no hayan obtenido reconocimiento –quizá por rebasar ciertos límites–, algunos otros análisis también merecen su mención. Un equipo del Centro de Investigación Shiseido, en Yokohama, concluyó que las personas que creen tener olor de pies, lo tienen, y las personas que no creían tenerlo, no lo tienen. Pero aún hay más. La Revista Internacional de Neurociencia publicó un informe titulado Los efectos de la respiración de fosa nasal unilateral sobre el conocimiento. Es decir, el estudio medía si respirar por una sola fosa nasal proporcionaba mayor inteligencia.

Aunque el humor que entrañan es incuestionable, un amplio sector de la ciencia critica este tipo de análisis. El greco-estadounidense John Ioannidis, uno de los científicos con más prestigio en el mundo de la biomedicina, es uno de ellos. En 2017 lideró un manifiesto en el que una parte de la comunidad científica de Estados Unidos, Reino Unido y Países Bajos denunciaba que la ciencia vivía una epidemia de estudios inservibles, lo que podría desembocar en una falta de credibilidad. Según Ioannidis, el 85% de los esfuerzos dedicados a la investigación se acaba desperdiciando y cifraba en hasta un 95% las falacias sin rebatir. Y es que la presión por parte de las universidades para publicar estudios y los intereses de algunas marcas terminan generando algunos –o muchos– despropósitos denominados análisis científicos.

Para despedir el universo de los estudios rocambolescos, mencionaremos uno más: en 2021, el Premio de Economía de los IG Nobel fue para Pavlo Blavatskyy, por descubrir que la obesidad de la clase política en un país puede ser un indicador idóneo de la corrupción que existe en esa nación. En 2017 inició un estudio de 15 Estados postsoviéticos analizando fotografías de casi 300 ministros de las repúblicas y clasificándolas de acuerdo con la masa corporal media. Al mismo tiempo, los índices se contrastaron con datos extraídos de los anuarios de Transparencia Internacional y con indicadores de corrupción del Banco Mundial. ¿Puede estar vinculado? Aunque la fiabilidad sea más que cuestionable, quizá no todos los estudios sean tan descabellados aunque lo parezcan. ¿O sí?

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME